Capítulo 1.
Propuesta.
Gildris Scanfort, de 25 años de edad, espera impaciente en la sala de emergencias del hospital del centro de Delano, ciudad del condado de Wright, Minnesota. En la incertidumbre, ansiedad y desesperación por noticias sobre el estado de salud de su madre, quien fue internada esta tarde con un fuerte dolor abdominal que la hacía estremecer.
Vecinos llamaron dando aviso sobre la situación a su pequeña floristería donde ella trabaja medio tiempo, intentando conseguir el dinero para los medicamentos, consumos de casa y pagar deudas. Cuando ella creía que las cosas no podían ir peor, una notificación de embargo llegó a su tienda esta mañana, la misma que seguramente llegó a casa y que ha causado la caída de su madre. Años intentando sobrevivir a toda la situación económica que presentan, al borde de perder el pequeño sustento y patrimonio de su madre y suyo, solas viviendo en decadencia, dejando de lado sus sueños por cuidar y velar por la mujer que luchó con ella hasta ahora, y es aquí donde se enfrenta a la cruda realidad: todo está perdido, en medio de un embargo y la noticia de la gravedad de la salud de su madre la deja en medio del abismo.
-¿Señorita Scanfort? -dice un hombre mayor, quien se acerca a ella con expresión cansada.
-¿Si? -pregunta levantándose de golpe-.¿Cómo está mi madre? Por favor, digame que ella estará bien.
El hombre supura con pesadez, acomodándose para ser honesto con ella ante el diagnóstico en sus manos.
-Lo lamento mucho, pero no tengo buenas noticias para usted. Su madre está padeciendo de una condición grave de insuficiencia renal; Tendremos que someterla a una diálisis y posteriormente a una cirugía en caso de que esto no sea suficiente. Un trasplante de riñón podría ser la solución.
-Haga lo que sea necesario, doctor, por favor.
-El problema es que este procedimiento tiene costos muy altos; debe pagar el proceso para poder proceder, su costo es de $8,469 y todo dependerá del proceso de la misma. -Las palabras del doctor estallan en Gildris como una bofetada que la lleva de golpe nuevamente de vuelta a la silla donde estaba.
-Entonces... -dice débil-.¿No podemos hacer nada más? ¿La dejarán morir si no tengo ese dinero? -Ella lo mira con pesadez en sus ojos, lágrimas apuntando a salir mientras sus lágrimas nublan su visión.
-Lo lamento, señorita, lo único que podemos hacer por ahora es suministrar medicamentos que alivian el dolor, pero no podemos mantenerla aquí; el proceso es necesario y obligatorio, lamento no poderla ayudar con algo más. Permiso.
El hombre se marcha, dejándola en un denso vacío. Pacientes llegan a emergencia, personas van de un lado a otro, mientras que ella permanece sentada en su lugar, sin siquiera parpadear, las lágrimas recorriendo su mejilla, mientras que su mente está llena de pensamientos y reproches con la vida, que no ha sido justa con ella. Primero su padre las abandona a meses de ella nacer y luego la desdicha; la enfermedad entró a sus vidas como las facturas en su buzón. No sabe qué pensar, pareciera que el mundo está en su contra, en contra de su felicidad.
Sin más, Gildris solo puede empujar la silla de ruedas de su madre por las calles, sin tener ni para un taxi; Camina por 30 minutos hasta su casa, donde intenta cuidar de ella, tratando de encontrar una solución. Por ahora solo tiene un tratamiento para el dolor, más medicina que comprar; es cuestionable su vida, ni siquiera logra descansar por la noche en la agonía de lo que pasará.
*
Días después.
Los días han sido una inmensa tortura; a solo 5 días para el embargo, ella empuja sus pies con pesadez para ir a la florería e intentar vender lo poco que queda. Cansada y sin ánimos, ella abre las persianas, sacude y limpia el lugar, sacando al porche los arreglos florales que dejaron hechos la noche anterior. Gildris se mueve al interior a buscar los materos que pondrá en oferta; cuando escucha la campaña de la entrada de la tienda sonar, ella rápidamente se apresura a incorporarse para atender al cliente, forjando su mejor sonrisa.
-Buen día, ¡Bienven...! -Al levantar la mirada, Gildris queda paralizada.
Un rostro familiar está frente a ella, la mujer irradia elegancia y su perfume invaden rápidamente sus fosas nasales. Ambas se miran en silencio, un silencio ensordecedor que las incomoda a ambas. Años sin verso y ahora están frente a frente, la visión de la otra mujer es incierta, su expresión es de insatisfacción, pues la mujer frente a ella luce lamentable, desganada, poco presentable, apenas un alma en vida, lo que la deja sorprendida. Aún así, continúa con su objetivo al venir aquí.
-Gildris... -exclama al fin la mujer. Mientras Gildris permanece apacible, mirándola con indiferencia.
-Brittney Cooper, esto sí que es una sorpresa -responde moviéndose hacia la caja.