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NAHIBARU -Dios o mítologia

Capítulo 7 capt 7 Crimen y avaricia

Palabras:2166    |    Actualizado en: 24/05/2024

acerca a Caetano y detenién

ahora ese hombre nos culpa porque plantea que usted y esos cadáveres que de seguro fueron quienes ocultaron la imagen del dios en la roca desafiaron to

é que lo sacrifiquen como a una res en el matadero. Aclárale que

etrocede unos pasos moviendo su arco en dirección a todos los expectan

espeto. Los ancestros no perdonan tales agravios y como los restos de esos desconocid

ntra su costado izquierdo porque en la otra mano ya tiene de nuevo el fusil, y acopian

proteger sus tierras y forma de vida. Que se quite de la entrada del pasadizo o me veré obligado a ordenar a que mis hombr

rte Américo, aunque en tono más dócil una vez más le manifiesta al indígena la decisión de su intransigente y avaro patrón, a sabiendas de que esto no apacigu

o llegará a ninguna parte, el

us creencias, pero se pregunta cuál de nosotros lo está para recibir el veneno que tiene untado en

naza, temerosos buscan parapetarse detrás de sus compañeros y aglomerados retroceden cuál bulto asustadizo que únicamente es detenido cuando topan sus espaldas contra las paredes, pues ninguno está listo para morir. Caetano viendo la cobardía de sus empleados, no tie

ue no fue él quien profano lo idolatrado, ya que lo encontró oculto en la roca y le asegura que no se opondrá a que sea d

extensa zona inclina la cabeza y murmura entre dientes, entonces camina hasta arrodillarse ante la pequeña imagen, la frota con sus m

e unos pasos hacia su costado más libre, a la par de levantar con

o ya es demasiado tarde para evitarlo, más no el lograr, ven al indio caer con el cráneo destrozado, es a la sazón que escuchan un leve quejido y a cont

a bestia de enci

asesinato del indígena, Caetano aprovecha el desconciert

cedió? ¿De qué bestia hablas? —le interroga Cabral

tratase de ubicarse o recordar lo que le pasó y pasados unos desesperantes minutos de incertidumbre, paulatinamente su mirada va recobrando el brillo ha

xclama señalando a Cabral—Y a una anaconda, pero, dónde

rincipio y lo hicimos muy cerca, una enorme esa boa que mencionas, lo que no comprendemos es

yo? —pregu

dor y buscando la aceptación del patrón, quien le asiente con la mirada y a su vez

rota las manos y las piernas, como si aún sintiera una desconocida corriente pasar por su

ba de las fogatas, menos veía en la oscuridad… En un momento que estaba agazapado observando a ese horrible ser, fue que aprecié muy cerca el zigzagueo de una enorme anaconda que me estaba emboscando y la muy condenada se abalanzó contra mí. Apenas pude interponer el fusil entre su boca y mi cuerpo, aunque no logró morderme, la fuerza con que se enrollaba en mi cuerpo era descomunal y logró derribarme y envolverme en ese abrazo del que ningún ser vivo logra zafarse… Ya estaba convencido de que mi falta de juicio y arrogancia me llevaría a ser tragado y entre tanta desesperación y pánico por no poder gr

rentes opiniones en los que finalmente no se pon

erta —le esclarece Eduardo, dándole unas palmad

rupo toma la palabra y miránd

que ya perdimos demasiado ti

me duele todo el cuerpo,

rguen en la parihuela todo lo amontona

más, esa misma tarde Bastidas y los otros también llegaron, los indígenas que les acompañaban con sus perros se establecieron cerca, aguardando por la llegada del compañero que continuaba con el gru

buen resguardo lo que encontraron de los viajeros del norte dentro de la gruta, parte al encuentro de Oliveira, pero los aborígenes se interponen en su camino, indagando por el que los acompañaba, a lo que Américo responde que la bestia llamada Nahibarú le mató durante noches atrás mientras intentaban cazarla y entre protestas y maldi

aún aguarda con sus vagones a medio llenar… Sabes que tu imprudencia ha costado miles de cruze

sos que confeccionan en los Estados Unidos y que a pesar de ser sobrio, ya hace mucho que pasó de moda en la gran nación. C

es bien que a un Sampaio no se le habla de ese modo y menos delante de un sub

ezar con una de las sillas se detiene. Cabral quien se ha mantenido expectante, sonríe

a que alguien prepare comida y

nda, don José, con un tono de

, los jefes están coléricos con tu acción, aunque en Manaos r

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