Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
Vuelve conmigo, amor mío
El regreso de la heredera adorada
La segunda oportunidad en el amor
Tener hijo con mi mejor amigo
Enamorarme de ella después del divorcio
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
¿Quién se atreve a cortejar a mi reina encantadora?
Sus manos agarraban las sábanas con fuerza cuando Rose Lin subió ligeramente su cabeza para verlo sobre ella.
Ella gimió cuando el dolor y el placer se mezclaron y enseguida arqueó su espalda como respuesta a los estímulos que recibía.
"Relájate", dijo una voz suave desde sobre su cabeza, con lo cual ella notó que la respiración que la acompañaba se volvió mucho más pesada de lo habitual.
Entonces la mujer liberó poco a poco la sábana a la que se aferraba.
Sobre ella no había otro que Burke Gu, el hombre con el que había estado casada durante seis meses.
Ella lo había amado durante doce años, así que en realidad no le importaba confiar en él con algo como eso.
Él miró profundamente a la desconcertada Rose debajo de él y sus ojos seductores no perdían su brillo pese a la oscuridad que los rodeaba.
No bien la penetró, el hombre gimió ante la cálida sensación que lo recorrió.
Esta era su esposa, su esposa real. Mientras los gemidos resonaban por toda la habitación, se sentía como si un fuego se encendiera en su pecho al disfrutar ese momento sobre la piel de su mujer.
El hombre se inclinó para besar sus dulces y suaves labios, y ella parecía estar recibiendo aire luego de no poder respirar, por lo que agarró su rostro como si no quisiera que este dejara de saborearla.
A la mañana siguiente una pila de papeles cayó frente a Rose.
Ella dejó de hacer lo que estaba haciendo, aturdida por haber salido conmocionada de su ensueño y agarró los formularios con dudas para examinar el contenido conocido.
¿No era ese el contrato que firmaron antes del matrimonio?
"¿Qué quieres decir?", cuestionó, tratando de estabilizar su voz ya temblorosa.
Había un plazo de dos años para su matrimonio, y a pesar de que apenas llevaban medio año casados, él lo estaba sacando a colación. ¿Había pasado algo?
"Mira la tercera cláusula", señaló.
Ella entrecerró los ojos al buscarla.
"En lo que a los deseos de ambas partes se refiere, los dos tienen que cumplir con el deber de una pareja".
Ella se quedó estupefacta y sin palabras.
No podía ser que Burke fuera capaz de etiquetar el sexo de una manera tan formal.
Antes había una cláusula en la que Rose no se veía en la obligación de complacerlo en la cama, sino que todo lo que necesitaba hacer era actuar como su esposa en público.
Aunque él vio el cambio en su rostro, se abotonó la manga de su traje con una mano elegantemente como si nada. "No tienes que pensarlo demasiado. Soy un hombre que tiene necesidades propias que satisfacer, y tú eres la solución", afirmó.
Un destello de sorpresa se reflejó en ella.
¿Acaso lo había escuchado bien? ¿Burke acaba de pedirle que tuviera sexo con él?
De hecho ella nunca lo escuchó hablar de ese tema hasta el día en que ambos firmaron el acuerdo.
"Es perfectamente apropiado contigo porque ya estamos casados.
Claro que si no te sientes cómoda con eso, podemos olvidarlo".