Novia del Señor Millonario
Los Mellizos del CEO
Yo soy tuya y tú eres mío
Extraño, cásate con mi mamá
El dulce premio del caudillo
El regreso de la esposa no deseada
Ya no te amo, Sr. Exesposo
Mi encuentro con un misterioso magnate
El gran regreso de la heredera despechada
El arrepentimiento de mi exesposo
Una sola canción podría convertirse en un día en la razón por la cual todavía deseas seguir viviendo, una melodía que toca tu corazón, que alegra tu existir, ¿alguna vez te sucedió?
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—¡Por favor Hanalise, una sola pregunta! – el periodista fue ignorado por la joven estrella, la cual era custodiada por sus dos enormes guardaespaldas, vestidos completamente de negro.
Todos ellos le pidieron fotos, autógrafos y entrevistas, pero ella simplemente se alejó, pues debía irse ya de ahí, estaba atosigada de tantos flashes, sin embargo, sonrió dulcemente.
— Lo siento, pero no voy a decir nada de eso, además hoy tengo cosas que hacer así que espero que me disculpen – dijo la joven de larga cabellera negro azulada y ojos color perla, mientras mostraba su brillante expresión.
— Bueno, así acaba el concierto de la idol más famosa del momento, Hanalise Hernández, quien no ha querido dar declaraciones sobre su supuesto romance con el joven con quien se le ha visto en estos días – dijo la reportera de aquel canal de farándula — . Cerraremos con la última canción que tocó hoy.
La música comenzó un sonar; era una tonada lenta y armoniosa, que se amenizó aún más cuando aquella voz hizo su aparición.
De pronto, la música cambió a un ritmo más rápido y la voz de la chica siguió la melodía.
Alzó sus manos haciendo que el público la siguiera con la letra, mientras sonreía al ver como todos los que estaban ahí sólo venían por ella.
Apagó el televisor, ya que su padrino no despegaba la vista de él. El hombre de larga cabellera gris le miró de mala gana. pues le había cortado la televisión antes de que terminara la canción.
— ¿Pero por qué hiciste eso? –preguntó molesto. El joven rubio le miró con el ceño fruncido y tomó todas sus cosas para ir a la escuela.
— No sé cómo te puedes emocionar con esas cosas, maestro Ero, además, esas canciones no son tan buenas como para que sea tan famosa — mostrando cierta rabia en sus ojos azules.
— Neithan, sólo estás envidioso – le dijo el viejo, a lo que el joven sólo bufó y se largó de aquel lugar.
Neithan Norriz ya estaba harto de aquello, famosillas idols que cantaban sin tener un verdadero talento, mientras las personas como él no tenían una oportunidad de brillar como querían. Él deseaba con todas sus fuerzas ser un famoso músico, pero por el hecho de que su padre se opusiera, tenía todos los caminos limitados y encima el pervertido de su padrino mirando a esa tal Hanalise en la tele. Que fastidio.
Pero, por ahora no se preocuparía de eso, por más que su padre se opusiera e insistiera en que no tendría ningún futuro si seguía por aquel camino; la música era su pasión y cumpliría su sueño a como diera lugar.
La vista era siempre la misma desde aquella ventana, dentro de esa enorme y lujosa limusina que lejos de hacerla sentir feliz sólo la aburría. Estaba acostumbrada.
Toda su vida había sido llena de lujos y riquezas, siempre obteniendo todo lo que quería, incluso llegó a convertirse en una famosa cantante sólo con decirle a su padre que quería serlo. Tenía una familia feliz, no se quejaba, aunque su madre ya no estuviera.
Aún la recordaba, la razón por la que se volvió una cantante fue porque se lo prometió a ella antes de morir, que sería capaz de alcanzar su sueño y una vez que estuviera en la cima, le dedicaría todo eso a ella y era así como lo hacía, pero a pesar de ser famosa y de tener todo lo que siempre quiso, se sentía vacía, como si a su existencia le faltara algo, pero no sabía qué.
