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Amor y tempestad

Capítulo 2 El castigo infinito

Palabras:1550    |    Actualizado en: 06/09/2024

der con algún monosílabo, aunque me sentía humillada por lo injusto de la situación, ya que la mayoría de mis compañeras salían con muchachos desde hacía ya bastante tiempo. Tení

en sus enrojecidos ojos miel, tan parecidos a los míos, que la

re al día siguiente. No estaba de acuerdo con el castigo de mi papá, porque consideraba que era mejor que yo tuviera forma de com

nos mandaban los profesores. Si no iban a permitir que me reuniera con mis compañeras a hacer la tarea, nece

a a saludarme y se quedaba hablando conmigo, sino que actuaba como si fuéramos muy cercanos: me rodeaba con un brazo en presencia de otras personas, me decía algún que otro cumplido y me regalaba aquella

s amigos de Gonzalo, me invitó a su cumpleaños. Le dije am

sábado? -me preguntó Gonzalo durante e

y castigada -re

e parecía buena idea invitar a alguien de tu curso, pero lo convencí de

labras como un halago o como un insulto.

ría ir, per

upongo que puedo invitar a alguna otra chica -soltó, se dio

eron como un ba

orma de ir aunque sea una hora

aran ir, pero tampoco estaba dispuesta a permitir que

¡Nos vemos el sábado

pé de casa. Era tarde, hacía frío y no había nadie en la calle. Sabía que podía pasarme cualquier cosa y mi l

ol

buscar por la esquina de mi casa para ir a la fiesta de Julián?

hora? ¿Te

cupes. Si es mucho lío,

z o quince minutos estar

eraban, iba a tener muchos problemas, si previo a eso algún l

s! -exclamé cua

mpañante. Gonzalo me saludó con un beso en la comisura de

anos a la calefacción para recuperar la

, mejor. Pensé qu

ida. Si mi papá se ent

ijo retirando una mano del volante

un instante, pero me hizo sentir

lguna bebida alcohólica que no supe distinguir y el andar de quien ya ha bebido

de los compañeros de Julián y Gonzalo entre una veintena de adolescentes que bailaban o se juntaban en grupos má

a estridente. Luego me tomó de la mano para guiarme a través de la ge

algo de

o parecía haber nada má

cias. Es

y volvió a tomarme de la ma

l techo?

pero mi voz ape

nca me había gustado la cumbia y menos cuando

er acceder al techo. Gonzalo soltó mi mano, apoyó la lata de cerveza a medio tomar en e

a quedar

e quién sabe cuánto tiempo, crujía bajo mis pies. Me propuse no mirar el suelo mientras ascendía. C

, había sobreviv

ue te da vérti

razón se encogió, Gonzalo estaba muy cerca del borde y había bebido. Un paso en falso y se caería del techo. Por for

ía en mí alguien como él. Yo no era fea, pero no me sentía particularmente bonita. Era consciente de que Gonzalo podía salir con cualquier chica que quisiera si se lo proponía, pero por a

guntó sin mirarme con

que se daría de forma más natural. No era que Gonzalo no me pareciera el indicado, sino que tenía la sensación de

pondí co

ejillas me ardían. Sus labios cálidos se posaron sobre los míos y su lengua buscó refugio en mi boca. Pese al sabor amargo de la cerveza,

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