—Astrid, ¿por qué no te quedas con nosotros el fin de semana? —pidió Andrea a su esposa.
—Te dije que tengo una reunión, no puedo trucar mis sueños de ser modelo Andrea Laureti —exclamó la mujer.
Andrea arrugó el entrecejo. Se había casado con Astrid dos años atrás, la había aceptado con un hermoso hijo que no era de él, pero que había aprendido amar con locura. Pero, la mujer, a pesar de lo bueno que había sido él con ella, rechazaba cualquier oportunidad para estar metida en "viajes de negocios" y era muy poco el tiempo que pasaba con ella. Los celos carcomían a Andrea, porque Astrid era una mujer hermosa, además de modelo, él mismo la había promovido a nivel mundial para dar a valer su carrera.
—Te dije que puedo dejar a unos de mis hermanos a cargo de la empresa, e irme contigo a Europa, además, no hemos compartido mucho tiempo juntos —exclamó Andrea sosteniendo al pequeño niño de tres años en brazos, que había comenzado a llorar al entender que su madre se iba a ir.
—¡Nooo! —respondió Astrid enseguida—. Mi amor, por favor, te prometo que apenas termine con la pasarela volveré.
Andrea asintió con la cabeza, empuñando sus manos, molesto.
—Está bien —besó sus labios y la acompañó afuera de la mansión.
Él era el hijo mayor, por eso había heredado la empresa más productiva de los Laureti, aunque, con eso, mucho trabajo y envidia. Su padre le había enseñado a ser fuerte y a no confiar en nadie, por eso tenía muchos guardaespaldas a su alrededor.
—Cuídate —le dijo subiéndola en la camioneta y haciéndole señas al guardaespaldas para que la cuidara. Aunque había insistido en que se fuera en el avión familiar, ella quiso irse en público. Andrea le molestaba un poco la forma de ser de Astrid, pero la amaba y siempre terminaba por ceder a sus caprichos
—Vamos tú y yo a comer cereal —le dijo al bebé que miraba triste el auto de su madre.
Entró a la casona. Era fin de semana y Fernando, su gemelo, lo estaba ayudando en la empresa. Había llegado unos días anteriores porque Demetrio, su padre, lo había mandado a ayudar un poco a Andrea. Fernanda era una mujer de negocios y amistades y se desenvolvía sola en Rusia, pero, Andrea, luego que se había casado, no daba abasto en la empresa de Estados Unidos que era la más grande por ser una de las principales.
Preparó la taza con cereal y se sentó en el sofá con el bebé. Después de un momento se quedó dormido con su pequeño niño en brazos.
—He, estás babeando a Dante. —Fernando le dio un codazo que lo hizo reaccionar.
Andrea miró la ventana abriendo los ojos.
«Es de noche, seguramente Astrid ya llegó a su destino» pensó, levantándose apresurado para tenderle el bebé a Fernando, que lo tomó con duda.
—Este niño huele a muerto, deberías de cambiar su pañal, hizo el dos —tapó su nariz.
Andrea le sacó el dedo, molesto, y comenzó a llamar a su esposa, desesperado, pero no hubo respuesta.
—¡Astrid no contesta! —exclamó en el mismo momento que se fijó en la televisión encendida dónde estaban dando la noticia que el vuelo público dónde había abordado su esposa se había estrellado.
—¡No! —gritó cayendo arrodillado frente al televisor
Dos años después.