— Hanalise, ¿estás bien? –le preguntó su primo. Hanalise le miró, su larga cabellera castaña y sus ojos perlados lo hacían muy parecido a ella, sólo que su primo vestía de negro, pues estaba encargado de su seguridad. Él era un año mayor y ya no iba a la escuela, puesto había salido hace un año; desde entonces iba con ella a todas partes como un fiel perro guardián.
— Estoy bien, Nahum –respondió con una sonrisa un tanto falsa —. Es sólo… que me incomoda tener que cambiar otra vez de escuela, ya me estaba llevando con mis otros compañeros.
— Bueno, sabes que fue porque en esa otra te estaban acosando demasiado, además, esta es mucho más seria y sólo tiene alumnos con buenas notas, seguro no te molestarán, y estarás aprendiendo bien –dijo Nahum con su seriedad característica—. Y tú fuiste quien decidió ir a una escuela y no recibir clases privadas.
— Es que… no quiero estar encerrada en la casa, quiero… aunque sea una vez… – bajó la mirada, mostrándose un poco triste—. Quiero tener amigos…
Era eso, aquello que mantenía vacía su existencia. Hanalise no tenía amigos, jamás había tenido, porque todas las personas que la rodeaban sólo se acercaban por interés, primero porque era hija de un empresario famoso, reconocido y millonario, después porque era una famosa cantante que en estos momentos ocupaba los primeros lugares en los rankings de popularidad, pero jamás había tenido un amigo de verdad y su primo no contaba en ello, pues era parte de su familia.
Nahum no dijo nada, él no era bueno para las palabras de aliento, él sólo se dedicaba a protegerla.
— Bueno, ya falta poco para llegar, hablaré con los chicos para que despejen el área – dijo el castaño, tomando su celular y alejándose de Hanalise, la cual sólo volvió a mirar por la ventana mostrando serenidad en sus ojos, y así habría seguido de no ser por una fuerte y repentina frenada que hizo su chofer.
¿Qué carajo había pasado?
Neithan iba cruzando la calle de camino hacia la escuela. Llevaba su guitarra en la mano y a su espalda su mochila con sus cosas. No le emocionaba irse caminando, pero su padre le había castigado de esta manera por haberse ido a presentar a una audición, a la cual ni siquiera pudo entrar pues su padre ya se había encargado de hacer que le impidieran la entrada.
Sin embargo, no pensaba rendirse, pasara lo que pasara, él sería un famoso guitarrista y demostraría que la música era su camino. Neithan jamás retrocedería en su sueño y sería el mejor.
Tan distraído estaba con sus pensamientos, que no se fijó en que una limusina negra venía hacia él justo cuando le quedaban sólo dos cuadras para llegar a su destino. Sintió el sonido de una bocina y miró hacia el lugar, notando que el auto negro se dirigía a él.
Su único impulso fue proteger su apreciada guitarra; la abrazó con fuerza, cerrando sus ojos, pero sólo pudo oír una ruidosa frenada y nada más, porque la limusina no llegó a golpearlo.
— ¿Que demonios sucedió? – preguntó Hanalise algo alterada. No dejó hablar a su primo Nahum cuando se bajó del automóvil apresurada a ver qué había pasado, notando a un joven rubio parado justo delante de su limusina.
Esto era el colmo, ¿es que acaso no tenía ojos para ver por dónde iba?
—¿Se puede saber quién te enseñó a cruzar la calle, idiota? –espetó molesta. El chico le miró con sorpresa, pero no la reconoció. Hanalise notó como éste abrazaba una guitarra que estaba dentro de su estuche negro, pero lo relevante era lo sucedido.
—¿Perdón? –preguntó Neithan, observándola desconcertado. En ese momento no le importó fijarse con quien estaba hablando, para él sólo era una chica maniática que lo insultaba después de casi atropellarlo—. Tu lujosa limusina casi me mata ¿y me culpas a mí?
—Es porque ha sido tu culpa, imbécil, ¿Qué acaso no te enseñaron a mirar la calle antes de cruzar? O por lo menos hubieses visto el semáforo, ¿o es que eres ciego?
