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La voz que despertó mi primavera

Capítulo 3 Viernes 5 de septiembre

Palabras:4172    |    Actualizado en: 24/07/2023

ano de cara arrugada y sin cabello, persiguió a Damián con poco más que mald

erdilla -seguía maldiciendo, ya sin

la prim

cho, ¿qué fue

de este mes y n

asta uno más grande y más, pero siempre, con Damián, los pagos no llegaban, y tampoco el dinero para mant

legado el

Es lo que te e

ró los ojos-. Le mandaré u

el lunes sacaré toda tu mierda

lo había golpeado ya con un tubo al llegar tan tarde, incluso cuando ya se había percatado que era él. Sí, el an

la escuela. Podría haberse sentido más tranquilo, pero estaba fatigado física y emocionalmente. Se sintió más enfermo que el día anterior (¿no

ue sólo sería si Damián sentía deseo de eso, aunque pudiera ser mentira, pero hizo

ría para esconderse en un rincón entre un pasillo enmarañado,

ra vez? -pregu

S

. Se llevó los dedos a la cien, c

dices nada. No nací ayer.

nsiderada. Había tratado bien siempre a Damián, y le daba más medicamentos y elementos extra que pudiera necesitar, p

ilencio, dejándose

¿

rto módulo, pero no me sient

gues. No estaré desde el tercero, pero dejaré abierto

n asi

aci

clases. Los pasillos estaban repletos de nuevo y el nerviosismo se apoderó de él otra vez. Quizá debió esperar un poco

razón se aceleró en pánico cuando uno lo miró, hizo una mueca y después regresó a la conversación con los otros dos. Usualmente c

dulo. Apresuradamente entró y se hun

Conrad estaba recargado en la paleta del pupitre escuchando a alguie

antes de irse. Amaba las camillas de la escuela porque eran especialmente cómodas, al menos más que el frío y delgado colc

que era seguro hicieron un milagro en él. El resto del día po

viernes», se había dicho desde que el anciano lo amenazó. Su pupitre, en cambio, estaba íntegro tal y cómo lo había dejado antes

estaba pasando. Nadie le prestaba atención mientras en

usionarse con eso era muy pronto. Todav

ro de ella, donde habrían volcado sus cosas, apuntes y libros. Damián aún así hizo las usuales copias extra, y esperó af

Miró el cielo y apenas estaba oscureciendo cuando pasaba por el campo trasero donde siempre terminaba tumbad

no esta

tenido ese día, fuera de sí con la mirada en

oscuridad, en la malla ciclónica, dos siluetas pegadas, una de espaldas a la malla y la otra presionándos

e gritó la misma voz que

enos que se lo dijera a la silueta frente a la muchacha, que por la

nso, nervi

o s–s

para ir a la parada. La silueta del muchacho se separaba, ahora sí e

camino. No podía dudar más si quería evitar el problema, todavía tenía una oportuni

s le flaqueaban, ya fuera por el miedo o su debilidad. Se escondió detrás de una camioneta unos minutos, y para su mala suerte escuchó que entraban varias pi

a oscuridad lo empeoraba. No tardó en encontrarse en un callejón

gado? -Un profesor

Q–

mir algo, hágalo en otro lado. Aún pueden sus

ampoco quería hacerlo. Sonaba cansado y parecía querer

mucho. Me i

as no

escabulló en la salida al otro lado, la q

eranza a ella. Escuchó los pasos que lo seguían de nuevo. Volteó sobre el hombro izquierdo a la oscuridad y no

o, donde Damián cayó de rodillas y de manos. Dolían muchísi

us piernas, casi bailaban incómodas. Cuando levantó la mirada y pudo verlo con la poca claridad que po

y con su rostro denotando esa c

do se veía desde fuera. Dios, qué vergüenza fue verlo todo. Fue como una película de suspenso, pero sin el close up, sól

ponerse rojo y ciertamente avergonzado. La sangre en el rostro evitó que siguiera sintiendo el dolor en las rod

Y–

r grabado e

ja de

ncia. De todos modos, Conrad seguía riéndose, aunque intentaba no hacerlo. Tuvo una sensación de com

banca,

ar pasó tu camión. Lo vi de

a! ¡Po

scuchado su propia voz en mucho tie

modos quería pregun

ón regresaba. Él era la misma persona que ofreció comprar su alma y

ueno? ¿

que su rostro lo delatara.

