La cobija azul colgaba del borde la cama de Nadia, mientras ella con su cabello revuelto, sueño profundo y respiración casi incierta dormía plácidamente. De repente los toques en su puerta le despertaron abruptamente.
-Necesito que hagas café antes de irte a la pastelería, unos huevos con jamón, queso crema y jugo d e naranja, tu papá vendrá a tomar también el desayuno, ya sabes que los domingos se hace un tiempo para venir a darnos unos minutos, desde que tu padre se fue con esa mujer, se ha olvidado que tiene familia. Tu hermana llegó tarde anoche, pobrecita…te imaginas lo que es estar sirviendo mesas y atendiendo a ricos caprichosos, pero parece que le dieron buenas propinas-. Nadia estaba profunda, era como si Alice hablara sola. -! Nadia! Levántate, necesito desayunar-.
-Mamá…por favor, déjame dormir, estoy rendida, ayer tuve un día pesado, acosador, es domingo y me niego a despertar -. Se cubría por completo.
- ¿Y piensas pasarte todo el día en cama hoy? Tu padre llegará en unas dos horas, así que muévete, péinate Nadia y acomoda un poco la casa, te daría una mano, pero tengo esta mascarilla en el cabello-. De golpe quitaba la cobija mientras le halaba del brazo.
Los ojos de Nadia miraban perdidamente, suspiraba con lentitud.
-Bien me levantaré, pero…mira la hora que es…seis de la mañana madre, pensaba dormir hasta las siete, abro a las ocho y media, y tu deberías considerarme un poco-.
-Bueno yo también tengo que ir a trabajar-.
-Tu solo te limitas a cobrar acomodada en tu silla ejecutiva. Yo tengo que hornear y hacer mil cosas-.
-Para eso tienes a ese tonto de Octavio, insistes en darle trabajo, hace rato lo habría despedido, es un bueno para nada, quizás es porque es tu club-.
- ¿Mi club? -. Nadia se colocaba la bata atándola a su cintura.
-Es solterón igual que tú, nada que se casan, no traes un nieto a casa, y estas a poco de cumplir cuarenta, estas colocándote vieja-.
-Oh… que descubrimiento madre, soy una mujer madura, no una vieja-. Entraba en el baño y cerraba la puerta de golpe, abría los grifos para no escuchar más tonterías, entre ellas que se estaba pareciendo cada día más a la tía Merlina. El motivo del porque su madre insistía en llamarla vieja, no lo entendía. -Mi club de solterones…jajaja es un chiste-. Y un chiste de muy mal gusto, siempre recordándole que el tren se le pasaba.
Sergio se movía de un lado a otro pues en sus pesadillas iba corriendo a prisa, una momia viviente lo perseguía. De pronto se veía de pie frente a una gran pirámide, en la cúspide…y de allí se lanzaba al vacío.
Despertaba sobresaltado. Era solo un sueño. Su mano tomaba la jarra de agua para llevar el vaso hasta el borde, la bebía despacio.
Había viajado a Turquía con el equipo del doctor Palestro.
Dos días en Ankara fueron suficientes para colocarse al día con varios colegas, y de allí tomaron ruta a Konya, la hermosa ciudad situada en la región de Anatolia Central, importante por sus centros históricos y culturales de Turquía.
De pronto recordó que debía llamar a sus padres. Mientras esperaba al teléfono tomaba una manzana jugosa, se miraba al espejo su rostro que lucía algo bronceado, se miró de cuerpo entero al espejo, el ejercicio realizado los últimos meses se veía, sonreía satisfecho.
-Hola…si madre, soy yo…lo siento se me olvidan las horas de diferencia, dormía aun, es domingo y hoy no iré a la excavación, bajaré al restaurant y seguiré durmiendo, estos últimos días he estado algo sofocado con muchas tareas que hacer-.
-Hijo esa profesión no es para ti, eres un excelente escritor, tu última novela de hace años fue exitosa, ahora solo quieres vivir comiendo tierra-.
-Mamá, me encanta comer tierra como dices-. Daba dos mordiscos más.
-Pienso que eso que estudiaste es perder el tiempo, ya todo está descubierto-.
-Me gustaría traerlos para que conozcan, se enamorarían de este bello lugar-.
-Esos lugares están llenos de gente loca, nunca faltan los atentados, las hambrunas, y los cohetes esos que lanzan-.
-Uh……cohetes…mamá, no he visto cohetes por aquí, creo que estas confundiendo un poco los términos-.
-Ja…tu podrás ser muy histórico, arqueológico y demás, pero no vengas a enseñarle a tu madre-.
-Historiador mamá, historiador-.
-Eso mismo, he sido florista hace años, de generación en generación, se historia también, no subestimes a una madre florista-.
Sergio reía con soltura. Se ataba una toalla a la cintura.
-Mamá… ¿Y papá? -. Tania le extendía el teléfono a Clement