En Las Garras Del Jefe
zó a desmoronar la calma, como una so
┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈
ia Ma
s un contraste entre la frialdad académica y la calidez de las discusiones de los estudiantes. Nos encontramos al final del aula, Elisa y yo, en nuestros asientos preferido
rra es el único sonido que llena el aire hasta que se dirige a la clase. Mientras tanto, yo no hago más que mirar el libro frente a mÃ, las palabras se deslizan por m
suave, pero sus ojos reflejan una preocupación sincera. Ella siempre tiene el
con una sonrisa forzada
e a centrarse en su cuaderno. Su silencio es un alivio. No es que no confÃe en ella, sino qu
atrapada en una creciente tensión que se asienta en mi pecho como una piedra pesada. Hay una sensación de inmine
isa y yo recogemos nuestras cosas y nos unimos al flujo de estudiantes que salen del edificio. El sol brilla c
s reconfortante, y aunque estoy deseando distraerme, no tengo fuerzas para rechazarla. Tal vez,
e entre la multitud con la gracia de alguien que conoce bien el entorno, saludando a conocidos y lanzando sonrisas a todo el mundo. Yo, e
, sus palabras fluyen con naturalidad, pero mi mente sigue en otro lugar. A veces, me doy cuenta de lo alienada que me siento
, cesa su charla repentinament
en serio,
ratando de transmitir
o muchas cosas
. Levanto la vista y me encuentro con los ojos oscuros y profundos de Marco. Su presencia repentina me sorprende, y un escalofr
su tono grave y contenido-. Hay algo
o la imagen de la calma y la discreción, asà que el hecho de que me haga sentir esta inquietud revela que algo es
larmar a Elisa, me observa con curiosidad. Su mirada es inquisitiva, y au
, sus ojos buscando respuesta
de que mi tono tranquilizador sea suficiente para alejar cualquie
y me dirijo hacia la salida, sintiendo la presión de sus ojos en mi espalda. La sensación de estar a punto de cr
fila, esperando como sombras discretas en la penumbra. El uno al lado del otro, su presencia es un recordatorio constante de que hay una
el nudo de inquietud en mi estómago. Las respuestas ambiguas siempre logr
a, -responde Marco sin ofrecer más d
distante en mi vida. Sus viajes constantes, sus reuniones sin explicación... Siempre ha estado claro que su trabajo es importante, lo suficiente como para que la seguridad
Las luces de la calle pasan rápidamente por la ventana mientras Marco conduce con una habilidad que denota añ
e, atrapada entre la preocupación y la curiosidad, se debate entre hacer preguntas y mantener el silencio. La ruta que
ltos muros y con una apariencia que mezcla la opulencia con un aire de desolación, se alza en la penumbra. Una
mi voz temblando ligeramente mien
Ã, y por un breve momen
es, -dice antes de abrir
peso de la incertidumbre sobre mis hombros. La puerta de entrada se abre antes de que pued
voz grave y autoritaria-. El señor
elegantes tapices. Cada paso que doy me acerca a una revelación que temo y deseo conocer a la vez. La a
ntro en un despacho opulento, decorado con muebles antiguos y una biblioteca repleta de libros encuadernados en cuero. Mi padre
do de mantener la cal
profunda y serena como siemp
e mi padre quisiera discutir algo conmigo, pero el tono que usaba esta vez era diferente
, -añadió, levantando la mirada hacia mÃ-. Un
ez que se iba, y sabÃa que no serÃa la última. Sin embargo,
atando de sonar despreocupada, aunque la int
les que tenÃa delante-. Pero no quiero que te quedes sola en la casa dura
lguna conversación fugaz o en las reuniones que mi padre solÃa organizar. Algo en su
o ir a ningún lado. Estoy bien aquÃ. A
ra suficiente para persuadirlo, pero sus ojos me dej
tante-. Es por tu seguridad y tranquilidad. Enzo es un buen