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La voz que despertó mi primavera

Capítulo 2 Jueves 4 de septiembre

Palabras:4333    |    Actualizado en: 24/07/2023

empre demasiado temprano, prefiriendo evitar el intercambio de miradas en su camino en dirección a la escuela, nunca durante el transporte sino en los pasillos. Tampoco quería ser el primero, como

s antes de clase para salir. Suficientes alumnos, suficiente movimiento entre los demás para pasar desapercibido.

entrar al aula, que siempre tiene que darse cuenta que habrá cuando menos

idecer y congelarse. Un pequeño error que sucede todos los días, ¿podría eso llamarse un error? ¿No podría asumirse que se está buscando una pelea? Porque los breves segundos en que tiene ojos azules en su mi

de la preparatoria. Tal vez el único que no es un verdugo ni un ángel. Simplemente

articular, aquella mirada se afilara mientras se callab

silencioso, temiendo que escucharan su

un paso en frente al aula a buscar su lugar, el escondite fren

la pared a un lado de la puerta. "Mierda" hubiera querido decir, por la presión en los moretones adoloridos del día anterior, y del anterior y anterior, y por la sorpresa qu

esariamente demasiado cerca para una conversación, pero perf

volaba más de diez centímetros. Otros dos chicos, qui

mismo, riéndose-. ¿Qué te

ue le dolía sonreír o hacer cualquier gesto. Lo cierto es que estaba paralizado y entumecido. ¿Así

te? Probablemente. ¿Dónde estaba Él? Por un hueco entre los gigantes apenas v

tres golpes con la palma de la mano en el hombro a Damián. En ese punto qu

jo el segundo entre carcajadas, burlándose

ima del hombro, enfureciéndose rápidamente-. Si no era para reírnos, ¿por qué v

que matones como él poseían para jugarse con diálogos, situaciones y premisas

. Alguien mucho más valiente, fuerte y ágil habría resp

el pr

, incluso las más grandes, de miedo y respeto? Recordó que la gente solía moverse así por su padre. No siguió a los demás inmediatamente, sino después de sentir las piernas menos temblorosas y la sangre fluyendo otra vez. No val

ana a tres filas de donde estaba. Un azul claro que le recordara que el día apenas e

a que no existían y sólo anunciaban problemas, Él seguramente lo sintió y vo

norgullecerse con ironía de su capacidad de resignación, del pasado, de su presente y del dudoso futuro que tenía. No podí

o. No pedía clemencia, ni lástima ni mise

que suponía la entrada a su madriguera, porque ya estaba demasiado dolori

murmuró, pero n

e paz y seguridad de que nada ocurriría. Los intermedios, el almuerzo, el final, eso

modos iban a golpearlo, entregándola o no, pero le ganaba tiempo para relajarse y dormir entre los anaqueles de libros. En casa al menos n

rsonas diferentes, si se reían o le gruñían. Sólo sentía el usual dolor, la creativa humillación de ser escupido, lanzado y pateado. Damián no era siquiera

a huir. Subir tres pisos a la enfermería para tomar algo que no le serviría de nada, además de aumentar sus probabilidad

lagroso pasaría. Tal vez sólo habría un silencio, un punto final, no tenía que ser la mue

ídos dejaban de estar entumecidos, como si hubieran r

ada y había perdido el transporte, y tendría que esperar otra hora, con suerte cuarenta

a cada respiro, ya fuera p

escuchó detrás,

opios autos. Quizá vio a alguna anciana o personal de intendencia esperando ahí con él, pero eso era a las largas horas de la noche. El asiento de espera era viejo, pero aún funcional pese a la falta de uso, con una brillante luz blanca que en días como ese, a veces se opacab

regó quien detrás suyo se aproximaba, sabiéndolo porque la voz se

él, pero sabía que era la única persona ahí, y probab

o y estaba húmedo, y ahora se sentía

rdad? -escuchó ahora al costado. el otro se

ente venía por él. ¿Y qué se supone que le haría? ¿Qué cosa difere

iente para un ambiente donde sólo estaban ellos dos. Deseaba sonar lo suficientemente asustado para no

te ll

o debía espera

Dam

es el hijo del

astardo" aunque lo que era era mucho más complejo que sólo ser un hijo extramarital. Damián era más como un a

odía escapar de eso, no importa a dónde fuera. Le temía a ese hombre, mucho más q

ró todavía

ar el mismo camión de

lejos de aquí,

l gobernado

no viv

...

maba detonaba la mofa que le hacían. Y quizá eso era lo único que terminaba de destruir su espíritu. A su cuerpo podía tomarlo y levantarlo,

