Lia sabía que no podía aspirar a mucho, toda la vida se lo habían dicho, y lo cierto, era que en el fondo estaba de acuerdo con quienes opinaban así, ella debía aceptar lo que la vida quisiera darle porque no tenía derecho a más, por una simple razón, no era como las demás chicas, no era una mujer hermosa que se mereciera que los hombres le fueran detrás, le sobraban cerca de veinte quilos ¿Qué decía hermosa? Ni siquiera le quedaba bien el maldito vestido que se estaba probando.
Se miraba en el espejo del probador, con aquel vestido que mostraba demasiado sus pechos, tanto que parecía que le iban a estallar y aunque no le marcaba la tripa, porque iba suelto desde la parte más alta de la cintura, se veía enorme. ¿A quién se le había ocurrido la genial idea de que ir de compras la animaría? Si ella se ponía lo primero que encontraba en el armario y solo iba a comprarse ropa cuando la que tenía se rompía y le hacía falta ropa nueva. Pero era práctica, con que le cupiera y no marcara demasiado sus complejos, ya le servía.
—¿Tengo que obligarte a salir o lo harás por propia voluntad?— preguntó Charlie, el culpable, de que ella se estuviera probando aquella prenda de ropa que en su vida se pondría por voluntad propia. Suspiró acomodándose mejor los pechos para que no se le salieran y abrió la cortina del probador observando a su primo con fastidio.
— ¡Estás perfecta!— silbó, la tomó del antebrazo y la obligó a caminar hacia él un par de pasos antes de hacerla voltear y observarse en el espejo de fuera — ¿Lo ves? Preciosa.
— Si tú lo dices — sabía que Charlie la quería mucho y la veía con los ojos de ese amor fraternal que los había unido desde pequeños, porque más que primos, ellos se habían criado como hermanos.
— No lo digo yo, es la realidad, eres una mujer hermosa.— aseguró recogiendole el cabello y hechandoselo a un lado para liberar su cuello — Y no solo eso, vas a conseguir ese ascenso. Porque tu aplicación es alucinante, eres una mujer tan hermosa como inteligente y nunca pienses ni dejes que nadie te diga lo contrario — Charlie se apartó de ella y caminó hasta el otro lado tomando un blazer de color crema que combinaba con el vestido marrón que llevaba puesto — lo ves, perfecta para la entrevista.
— ¿No puede ser negra?— los colores claros me hacen aún más gorda.
— No, los colores claros te dan más luz a la cara, tienes que dejar de vestir de negro te hace mayor.
Ella no lo veía así, solo se veía enorme, que decía enorme, casi ni cabía en el maldito espejo en el que él la estaba obligado a verse.
Tal vez por eso entendía lo que había pasado con Max, ¿Quién en su sano juicio estaría tanto tiempo con ella sin cansarse?
Max había sido su mejor amigo desde que entró en la universidad y terminó siendo su novio los dos últimos, cuando lo conoció le parecía el chico más guapo con el que jamás había hablado, le parecía estúpido que alguien como él se fijara en ella, pero por alguna razón siempre expresó su intención de tener mucho más que una amistad, luchó contra sus complejos y su miedo hasta que por fin un día aceptó. Podía decir que había sido feliz a su lado. Él la trataba bien, la comprendía, incluso salía con ella sin avergonzarse por su aspecto, la presentaba a sus amigos y la hacía sentirse realmente bella, pero tras dos años de noviazgo pasó lo inevitable.
Max conoció a una chica mucho más guapa que ella, por supuesto delgada, y poco tardó en abandonarla sin mirar atrás. Si no recordaba mal, en ese instante estaban de viaje por las Maldivas, las Maldivas, a ella jamás la había llevado más lejos de ese hotel en el campo cuando cumplieron los dos años de noviazgo.
Y lo entendía, había chicas a las que uno podía llevar a las Maldivas y otras a las que se las llevaba a una casa de campo, igualmente ella tampoco habría quedado bien en esas fotos en bañador que los dos se habían hecho en la playa, ideales el uno para la otra, parecían el Ken y la Barbie en un comercial de esos que salen tanto en televisión cuando se acerca navidad.
Suspiró observándose y sonrió con pesar negando levemente con la cabeza, no fue ese tipo de sonrisa que una dibujaba en su rostro cuando estaba feliz, no, la sonrisa de Lia era de esas que se usaban para disimular la tristeza, para evitar que se compadecieran de ella. Caminó hasta el probador y tomó su bolso, gracias a que llevaba casi todo su día libre fuera, no había cotilleado el Instagram de Max y tenía la insana necesidad de ver si seguía siendo la felicidad en persona junto a esa novia perfecta que se había echado, y pensar que tres meses atrás ella era su novia.
— ¿Qué haces? Nada de teléfono por hoy. — Charlie apareció por detrás y le quitó el móvil rápidamente — Sabes que odio que estés viendo lo que hace el imbécil de tu ex, de hecho deberías bloquearlo y no ver nunca más ese perfil.
—Devuélveme mi teléfono — Exigió ella fulminandolo con la mirada por lo que acababa de hacer, era cierto que le decía a menudo que debía pasar página, pero su comportamiento era demasiado extraño, mucho pensando en que la despertó pronto por la mañana. La invitó a desayunar en su cafetería favorita, luego la llevó de compras y ahora esto —¿Qué es lo que no quieres que vea?
— ¿Yo? Nada —La culpabilidad en los ojos de su primo lo delató, lo conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que ocultaba algo, por mucho que él negara intentando que le creyera, su mirada lo delataba.