n pequeño pueblo al sur, lejos de los murmullos y la influencia de los Hotman. Allí, encontró un lugar tra
uevo entorno. Se sentía como si estuviera recuperando pedazos de sí misma que había perdido en esos años de matrimonio. Ahora que estaba sola, podía res
recientes. Pero, poco después, los síntomas se hicieron más evidentes: náuseas, vómitos y una sensación constante de mareo. Se sintió aturdida y,
. Había pasado tres años con Lucas sin lograr concebir, y los médicos incluso habían insinuado que sus posibilidades de quedar embarazada eran bajas. Durante años, había intentado, esperand
uel hombre. ¿Y si...? El pensamiento le llenó de incertidumbre y un poco de miedo, pero
tro médico en el pueblo y, tras una consulta, el médico con
n una profunda gratitud. Después de tanto tiempo de dolor y decepción, la vida le est
imaginó posibles. Su barriguita, más grande de lo normal, crecía como un recordatorio constante de que la vida estaba floreciendo dentro de ella. Las ecogra
. En la sala de partos, con los médicos a su alrededor y el dolor de las contracciones atravesando su cuerpo, su corazón latía con fue
a sintió que su corazón se desbordaba de amor. Pero, para su asombro, el doctor sonrió y anunció que había otro. Antes de que pudier
jos, mientras una risa entrelazada con el llanto se escapaba de sus labios. Era más de lo que había so
, Paola recibió a su hijo y su hija, sintiendo el calor de sus cuerpos contra el suyo.
ía dos bebés a los que amar y cuidar, y en ese momento supo que haría todo lo po
rado una nueva razón para vivir, sino que había creado una familia a partir de su dolor y sufrimiento. Por fin, h
ista para enfrentar lo que viniera, un día a la
en aquel pueblo alejado de la ciudad, donde los días eran simples y llenos de risas. Clara, con sus ojos verdes y cabello cobrizo, había heredado la curiosidad y la inteli
uja. Aquella mañana, mientras los niños jugaban en el jardín, Paola se sentó con ellos ba
iero hablar con ustedes -comenzó, viéndol
a, inclinando la cabeza, mientra
do un nudo en el estómago al ver sus reacciones
an, con su voz pequeña-.
ción de sus hijos. Sabía que su vida en el campo había sido una bendici
ro quiero que tengan la oportunidad de conocer más cosas. La ciudad tiene muc
tratando de comprender.
es todo lo que sé, pero la ciudad tiene tantas cosas que podríamos descubrir juntos. Imaginen un lugar don
elices en su hogar, había un mundo más allá que aún no habían explor
s cosas? -preguntó Ethan,
-aseguró Paola, envolviendo a ambos en un abrazo c
ojos. Clara sonrió al imaginarse las aventuras, y Ethan, siempre
enfrentarlo. Tenía la firme convicción de que, sin importar dónde estuvieran, lo más importante
lla nueva aventura no solo sería una oportunidad para ellos, sino también un camino para que ella misma siguiera creciendo. Con sus do
partamento para ella y sus dos hijos, Clara y Ethan. Aunque el espacio era modesto, ella lo llenó de calidez, decorándolo
a su mamá a colocar los platos y le hacía preguntas curiosas sobre la ciudad, los edificios y la escuela que pronto comenzaría. Ethan, por su parte, era el revoltoso de la familia. Con su risa contagiosa
ajo? -preguntó Clara un día, m
a para tranquilizar a su hija. -Aún no, cariño,
embargo, la espera comenzaba a preocuparla. El dinero que había ahorrado no duraría mucho tiempo, y cada día que pasaba sin recibir una respuesta aumentaba su a
mbiaría. Preparaba a sus hijos para ir a la guardería y volvía a enviar currículos, chequean