Sav

e ahí seguramente. Los compañeros lo molestaban ya sólo como una rut

te du

as lágrimas que se le acumulaban en los ojos. En el izquierdo resultaba particularmente incómodo. Después una

tas algo

dar después de una pregunta y antes de una respuesta. Evid

ar, y aún así tuvo el valor de alzar la mirada y girar a ver a su acompaña

és so

ndolo fijamente, o dentro de él. La mirada le recordó a la de su padre y a la de la gente que lo rod

Hm

«¿puedes dejarme en paz?» o algo torpemente brusco pero aún comedido. Él parecía saberlo, y

–y

ra vez. Él estaba muy cerca, más de lo que había anticipado. S

ente inflamado y que le impedía abrir el ojo y que ya no tenía cubierto. Le

. Era tal vez la primera vez que lo había visto tan cerca y con oportunidad de escanearlo completamente, y Él le estaba dando esa oportunidad, como si disfrutara de ser observado. Los demás se habrían impuesto a que viera al suelo, que desviara la mirada. Pero Él, nuevame

nclusión sólo porque tenía una ca

mejilla izquierda, evitando que volteara. Contrario a su pronóstico ante cualquier toque, el roce no dolió aunque era firme, casi como si en vez de girar su cuerpo, hubiera manipulado el aire, sin presión, sin fuerza. Pero era

ó y paralizó. «Corre», pero, ¿a dónde? No necesitaba medirse contra

susurraba y Damián asintió, presa de un pánico del

que se hacía en el susurro. Era tentador, como si la muerte le estuviera hablando. Quizá era un sueño, el previo

n incredulidad, temblando. Él lo le

da pena. Claro que un animal no lo merece, pero una persona como tú, eso no lo sé. Pero cuando

antes de que un sollozo se le fuera. Estaba siendo roído, torturad

ce que m

o lo c

do, pero tomándolo con ligereza, porque no era nada grave. Claro que Damián no le creía

ro ay

ara

ales. Absurdas incluso. Pero el fin, ahí era donde cambiaba el valor, si el asunto era viable, con sentido, si podía realmente creerle. Él no esperaba es

s no van contigo, ¿verdad? Yo quiero algo

e una persona, pero no lo culpaba a Él por ser el primero

ersación en vez de directamente ser tumbado en la banquet

seguía

omo

an y tu familia te repudia. No tienes nada. Incluso si quisieras

upiera y nada que fuera

ólo haces lo q

y menos contra alguien que perdería contra una chica de cincuenta kilos. ¿O eran cuarenta y cinco? Cómo sea, e

sí. Te dejaron poco más que molido. ¿Jugarías con una muñeca atropellada?, ¿tendrías una

mpletamente convencido de que nada de lo que escuchaba era una buena idea. Estaba siendo reducido cada vez a menos, y aún así, la

nas razones para desearlo. Esto terminaría, Damián. No más tundas, ni amenazas. Ninguna de tus cosas volvería a ser escondida

quier cosa. La declaración de una broma, pero no la expectante

luz del autobús que iba llegando a unos metros le

Es tarde. Ten u

l vehículo, sin darse cuenta cómo Él se sa

Sólo porque no te golpeó no significa que sea mejor.

. Él tenía razón y lo asustó mucho. ¿Podría haberlo seguido? ¿Y para qué? Fue honesto en su punto, aunque no sabía si en los métodos también. Pero t

y se metía directamente en la cama como una rata buscando un hueco para esconderse. Sentía que Él era una persona peligrosa,

ado de la clase. Miró entre los mensajes, siempre eran los mismos quienes dominaban el diá

ntestado, pero sabía que nadie necesitaba contemplarlo. L

s irreconocibles

ad, re

ajes, me per

de emojis y mensajes

era estoy

enviaré un correo adjuntando el

o mañana, y no hablo del documento.

sa, y otros con

isto algunas veces en el estacionamiento cuando lo cruzaba, con un grupo de chicos y chicas. Conrad era popul

idencias de la escuela, lo encontró como primer opción en el despliegue. Obviamente no eran cuentas amigas

misma cuenta que sí e

ión de la preparatoria, y Dantte era muy formal, pero tenía un rostro amable. Su perfil decía que estaba en la universidad, pero que trabajaba también en la preparatoria sin especificar en qué. Todas sus fotos eran de eventos con pies de foto descripti

da -g

cía incluso como colega de su padre, estrechados, con ropa casual y en un re

ufici

scura sino que lo apagó. No necesitaba la alarma del

ás miedo. Creía tan cierto que ellos t

nsó y en la caricia espeluz

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