Ser la alumna nueva nunca fue tan difícil como ahora, si, no era mi primera vez cambiando de colegio, sin embargo, las circunstancias lo hacía diferente. Había llegado sola desde Nusajaya, estaba en una ciudad en la cual no conocía a nadie aparte de Kar, sería mi roommate, bueno, solo habíamos hablado por teléfono, eso no era exactamente conocerse ¿verdad? Suspiré apenas me detuve delante de la puerta del apartamento, me asícale el cabello, no quería dar una primera maña impresión y toqué varias veces hasta que me abrió.
Kar me miró de arriba abajo con una mirada desinteresada, era mucho más alto que yo y su piel era tan blanca como la nieve, sonreí amablemente y él únicamente me preguntó si era
Stella, asentí. Me mostró el apartamento, era espacioso, no tan grande como acostumbraba, pero bonito, tenía mi propia habitación con vista hacia la calle y él parecía ser muy callado, era perfecto.
—¿Qué estudias? —preguntó mientras me acomodaba en la habitación, parecía muy curioso en ver que llevaba conmigo, sonreí de verdad era un lugar muy acogedor.
—Medicina —respondí con simpleza—. Te lo dije cuando hablamos por teléfono. —Lo miré de soslayo guardando mi ropa en el armario. El parecía estar recordando.
—Nos veremos mucho, entonces. —Me giré y le sonreí sorprendida.
—¿También estudias medicina? —dije entusiasta.
Se encogió de hombros, así era, Kar parecía una persona amable, pero distante a la vez, era un poco extraño, su rostro no tenía ninguna expresión como si nada le importara.
—Dejaré que termines de acomodar tus cosas, si necesitas preguntar algo búscame, estoy a lado. —Meneó su cabeza señalando la puerta de su habitación. Se dio media vuelta y salió de la que ahora sería mi habitación.
—Claro, gracias. —dije antes de verlo desaparecer.
Después de un rato ya estaba recostada en mi nueva cama, pensaba en dormirme en ese momento, ya que al otro día tendría que presentarme temprano a clases, estaba recién bañada y en pijama cuando mi móvil empezó a sonar. Solté un suspiro cuando observé que se trataba de mi hermano. Eso no era una buena señal.
—Hola. —Traté de que mi voz saliera normal, sin embargo, había puesto más entusiasmo que de costumbre. El se daría cuenta de eso.
—¿Hermanita, cómo estás? —Marco saludó.
—Bien. —¿Qué más podía decirle? Empecé a morder mi uña, nerviosa porque descubriera lo que había pasado. Seguramente si lo hacia iba a querer ir por mi y no quería otra niñera más en mi vida.
—Y mamá ¿Dónde está? —Su voz se escucha atenta. Lo sabía o tal vez no, con el jamas era seguro.
—Ella... está, mmm, en clases de pilate. —Me golpeé la frente, hace un mes que lo había dejado y él lo sabía.
—¡Oh! ¿En serio? —su voz sonó irónica. Mierda. Lo sabía.