La voz que despertó mi primavera
ano de cara arrugada y sin cabello, persiguió a Damián con poco más que mald
erdilla -seguía maldiciendo, ya sin
la prim
cho, ¿qué fue
de este mes y n
asta uno más grande y más, pero siempre, con Damián, los pagos no llegaban, y tampoco el dinero para mant
legado el
Es lo que te e
ró los ojos-. Le mandaré u
el lunes sacaré toda tu mierda
lo había golpeado ya con un tubo al llegar tan tarde, incluso cuando ya se había percatado que era él. Sí, el an
la escuela. Podría haberse sentido más tranquilo, pero estaba fatigado física y emocionalmente. Se sintió más enfermo que el día anterior (¿no
ue sólo sería si Damián sentía deseo de eso, aunque pudiera ser mentira, pero hizo
ría para esconderse en un rincón entre un pasillo enmarañado,
ra vez? -pregu
S
. Se llevó los dedos a la cien, c
dices nada. No nací ayer.
nsiderada. Había tratado bien siempre a Damián, y le daba más medicamentos y elementos extra que pudiera necesitar, p
ilencio, dejándose
eñ
¿
rto módulo, pero no me sient
gues. No estaré desde el tercero, pero dejaré abierto
n asi
aci
clases. Los pasillos estaban repletos de nuevo y el nerviosismo se apoderó de él otra vez. Quizá debió esperar un poco
razón se aceleró en pánico cuando uno lo miró, hizo una mueca y después regresó a la conversación con los otros dos. Usualmente c
dulo. Apresuradamente entró y se hun
Conrad estaba recargado en la paleta del pupitre escuchando a alguie
antes de irse. Amaba las camillas de la escuela porque eran especialmente cómodas, al menos más que el frío y delgado colc
que era seguro hicieron un milagro en él. El resto del día po
viernes», se había dicho desde que el anciano lo amenazó. Su pupitre, en cambio, estaba íntegro tal y cómo lo había dejado antes
estaba pasando. Nadie le prestaba atención mientras en
usionarse con eso era muy pronto. Todav
ro de ella, donde habrían volcado sus cosas, apuntes y libros. Damián aún así hizo las usuales copias extra, y esperó af
Miró el cielo y apenas estaba oscureciendo cuando pasaba por el campo trasero donde siempre terminaba tumbad
no esta
tenido ese día, fuera de sí con la mirada en
oscuridad, en la malla ciclónica, dos siluetas pegadas, una de espaldas a la malla y la otra presionándos
e gritó la misma voz que
enos que se lo dijera a la silueta frente a la muchacha, que por la
nso, nervi
o s–s
para ir a la parada. La silueta del muchacho se separaba, ahora sí e
camino. No podía dudar más si quería evitar el problema, todavía tenía una oportuni
s le flaqueaban, ya fuera por el miedo o su debilidad. Se escondió detrás de una camioneta unos minutos, y para su mala suerte escuchó que entraban varias pi
a oscuridad lo empeoraba. No tardó en encontrarse en un callejón
gado? -Un profesor
Q–
mir algo, hágalo en otro lado. Aún pueden sus
ampoco quería hacerlo. Sonaba cansado y parecía querer
mucho. Me i
as no
escabulló en la salida al otro lado, la q
eranza a ella. Escuchó los pasos que lo seguían de nuevo. Volteó sobre el hombro izquierdo a la oscuridad y no
o, donde Damián cayó de rodillas y de manos. Dolían muchísi
us piernas, casi bailaban incómodas. Cuando levantó la mirada y pudo verlo con la poca claridad que po
y con su rostro denotando esa c
do se veía desde fuera. Dios, qué vergüenza fue verlo todo. Fue como una película de suspenso, pero sin el close up, sól
ponerse rojo y ciertamente avergonzado. La sangre en el rostro evitó que siguiera sintiendo el dolor en las rod
Y–
r grabado e
ja de
ncia. De todos modos, Conrad seguía riéndose, aunque intentaba no hacerlo. Tuvo una sensación de com
banca,
ar pasó tu camión. Lo vi de
a! ¡Po
scuchado su propia voz en mucho tie
modos quería pregun
ón regresaba. Él era la misma persona que ofreció comprar su alma y
ueno? ¿
que su rostro lo delatara.
