Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Destinada a mi gran cuñado
Demasiado tarde para arrepentirse: La heredera genio brilla
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Novia del Señor Millonario
Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón
Mi esposo millonario: Felices para siempre
Una esposa para mi hermano
No me dejes, mi pareja
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
Hoy es martes, 01 de noviembre de 2022. Salgo de San Juan de Las Galdonas por primera
vez en muchos años. Llevo en mi corazón la certeza de que llegaré bien a mi destino. Lo
que me inquieta es lo que me espera en Margarita, por más que me diga que todo está
arreglado. Eso fue lo que me dijo el amigo de papá, recibiré un pago y compraré el boleto
para ir a estudiar a Europa. Lo que he soñado desde niña.
Me acerco al muelle con mi bolso lleno de ropa, que pesa tanto como la tristeza que llevo
en mi corazón. Camino despacio, mientras busco con la mirada la embarcación. Solo hay
una lancha lista para zarpar. Me aseguro de ver si es la embarcación correcta. El nombre
«Sirio» en letras azules resalta en la lancha deportiva. Así que me acerco y le doy los
buenos días al simpático marinero. Veo solo un hombre a bordo, con ropa deportiva muy
bonita, quien al verme dice:
—Vamos, ¡Mila, date prisa! —, saludando con gracia.
—¿Sabes mi nombre? ¿Cómo te llamas?
—No te preocupes, estás segura. Ven de una vez, que tenemos que irnos lo más pronto
posible.
Me apresuro a subir con mucho cuidado de no resbalar. Me deshago del equipaje y me
agarro de la madera.
—¡Listo!, soy toda tuya —digo, con la mayor desvergüenza de que fui capaz, sin agregar
nada más.
Demasiado concentrado para hacer cualquier comentario, recorre las amaras para zarpar.
Pasaré fuera del poblado una temporada larga y ya siento que me va a hacer mucha falta.
Mi mirada está fija en el entorno, como si me despidiera de cada uno de mis recuerdos en la
paradisíaca costa. Veo las gaviotas que vuelan cerca de los peñeros y otras especies que
conviven en armonía. Conozco bien el océano y sus riesgos. Mi padre es pescador y crecí
rodeada de redes y peces, a la orilla del mar.
A medida que la lancha avanza, disfruto de la belleza del lugar. Si todo sale bien,
abandonaré muy pronto el país. Mi vida cambiará para siempre al llegar a la madre patria,
España.
El silencio se interrumpe por el ruido del motor y de algunas aves que nos observaban al
pasar. El recuerdo de mi madre me acompaña y me repito cada una de sus palabras.
La corriente impresiona tanto que no me gustaría caer, no podría nadar hasta la orilla. El
agua salada salpica mi rostro en los trayectos rápidos. El lanchero conoce bien el camino.
Sin embargo, uno que otro salto que da la lancha, le hace detenerse a vigilar la carga. Una
suerte de paquetes apilados cerca del camarote ameritan su atención constante. Nada está
quieto aquí, es un vaivén constante. No vi que es lo que lleva allí porque no me ha
permitido bajar. Me ha dejado vigilando que nadie se acerque a la lancha.
Una vez que el silencio empieza a hacerse incómodo, digo:
—Quiero fumar, ¿me acompañas? —Y saco un buen porro—En casa no me dicen nada,
tengo 18. También he traído algo de comida, descansemos.
Ya comenzaron mis mentiras, me prometí crearme una personalidad fachada y he iniciado.
Debo dejar de ser la tonta que siempre fui y aparentar lo que me convenga.
—¿Desde qué edad fumas? ¿No eres muy chica?
Un poco serio, puede ser, pero habló con suavidad. Y me le quedé mirando con coquetería,
sin responder a sus preguntas. Me atrae mucho como hombre.
Mateo ubicó un lugar para anclar y descansar. Bebimos café y merendamos pan con queso,
cuando nos atacó el hambre.
Llevamos apenas un rato anclado y me pasa los dedos sobre una de mis piernas. Trago
grueso y no me aparto, dando una clara señal de aceptación. Ahora fue él quien encendió el
segundo cigarro, aspiro y me explota en la cabeza. Me mareo y me muevo para sentarme a
su lado.
Apoyando la espalda sobre él me relajo y le cuento.
—Desde los trece años, en mi casa todos lo hacen. Es normal —le hago creer con un tono
bajo de voz, como una confesión. Quiero que se sienta a gusto conmigo.
Una sonrisa pícara le puso calor a la frase y le miré fijamente.
—¡Disculpa! —dijo, Mateo, al no haberme dado fuego—. ¿¡Así que te vas fuera del país!?
Es lo mejor que puedes hacer. Aunque creo que nos harás mucha falta. ¿No lo crees?
—Eso dice Hernán. Él es quien me está ayudando a salir. Mi papá no quiere que me vaya y
a mi mamá ni le pregunto.
—Nadie desea que sus hijos se alejen, pero toca. Muy pronto ni te acordarás de lo pasado,
la vida pasa demasiado rápido como para detenerse.
Lo observo, es aún joven, pero la esperanza ya no forma parte de su mirada. Y ese es el
comienzo de una muerte lenta. En cambio, yo me siento llena de vida. Sé que atravesaré el
mundo y nada podrá detenerme, como me gustaría contra con él.
—No me iré sola. Puede que me enamore y el afortunado se vuele conmigo de este país a