Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
El réquiem de un corazón roto
Destinada a mi gran cuñado
Se acercaba diciembre y el clima era realmente frío por aquellos días, cualquier persona que me observara caminar con la vista gacha por las calles de Ámsterdam, pensaría que estoy de vacaciones; una amarga sonrisa se dibujó en mi rostro cuando aquel pensamiento se presentó en mi cabeza, desde ya hace casi un año en el que no tenía vacaciones.
Pero... ¿Qué de importante tienen unas vacaciones?
La respuesta era simple: siempre salía de vacaciones junto con mis padres y ahora era imposible repetir aquellos hermosos momentos... ellos fallecieron a inicio de año.
Hace una semana había llegado a este hermoso país y mi estadía había sido de todo menos alegre o emocionante, en realidad, me invadía una profunda tristeza, algo inexplicable, como si me faltara alguna parte de mi cuerpo y quizá no era algo que se podía observar a simple vista, pero desde la partida de mis padres sentía como si caminara por el mundo y estuviera incompleta.
—Hoy es el día —me dije a mí misma y sonreí para darme ánimos o al menos eso intentaba.
Mi móvil comenzó a sonar, observé el celular, quien me llamaba era Enzo, el mejor amigo de mi padre. Rodé los ojos y corté la llamada de inmediato, no me apetecía hablar con nadie en aquel momento, realmente hace una semana que no contestaba llamadas; reí en mi interior, como si me llamaran mucho, ya no tenía a nadie más, sólo me quedaba Enzo, quien se había comportado como un tío desde mi nacimiento.
Acomodé mi suéter y seguí caminando. Era el último día de mi vida, quería darme un gran lujo para despedirme de este mundo, quería consentirme por última vez; pero ni siquiera tenía fuerzas para eso, así que, cuando había llegado al estacionamiento del supermercado de inmediato subí a mi auto y apoyé mi cabeza en el timón mientras cerraba los ojos y soltaba un suspiro cansado.
—No le daré tantas vueltas al asunto, no tengo ni siquiera con quien platicar en estos momentos, no encuentro la lógica de querer darme el mayor regalo de despedida, cuando mi mayor regalo lo tuve durante veintidós años y no lo aproveché como yo quisiera. —Cerré aún más fuerte mis ojos y unas cuantas lagrimas salieron de ellos.
Estuve sentada en el auto escuchando algunas de mis canciones favoritas, antes de despedirme de él, canté a todo pulmón y no me importaba si las personas de mi alrededor podrían escucharme, ¿qué más daba?, todo había acabado para mí desde hace mucho tiempo, no tenía por qué seguir de pie...
Una imagen de aquellos pequeños niños que tenía bajo mi cargo en la Fundación Deseo se vino a mi mente, quizá ellos eran lo único que tenía; sin embargo, mi estado mental como mi salud me impedía darles todo lo que ellos merecían, era mejor que otra persona quedara a cargo de ellos.
Nadie sabía dónde me encontraba...
A nadie le había comentado de mi decisión...
Era muy difícil que alguien supiera todo lo que estaba viviendo, porque irónicamente no tenía a nadie.
Encendí el auto y con la poca fuerza que me quedaba para seguir respirando, para seguir de pie, me dirigí hacia la organización. Hace mucho que había arreglado los papeles para tener un suicidio asistido, inconscientemente reí, seguramente mis padres estaban muy decepcionados de mí allá en el cielo.
Quería disfrutar un momento de aquel clima tan encantador que cubría toda la ciudad de Ámsterdam, así que decidí manejar con lentitud mientras bajaba los vidrios del auto y dejaba entrar aquel frío tan exquisito y tan navideño.
Esta ciudad es todo un sueño para cualquiera, pero para mí se había convertido en toda una pesadilla; no sé qué suceda después de la muerte, pero si los muertos llegarán a tener conciencia seguramente recordaría este día y esta ciudad como lo más triste de mi vida.
Conduje por un par de horas, siempre con la precaución de no causar tráfico y a la vez disfrutando los últimos momentos de mi vida. Recordaba a mi familia, los momentos que viví con mis padres y como después de su muerte una gran depresión me invadió y como nunca pude superarla.
Lo que era aún más duro para mí era el hecho que mi tío Enzo sintiera que por alguna razón yo era la causante de la muerte de mis padres, que yo les había consumido la vida, él nunca me lo dijo expresamente; pero por sus actitudes, por algunos comentarios sentía o lograba percibir cierto rencor hacia mí, le había arrancado a su mejor amigo, a su hermano.
Al llegar a la organización, estacioné el carro con mucho cuidado, observé su interior con cierta nostalgia, era el auto de mis padres y muchos recuerdos estaban dentro de él, en sus asientos, en sus vidrios. Era un lugar pequeño, pero muy lleno de historias. Con mi delicada mano toqué el asiento del copiloto e inconscientemente me estaba despidiendo del auto, sin querer lo estaba haciendo y con ello me estaba despidiendo de mi sufrimiento.