ías haber salido temprano. ¿A qué te quedaste esperando en la biblioteca? Quer
o y pálido al mismo tiempo,
ndo, estaban abrazado
ar a tu novia...
mi novia. Ella
ilencio, proc
ami
otro. Tampoco podía decir que eran ami
ién?»
paranoia, apuesto que
cabeza. Recordó lo
lo hi
amián-. Tú no tienes que preocuparte. Sólo tienes que saber que hoy podrían ser todos los días, pero sin la última parte
a mejo
Parecía querer controlar la sonrisa qu
nto
supone
ner el entusiasmo, aunque nunca perdi
o que y
matar a
rad
pediría al chico ninja que matara por
no le d
nto que quieras detenerte, lo harás y te dejaré en paz. Ret
a peor si hago
tu definic
iré má
tmósfera más pesada que pudiera describir, sin la necesidad de tocarlo y aún así pisotear todo su aire, teniéndolo tan cerca como para ver sus pupilas di
ticulares. Tampoco es que seas especial por ser una víctima. ¿Y
n músculo se moviera, como si un espasmo arruin
dolor. No a los que lo
sustado, temía haberse vuelto menos que un animal. El gesto de ira cambió por el de una sonrisa, esa traviesa y s
ue no me gusta
él. No había ninguna garantía ni algo que lo respaldara. Y
to es que era mejor ser el trapo
S
s entend
. lo que sea que se supo
d con la que habló. Tal vez nunca había estad
o que tú pid
S
e más
con la novia de alguien, o quieras pasarte de listo. Pometido en su vida fue nacer. No necesita
temblar aunque permanecía sentado. Creía que en cu
stuviera convencido, quizá sobreanaliza
tú no me
r
ba... olvídalo. Me alegra que hayas ac
a Damián, no
de manos como cierre del trato le hacían creer que, sí que
que haga t
sonrisa, pero la
¿Por qué le pediría hacer mi tarea
r uno de los mejores promedios. Se le escapó
ar tu
cuchar otra
os demás, ¿no sería igual que ellos? -«¿y no lo ere
eres que
do sin piedad por esos ojos. Finalmente puso ambas manos en sus hombros, no como la mayoría lo hacía para empujarlo o apretarl
ecía íntimo y eso lo inquietó. Conrad estaba cerca, mucho. No tenía el aire de hace un momento donde se veía furioso. Estaba calmado y
ono condescendiente. Damián apretó los labios, mo
da frente al muchacho má
cibió un olor a almendra y la piel tersa. Seguro cuidaba mucho sus manos, largas como un pianista, y
estuviera ahí a menos que hubiera evidencia. Si su boca se abría, ese dedo
uya y cuando se dio cuenta de eso, terminó de juntarlas. Damián gimoteó, como si el ruido de una puerta azotand
as aumentaba, mientras aquel pulgar se movía en su propio eje. No era brusco, no er
sde el pecho. Estaba tan cerca que sintió
ra siempre. No miró a dónde se fue esa mano. No podía. No podía ignorar los ojos que lo tenían atrapado. Escucho la chaqueta de Conrad revolverse, una tapa desprenderse con un "pop" para luego admirar como ap
ivamente se veían más encerados, brillantes. Podría a
mió suficientemente fuerte para que Damián lo escuchara
br
tía más confusión. Una cosa era sentir dolor siempre, al cual podía acostum
diligente. Su cuerpo parecía saber lo
e ve tan mal. Ni siquiera
erpo ajeno se desvaneció. Conrad levantó y extendió la mano del b
e ti puedo tomarlo conti
el bálsamo c
Te lo d
agaban lo llevaban a unas horas antes. Su cuerpo tenía frío mientras estaba acostado en cama, con todas las luces apagadas, pero sus mejillas y hombros estaban caliente
erto. Y no es una sugerencia. Es lo primero que voy a pedirt
io a una esquina, y luego a la otra, y en medio. Vaivén. Listo, luego labio superior. Después apretarlos, separarlos con un sonido ligeramente húmedo... Conrad haciéndolo viviría tal vez en su memoria m
s ojos fuertemente. Indirecto, por
iaría que nos vieran juntos, Damián. Que nos relacionaran o piensen que somos amigos. Lo que tendremos, lo que tenemos ahora-se corr
le, pero no se te vaya a ocurrir querer ha
aré. -Con
poco que me mires. No me tengas confianza. No me busques si tienes un prob
ucho más fácil y agradable que
endería a usar y su utilidad. Grabó el número de Damián en el suyo y lo devo
quí cuando esp
e, debes hacer todo en tu poder para contestarme y hacer
o lo has usado, y si no lo haces asumiré que no quier
más difícil que
ando apretó los labios y los frotó, acariciándose con la cera la parte interna y más lastim