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CEO INTENSO

Capítulo 5 gran problema

Palabras:1374    |    Actualizado en: 26/02/2024

e lo dijo? - Perdon. Nunca debí haber considerado algo así. — Levanta el vaso de cerveza y pruébala con la cabeza gacha. Al menos tiene la decencia de parecer avergonzado. — Después de que nos sep

están poniendo a prueba, así que no aparto la mirada. — Escuché que ayer te encargaste del asunto de Yago. — No puedo contenerlo, resoplo y su ceño se arruga. — Perdón por ser grosero, pero por la forma en que lo dijiste, parece que el chisme que está pasando es cierto. — Actualízame, por favor. — Cruza las manos sobre la mesa y se inclina ligeramente hacia adelante. — No creo que necesite conocer los chismes detrás de escena. — Me gusta saber absolutamente todo, esta es la razón principal por la que anoche me molestó tanto la noticia de Yago. Vamos, quiero saber qué está pasando. — No tiene nada que ver con… — Miro a mi alrededor y bajo el tono. - Bebé. — ¿Entonces nadie lo sabe? — Hasta donde yo sé, solo dos guardias de seguridad y tú. — Me encojo de hombros. - ¿Y? — Mi jefe dijo que yo me ocupaba de los negocios del baterista y el rumor es que ahora soy su perra. Perdon. —Me tapé la boca con la mano. No puedo creer que le haya dicho esas palabras a una mujer que ni siquiera conozco bien. La razón de esto es la falta de sueño. Patricia se burló de mí toda la noche. Cuando finalmente durmió, yo era la que estaba sin dormir. - Eso es bueno. - ¿Bien? — Abro mucho los ojos. — No es bueno en ese sentido. Pero me alivia que nadie sepa sobre el bebé. Después de las últimas travesuras de Mel, la prensa se nos echa encima como buitres. Irían de fiesta con un heredero del conquistador de la banda. Mi migraña comienza con sólo pensar en ello. — Frótate la frente con los pulgares. Muerdo la cutícula de mi pulgar esperando que continúe. Juro que entiendo que el bebé es una bomba para la prensa, pero no podré seguir trabajando aquí si murmuran sobre mí a cada minuto. Soy callada, reservada, pero no tengo sangre de cucaracha. Pero no puedo darme el lujo de tirar el dinero. Lo necesito. Lo cual apesta. — ¿Ha pensado en una solución para Murilo? — Intento cambiar el foco de mis pensamientos. — Pensé que estabas más preocupado por tu reputación. — Levanta su impecable ceja. La mujer debe tener unos cuarenta años, pero es una mujer grande. Mucho más bonita y ordenada que muchas mujeres jóvenes. Eso me incluye a mí. — No es mi reputación lo que me preocupa. Sin embargo, lo que todavía

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