ENTREGADA A LOS PLACERES DEL MILLONARIO
la
o llegar hasta mi señor, pero siempre
ciente como para agarrarme a su camisa, desapareció por completo. Me derrumbé en el suelo y sollocé lo ú
hacia la realidad todo el tiempo que pude. Sabía que el amanecer de un nuevo día se llevaría cons
ó luchar sucio. -Tienes otra sorpresa del señor, pero supongo que si no la quieres yo... - No tuvo tiempo de terminar ese pensamiento, porque a la me
mi celular entre las manos y ver
Speedy, una cosa cad
en de pie justo dentro de las puertas abiertas del balcón. Rápidamente me arrebujé en las sábanas tratando de cub
a? -preguntó la
a Aria, pero mantuve la mirada fija
amos -chilló tirá
-. Me sonrojé mirando mi
bella desconocida habló-: Está bien, señora,
balcón había sido cubierto y elaborado pa
mi falta de habl
con la boca abierta. -Lo siento, no he podido evitarlo, el señor dejó claro que esta vez no se darían nombres. Ahora v
ane. Ella era definitivamente una maestra en su oficio, mi cuerpo s
s mimosas que nos habían preparado. Nunca me habían impresionado las grandes fanfarrias, pero sin dud
fue que era totalmente inconsciente de lo hermosa que era, a pesar de que era absolutamente impresionante con el pelo rubio oscu
erarla una amiga. Eso hizo que mi decisión de trasladarme a la ciudad fuera m
a inquietarme un poco. ¿Habría cambiado de opinión? ¿Se había roto el trato por mi pequeña c
s sin respuesta e inseguridades, mientras i
o nos dimos cuenta de que llevábamos horas hablando. Aria le prometió a Jane, mientras recogía su equipo pa
a al trabajo. El estrés de la sala del tribunal y de un nuevo bufete de
de cenar. Esta noche nos habían citado en la casa de su madre. Insistió en que tuviéramos una
mis amigos, que sabían lo que había pasado anoche, pero er
eía tan demacrada como antes, pero aún tenía los ojos un poco hinchados de tanto llorar y las ojeras de mi intranquilo sueño nocturno sólo se habían desv
a tener una cena en familia, debían ocuparse tanto de mi a pedido de mi señor. No entendía nada. Azul, había venido
Gucci, que me sentaba como una segunda piel. Mentiría si dijera que la i
Provocateur y mis tacones abiertos de Christian Louboutin, todos regal
! Tienes que termina
Azul, pero ambas me aseguraron que no tenía nada de qué preocuparme. Segur
ue me dirigieron. Dejando a un lado la paranoia, completé mi conjunto con las jo
e dirigí a reunirme con los demás. Cuando entré en la sala familiar, habría jurado que oír a Lea
ba paranoica. Me estaban ocultando algo, pero ¿qué? Como no me gustaba sentirm
algo a León? -Los había oído mencionar su nombre, aunque estaba pasando
ia Aria, como si en silenc
asado nada y nadie está cuch
a. Después de todo solo podía pensar en mi señor, y aunque también Leó
hasta que todos salieron
mpresa. Aria, en cambio, se mantuvo inquietantemente distante durante todo el trayecto, resp