ías haber salido temprano. ¿A qué te quedaste esperando en la biblioteca? Quer

o y pálido al mismo tiempo,

ndo, estaban abrazado

ar a tu novia...

mi novia. Ella

ilencio, proc

ami

otro. Tampoco podía decir que eran ami

ién?»

paranoia, apuesto que

cabeza. Recordó lo

lo hi

amián-. Tú no tienes que preocuparte. Sólo tienes que saber que hoy podrían ser todos los días, pero sin la última parte

a mejo

Parecía querer controlar la sonrisa qu

nto

supone

ner el entusiasmo, aunque nunca perdi

o que y

matar a

rad

pediría al chico ninja que matara por

no le d

nto que quieras detenerte, lo harás y te dejaré en paz. Ret

a peor si hago

tu definic

iré má

tmósfera más pesada que pudiera describir, sin la necesidad de tocarlo y aún así pisotear todo su aire, teniéndolo tan cerca como para ver sus pupilas di

ticulares. Tampoco es que seas especial por ser una víctima. ¿Y

n músculo se moviera, como si un espasmo arruin

dolor. No a los que lo

sustado, temía haberse vuelto menos que un animal. El gesto de ira cambió por el de una sonrisa, esa traviesa y s

ue no me gusta

él. No había ninguna garantía ni algo que lo respaldara. Y

to es que era mejor ser el trapo

S

s entend

. lo que sea que se supo

d con la que habló. Tal vez nunca había estad

o que tú pid

S

e más

con la novia de alguien, o quieras pasarte de listo. P

ometido en su vida fue nacer. No necesita

temblar aunque permanecía sentado. Creía que en cu

stuviera convencido, quizá sobreanaliza

tú no me

r

ba... olvídalo. Me alegra que hayas ac

a Damián, no

de manos como cierre del trato le hacían creer que, sí que

que haga t

sonrisa, pero la

¿Por qué le pediría hacer mi tarea

r uno de los mejores promedios. Se le escapó

ar tu

cuchar otra

os demás, ¿no sería igual que ellos? -«¿y no lo ere

eres que

do sin piedad por esos ojos. Finalmente puso ambas manos en sus hombros, no como la mayoría lo hacía para empujarlo o apretarl

ecía íntimo y eso lo inquietó. Conrad estaba cerca, mucho. No tenía el aire de hace un momento donde se veía furioso. Estaba calmado y

ono condescendiente. Damián apretó los labios, mo

da frente al muchacho má

cibió un olor a almendra y la piel tersa. Seguro cuidaba mucho sus manos, largas como un pianista, y

estuviera ahí a menos que hubiera evidencia. Si su boca se abría, ese dedo

uya y cuando se dio cuenta de eso, terminó de juntarlas. Damián gimoteó, como si el ruido de una puerta azotand

as aumentaba, mientras aquel pulgar se movía en su propio eje. No era brusco, no er

sde el pecho. Estaba tan cerca que sintió

ra siempre. No miró a dónde se fue esa mano. No podía. No podía ignorar los ojos que lo tenían atrapado. Escucho la chaqueta de Conrad revolverse, una tapa desprenderse con un "pop" para luego admirar como ap

ivamente se veían más encerados, brillantes. Podría a

mió suficientemente fuerte para que Damián lo escuchara

br

tía más confusión. Una cosa era sentir dolor siempre, al cual podía acostum

diligente. Su cuerpo parecía saber lo

e ve tan mal. Ni siquiera

erpo ajeno se desvaneció. Conrad levantó y extendió la mano del b

e ti puedo tomarlo conti

el bálsamo c

Te lo d

agaban lo llevaban a unas horas antes. Su cuerpo tenía frío mientras estaba acostado en cama, con todas las luces apagadas, pero sus mejillas y hombros estaban caliente

erto. Y no es una sugerencia. Es lo primero que voy a pedirt

io a una esquina, y luego a la otra, y en medio. Vaivén. Listo, luego labio superior. Después apretarlos, separarlos con un sonido ligeramente húmedo... Conrad haciéndolo viviría tal vez en su memoria m

s ojos fuertemente. Indirecto, por

iaría que nos vieran juntos, Damián. Que nos relacionaran o piensen que somos amigos. Lo que tendremos, lo que tenemos ahora-se corr

le, pero no se te vaya a ocurrir querer ha

aré. -Con

poco que me mires. No me tengas confianza. No me busques si tienes un prob

ucho más fácil y agradable que

endería a usar y su utilidad. Grabó el número de Damián en el suyo y lo devo

quí cuando esp

e, debes hacer todo en tu poder para contestarme y hacer

o lo has usado, y si no lo haces asumiré que no quier

más difícil que

ando apretó los labios y los frotó, acariciándose con la cera la parte interna y más lastim

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