La pasante del CEO
ra alistarse, todas las noches salía con algún tipo, muy pocas veces era el mismo, solamente mantenía relaciones algo más duraderas con aquellos que tenían la posibilidad de darle la "buena vida" que
ores de esta historia les ha pasado, así
aprender a hacerse sus cosas por sí misma, limpiar la casa, lavar sus
os dieciséis años comenzó a salir sola con sus amigas, esperaba a que su madre se fuera a sus
moda y como Leana era bastante grande para su edad, le quedaba la rop
que frecuentaba el bar, no lo conocía y nunca había hablado con él, pero resaltaba entre todos siempre, era alto, muy alto, tenía el pelo rubio, los ojos color avellana y una sonrisa increí
él estaba dentro del bar, los viernes siempre llegaba temprano y se iba tarde, no podían ent
ta del bar, unos pocos minutos después lo vio dirigiéndose hacia la salida, retrocedió unos pasos, tomó su móvil en las manos y com
ra mucho más grande de lo que se pensaba. De un momento a otro, Leana sintió las grandes manos de él sobre sus hombros, solo la solt
cer más que quedarse unos segundos embobada, esos ojos color avellana eran preciosos y al mirarlos de cerca
dónde caminaba -en su interior no creía que finalmente estaba hablando con él y para
me llamo Polo, un placer conocerte... -dijo dejando
ana -le respondió el
nombre, le pega perfect
acían, su tez era muy blanca, su cabello castaño bastante oscuro y eso hacía que el color de sus ojos resaltara más
Ven, vamos a sentarnos te llevaste un buen susto -le rodeó la cintura con su brazo y la llevó a un banco que
terminado -declaró un
lo primero que le vin
l, pero aprender primeros auxilios nunca e
edad, al parecer el maquillaje y el vesti
o te lo explicaré después -se sentó a su lado y con su dedo índice comenzó a trazar un recorrido desde su rodilla hasta el muslo y cada
do que sería especial para que pudiéramos conversar más -le sugirió él
en pánico, eché su móvil en el bolso, se pus
ngo que madrugar, es hora de que me vaya -y sin esperar
a pudo olvidar su mirada fija y sus ojos clavados en los míos con esa sonrisa pícara que le regaló