—Mira, niña presumida, a mí nadie me llama de esa manera, y claro que sé cruzar la calle, que otros no sepan conducir no es culpa mía –dijo el rubio levantando su mochila, la cual se había caído al suelo al momento de la impresión que se había llevado. Miró a Hanalise una vez más, la cual sólo se veía molesta, pero de pronto notó algo—. ¿Dónde te he visto antes?
—Sí que debes de ser un retrasado si no sabes quién soy –respondió Hanalise un tanto arrogante. Neithan frunció el ceño y le dio la espalda.
—Pues la verdad no me interesa conocer a gente como tú, al menos podrías haberte disculpado conmigo, niña loca –al decir esto último, el rubio retomó su camino, dejando a Hanalise totalmente sorprendida, pues jamás nadie le había hablado de esa manera.
—¡¿Quién te crees?! –gritó enfurecida, alzando su puño, pero su mano fue tomada por la de su primo, impidiendo que saliera corriendo detrás del rubio. De verdad ella era difícil de controlar cuando se ponía así.
Hanalise podía tener un rostro de ángel y la personalidad más dulce frente al público y las cámaras, pero la realidad era totalmente opuesta a eso, pues era realmente insoportable. Hanalise era presumida y malhumorada y odiaba que los medios la entrevistaran, pero más odiaba que alguien no supiera quién era, siendo el rostro más famoso en el mundo de la música japonesa.
—Hanalise, ya basta –dijo Nahum muy serio—. Entra al auto y vámonos, tenemos dos minutos de retraso –al decir esto, su prima sólo asintió y volvió a sentarse haciendo un puchero.
Neithan caminaba lentamente, por lo que fue capaz de oír su nombre y fue ahí que lo recordó. Esta mañana su padrino estaba viendo el concierto en vivo de esa chica; era Hanalise Hernández, la idol más popular y famosa del último tiempo. Se detuvo un momento sorprendido, ¿en verdad era ella? Pero recordaba que era una joven dulce y amable, nada que ver con lo que acababa de conocer.
Cuando se volteó la limusina ya se había ido. Fuese o no Hanalise Hernández, agradecía ya no tener que volver a ver a esa loca nunca más.
El chofer estacionó su auto justo en el lugar de siempre y él bajó imperturbable, sin prestar atención a todos los suspiros que lanzaban la enorme cantidad de chicas que estaban enamoradas de él y que, por supuesto, él no tomaba en cuenta.
Había mil y un cosas más importantes que el amor y el tener citas y para él eso era la música, pues su sueño era volverse un famoso cantante y dejar a todos con la sensación de no haber oído nada igual en sus vidas, por eso él y su banda se llamaban "Gender Break".
—¡Por favor mírenos, Guillermo! –gritaron un trío de chicas, mas el joven de cabello rojo y ojos de color aguamarina sólo les ignoró, pasándolas de largo mientras llevaba su mochila al hombro y caminaba hacia el interior de la escuela.
Era muy típico para él, todo ese montón de chicas enamoradas, pero no eran de su agrado para nada, no hacían más que fastidiarle la existencia.
—Hey, Guillermo –escuchó al llegar a su salón. Volteó hacia su costado y divisó a un chico de cabello azabache algo desordenado, el cual tenía los ojos negros y la mirada casi tan seria y fría como la suya.
El azabache hizo un gesto de saludo con su mano, mientras que el pelirrojo tomaba asiento.
—¿Qué hay, Sergio? –habló por fin Guillermo, pero sin mirar a quien le había hablado, pues él era así con todo el mundo; demasiado frío e inexpresivo.
—Nada, lo de siempre –respondió Sergio, sentándose en frente de él, mientras que sacaba un cuaderno de su mochila—. Mira esto, tengo una nueva canción.
—A ver –Guillermo recibió el cuaderno de las manos de Sergio y se puso a ojear lo que su amigo había escrito, mientras que por la puerta entraba Neithan con cara de fastidio, pues aún no lograba olvidar el incidente con esa chica insoportable.
—Hola Neithan, ¿qué te pasa? –le saludó Sergio, también haciendo un gesto con su mano. Neithan le miró y bufó.
