La voz que despertó mi primavera
empre demasiado temprano, prefiriendo evitar el intercambio de miradas en su camino en dirección a la escuela, nunca durante el transporte sino en los pasillos. Tampoco quería ser el primero, como
s antes de clase para salir. Suficientes alumnos, suficiente movimiento entre los demás para pasar desapercibido.
entrar al aula, que siempre tiene que darse cuenta que habrá cuando menos
idecer y congelarse. Un pequeño error que sucede todos los días, ¿podría eso llamarse un error? ¿No podría asumirse que se está buscando una pelea? Porque los breves segundos en que tiene ojos azules en su mi
de la preparatoria. Tal vez el único que no es un verdugo ni un ángel. Simplemente
articular, aquella mirada se afilara mientras se callab
silencioso, temiendo que escucharan su
un paso en frente al aula a buscar su lugar, el escondite fren
la pared a un lado de la puerta. "Mierda" hubiera querido decir, por la presión en los moretones adoloridos del día anterior, y del anterior y anterior, y por la sorpresa qu
esariamente demasiado cerca para una conversación, pero perf
volaba más de diez centímetros. Otros dos chicos, qui
mismo, riéndose-. ¿Qué te
ue le dolía sonreír o hacer cualquier gesto. Lo cierto es que estaba paralizado y entumecido. ¿Así
te? Probablemente. ¿Dónde estaba Él? Por un hueco entre los gigantes apenas v
tres golpes con la palma de la mano en el hombro a Damián. En ese punto qu
jo el segundo entre carcajadas, burlándose
ima del hombro, enfureciéndose rápidamente-. Si no era para reírnos, ¿por qué v
que matones como él poseían para jugarse con diálogos, situaciones y premisas
. Alguien mucho más valiente, fuerte y ágil habría resp
el pr
, incluso las más grandes, de miedo y respeto? Recordó que la gente solía moverse así por su padre. No siguió a los demás inmediatamente, sino después de sentir las piernas menos temblorosas y la sangre fluyendo otra vez. No val
ana a tres filas de donde estaba. Un azul claro que le recordara que el día apenas e
a que no existían y sólo anunciaban problemas, Él seguramente lo sintió y vo
norgullecerse con ironía de su capacidad de resignación, del pasado, de su presente y del dudoso futuro que tenía. No podí
o. No pedía clemencia, ni lástima ni mise
que suponía la entrada a su madriguera, porque ya estaba demasiado dolori
murmuró, pero n
modos iban a golpearlo, entregándola o no, pero le ganaba tiempo para relajarse y dormir entre los anaqueles de libros. En casa al menos n
rsonas diferentes, si se reían o le gruñían. Sólo sentía el usual dolor, la creativa humillación de ser escupido, lanzado y pateado. Damián no era siquiera
a huir. Subir tres pisos a la enfermería para tomar algo que no le serviría de nada, además de aumentar sus probabilidad
lagroso pasaría. Tal vez sólo habría un silencio, un punto final, no tenía que ser la mue
ídos dejaban de estar entumecidos, como si hubieran r
ada y había perdido el transporte, y tendría que esperar otra hora, con suerte cuarenta
a cada respiro, ya fuera p
escuchó detrás,
opios autos. Quizá vio a alguna anciana o personal de intendencia esperando ahí con él, pero eso era a las largas horas de la noche. El asiento de espera era viejo, pero aún funcional pese a la falta de uso, con una brillante luz blanca que en días como ese, a veces se opacab
regó quien detrás suyo se aproximaba, sabiéndolo porque la voz se
él, pero sabía que era la única persona ahí, y probab
o y estaba húmedo, y ahora se sentía
rdad? -escuchó ahora al costado. el otro se
ente venía por él. ¿Y qué se supone que le haría? ¿Qué cosa difere
iente para un ambiente donde sólo estaban ellos dos. Deseaba sonar lo suficientemente asustado para no
te ll
o debía espera
Dam
es el hijo del
astardo" aunque lo que era era mucho más complejo que sólo ser un hijo extramarital. Damián era más como un a
odía escapar de eso, no importa a dónde fuera. Le temía a ese hombre, mucho más q
ró todavía
ar el mismo camión de
lejos de aquí,
l gobernado
no viv
...
