En Las Garras Del Jefe
ido, cada decisión revela un secret
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reflejo de algo que ya no me pertenece. El viento nocturno acaricia mi piel, pero no siento frÃo. Estoy acostumbrada a este vacÃo, a este silencio que he cultivado c
e nadie, absolutamente nadie, ha llegado a ver más allá de lo que yo permito. La imagen que presento al mundo es perfecta: la chica que lo tiene todo, la hija perfe
e me ha parecido irónico cómo todos me ven como esa chica fuerte, inquebrantable. Si supieran la verdad... Si supieran lo
moronará. Todo lo que he trabajado tanto por construir, todas las mentiras, todas las
puedo recordar. Un pequeño amuleto de plata que no tiene un valor especial para nadie más que para mÃ. Es mi único vÃnculo con el pasad
ahÃ, esperando en las sombras, listos para saltar en cuanto mi guardia baja. A veces, me pregunto cuánto tiempo más podré mante
e ocurre en mi mente. Para él, sigo siendo su pequeña niña, la hija perfecta que nunca le causa problemas. Pero esa niña y
endurecida, más fuerte, más frÃa. Una versión que sabe lo que es el miedo y
ena a todo lo que alguna vez fue importante para mÃ. Pero esa es la clave, ¿no? Fingir que todo está bien, qu
abe cómo luchar y sobrevivir? A veces me pregunto si todo este esfuerzo vale la pena. Si al final, t
dudar. No hay espacio para la debilidad. Lo que está hecho, está hecho. No puedo ca
puerta. Las sombras en las esquinas parecen susurrar, como si intenta
tren en mi mente, entonces todo se desmoronará.
n la mano en el picaporte. Una pregunta cruza mi mente, una qu
ue estoy ocultando termina
rece tan vacÃo sin el calor de una verdadera vida. Todo está en su lugar, cuidadosamente organizado, pero no hay nada que revele l
ece eco de un pasado que nunca deja de seguirme, y me obliga a recordar que, a pesar de las apariencias, no soy más que una prisionera de
urna, con todo el mundo sumido en su propio mundo de secretos y mentiras. La familia que cree conocerme no tiene idea de la verdad. Son ajenos a las luchas i
mirada dura. No me sorprende que esté vigilando cada rincón de la casa, dada la naturaleza de su trabajo. Todos aquà están sujetos a un nivel de vigilancia
nte. No permito que mi expresión cambie, ni siquiera un poco. Es un truco que he perfeccionado: la capacidad de
do en mà una responsabilidad que no comprendo del todo, y aunque creo que sé lo que está en juego, hay secretos que están fuera de mi
igos y reglas, y a menudo me encuentro preguntándome qué tan profunda es la red en la que estoy atrapada. Mi padre, a pesar de todo, está
n recordatorio de lo vulnerable que realmente soy, a pesar de todos mis esfuerzos por aparentar
la de confort y evasión. AquÃ, entre las páginas de los libros y el olor a madera antigua, encuentro un momento de paz que rara vez pued
jo, mis pensamientos regres