—Me encontré con alguien que me puso de malas –respondió el rubio, cruzándose de brazos y dejando su mochila en el asiento junto a Sergio, mientras acomodaba cuidadosamente su guitarra —. ¿Qué lees, Guillermo? –preguntó interesado.
—Es la nueva canción de Sergio –respondió el pelirrojo, sin quitar su vista de aquella letra, pues estaba tratando de ponerle un buen ritmo.
—Wow. ¿Ya la tienes tan rápido, teme? Tú sí que eres eficiente –dijo Neithan sonriendo, mientras le daba un golpecito con su codo a Sergio, el cual sólo se limitó a emitir un inexpresivo "hmp". El rubio frunció el ceño algo cansado de esa palabrita que parecía ser la única que conocía su amigo.
Justo en ese momento, el sonido de varios gritos y aplausos eufóricos llamaron la atención, tanto de los tres amigos, como del resto de estudiantes en ese salón.
Casi todos miraron por las ventanas, menos Sergio y Guillermo quienes no estaban interesados. Por otro lado, Neithan se moría de la curiosidad, pero se sorprendió al lograr divisar sólo una limusina negra, porque era la misma de esta mañana. No entendía cómo es que él había llegado antes, pero lo importante era que aquella molesta chica estaría en su escuela, aunque en realidad, no importaba, ni que fuera a quedar en su salón.
—¿Y qué te parece? –preguntó Sergio a Guillermo, sin presarle atención alguna a los cuchicheos que soltaban los de la clase, aún sin despegarse de la ventana.
—Me gusta, sobre todo el título "I will not bow" creo que le queda perfecto –respondió Guillermo a muy sereno, sin embargo, no pudo evitar desviar la mirada hacia su amigo rubio cuando éste gritó.
—¡No puede ser! –exclamó Neithan mientras apuntaba hacia afuera con su dedo índice. Ahora estaba completamente seguro, aquella chica de verdad era la famosa Idol Hanalise Hernández y se dio cuenta de ello cuando la vio bajar de la limusina y al instante todos los chicos que estaban afuera se le lanzaron a pedirle autógrafos, pero su guardaespaldas le abría paso entre la multitud.
—¡Es Hanalise! –gritó una chica que al instante salió corriendo como una loca fuera del salón, para poder ver a su adorada estrella más de cerca. El resto del salón la imitó, sólo unos cuantos se quedaron dentro.
—Que fastidio, no sabía que iban a traer a una estrella a la escuela –dijo un chico de apariencia despreocupada, el cual tenía el cabello negro tomado en una coleta desparramada que se asemejaba a una piña, mientras que sus ojos eran negros. Se sentó en su puesto y se recostó sobre el pupitre, quedándose dormido.
Junto a él estaba sentado un chico algo gordito, el cual tenía el cabello castaño claro y estaba más preocupado de comer que de ir a ver a esa idol, mientras que la única mujer que había quedado en el salón era una joven de cabello castaño, que le llegaba un poco más arriba de los hombros y tenía unos grandes ojos negros, que brillaban al ponerlos sobre cierto pelirrojo.
—¿Por qué te alarmaste, Neithan? –preguntó de pronto Sergio, notando que el rubio se veía un poco fuera de sí —. No me digas que a ti también te gusta esa cantante.
—Claro que no, es por otra cosa –aclaró Neithan de inmediato. Guillermo, mientras tanto no les prestaba atención, pues ya había encontrado el ritmo perfecto para la canción, sin embargo, aún quedaba un tema pendiente y decidió hablarlo.
—Chicos, recuerden que vamos a necesitar un baterista este año si queremos tomarnos las cosas en serio –los otros dos lo miraron y asintieron con la cabeza, sentándose Sergio a su lado y Neithan delante, pero al revés.
—Es verdad, Lee era bueno, pero nos tuvo que dejar desde que lo transfirieron de escuela –dijo Neithan algo decepcionado —. Desde entonces no hemos encontrado a nadie que lo pueda reemplazar.