maba detonaba la mofa que le hacían. Y quizá eso era lo único que terminaba de destruir su espíritu. A su cuerpo podía tomarlo y levantarlo,
Sav
e ahí seguramente. Los compañeros lo molestaban ya sólo como una rut
te du
as lágrimas que se le acumulaban en los ojos. En el izquierdo resultaba particularmente incómodo. Después una
tas algo
dar después de una pregunta y antes de una respuesta. Evid
ar, y aún así tuvo el valor de alzar la mirada y girar a ver a su acompaña
és so
ndolo fijamente, o dentro de él. La mirada le recordó a la de su padre y a la de la gente que lo rod
Hm
«¿puedes dejarme en paz?» o algo torpemente brusco pero aún comedido. Él parecía saberlo, y
–y
ra vez. Él estaba muy cerca, más de lo que había anticipado. S
ente inflamado y que le impedía abrir el ojo y que ya no tenía cubierto. Le
. Era tal vez la primera vez que lo había visto tan cerca y con oportunidad de escanearlo completamente, y Él le estaba dando esa oportunidad, como si disfrutara de ser observado. Los demás se habrían impuesto a que viera al suelo, que desviara la mirada. Pero Él, nuevame
nclusión sólo porque tenía una ca
mejilla izquierda, evitando que volteara. Contrario a su pronóstico ante cualquier toque, el roce no dolió aunque era firme, casi como si en vez de girar su cuerpo, hubiera manipulado el aire, sin presión, sin fuerza. Pero era
ó y paralizó. «Corre», pero, ¿a dónde? No necesitaba medirse contra
susurraba y Damián asintió, presa de un pánico del
que se hacía en el susurro. Era tentador, como si la muerte le estuviera hablando. Quizá era un sueño, el previo
n incredulidad, temblando. Él lo le
da pena. Claro que un animal no lo merece, pero una persona como tú, eso no lo sé. Pero cuando
antes de que un sollozo se le fuera. Estaba siendo roído, torturad
ce que m
o lo c
do, pero tomándolo con ligereza, porque no era nada grave. Claro que Damián no le creía
ro ay
ara
ales. Absurdas incluso. Pero el fin, ahí era donde cambiaba el valor, si el asunto era viable, con sentido, si podía realmente creerle. Él no esperaba es
s no van contigo, ¿verdad? Yo quiero algo
e una persona, pero no lo culpaba a Él por ser el primero
ersación en vez de directamente ser tumbado en la banquet
seguía
omo
an y tu familia te repudia. No tienes nada. Incluso si quisieras
upiera y nada que fuera
ólo haces lo q
y menos contra alguien que perdería contra una chica de cincuenta kilos. ¿O eran cuarenta y cinco? Cómo sea, e
sí. Te dejaron poco más que molido. ¿Jugarías con una muñeca atropellada?, ¿tendrías una
mpletamente convencido de que nada de lo que escuchaba era una buena idea. Estaba siendo reducido cada vez a menos, y aún así, la
nas razones para desearlo. Esto terminaría, Damián. No más tundas, ni amenazas. Ninguna de tus cosas volvería a ser escondida
quier cosa. La declaración de una broma, pero no la expectante
luz del autobús que iba llegando a unos metros le
Es tarde. Ten u
l vehículo, sin darse cuenta cómo Él se sa
Sólo porque no te golpeó no significa que sea mejor.
. Él tenía razón y lo asustó mucho. ¿Podría haberlo seguido? ¿Y para qué? Fue honesto en su punto, aunque no sabía si en los métodos también. Pero t
y se metía directamente en la cama como una rata buscando un hueco para esconderse. Sentía que Él era una persona peligrosa,
ado de la clase. Miró entre los mensajes, siempre eran los mismos quienes dominaban el diá
ntestado, pero sabía que nadie necesitaba contemplarlo. L
s irreconocibles
ad, re
ajes, me per
de emojis y mensajes
era estoy
enviaré un correo adjuntando el
o mañana, y no hablo del documento.
sa, y otros con
isto algunas veces en el estacionamiento cuando lo cruzaba, con un grupo de chicos y chicas. Conrad era popul
idencias de la escuela, lo encontró como primer opción en el despliegue. Obviamente no eran cuentas amigas
misma cuenta que sí e
ión de la preparatoria, y Dantte era muy formal, pero tenía un rostro amable. Su perfil decía que estaba en la universidad, pero que trabajaba también en la preparatoria sin especificar en qué. Todas sus fotos eran de eventos con pies de foto descripti
da -g
cía incluso como colega de su padre, estrechados, con ropa casual y en un re
ufici
scura sino que lo apagó. No necesitaba la alarma del
ás miedo. Creía tan cierto que ellos t
nsó y en la caricia espeluz