En medio de la plaza, Sol se encuentra paralizada al ver al hombre frente a ella. Cada fibra de su ser se estremece, y el peso de los recuerdos regresa con una fuerza abrumadora, llenándola de un miedo profundo. Sus labios se tensan bajo su mordida, intentando contener el torrente de emociones que amenaza con desbordarse. Un mareo repentino la obliga a buscar apoyo para no caer.
—No... —susurra Sol con dolor, su mano se posa sobre su pecho como si buscara calmar el latido desbocado de su corazón, pero la comprensión parece escaparse de ella.
—Lo lamento, Sol —la voz del hombre resuena grave, teñida de arrepentimiento, mientras sus ojos reflejan un remordimiento profundo.
—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta Sol con una angustia que le oprime el pecho, y se deja caer de rodillas ante él. Sus lágrimas amenazan con desbordarse, y él, con la mirada baja, intenta en vano secarlas. —¡Era tu esposa!
—Yo... no sabía cómo hacerlo. Temía que... que no me recordaras, Sol. Y el doctor no lo recomendaba… y… —murmura con la voz quebrada, y Sol sacude la cabeza con incredulidad antes de levantarse.
—No quiero... —susurra, tragando el aire con dificultad antes de reunir el valor para decirlo en voz alta. —No quiero volver a verte... nunca más.
—¡Sol! ¡Por favor, Sol! —grita el hombre, su voz cargada de un dolor que se remonta a un tiempo que ya no es presente, un anhelo que se desvanece entre las palabras no dichas.
Capítulo 1
Sol.
En ese pequeño lapso, pensaba que la vida consistía en matices diferentes de colores. Algunos días, veo colores muy blancos y amarillos. Pero otros; el color gris y negro abunda. Y eso es parte de la vida. Y a veces, tengo ganas de no levantarme y que se joda todo. Ni siquiera chocolate tengo… Ay chocolate.
¿Cuándo volverás a mí vida? ¿Por qué sales tan costoso?
Vuen… ¡Mierda! Casi escribo la palabra “bueno con v”, sigamos con mi relato.
A veces siento, algo falta en mi mente. Una laguna en blanco, donde no puedo cruzar de una orilla a la otra. También tengo sueños. Sueños raros, recuerdos de un amor que no consigo recordar. Lo veo un sinfín de veces, como si fuera una película de blanco y negro. Y sí, con la pobreza que me cargo podría ser perfectamente así. Creo que al no tener el cable, prefiero imaginar historias.
Estoy demasiado pobre, para comprar un libro y… demasiado millonaria para imaginar miles de historias en mi mente.
Me encuentro llegando a la plaza. Es mí refugio, me encanta venir con mi perrito Roco. Al mismo, le falta una pierna. Producto de un accidente, lo atropellaron y quedó mal, tuvieron que amputarle la pierna derecha. Pero… eso no lo detiene para robarse las cosas de los demás, sí. Es un perro travieso, pero es la mejor compañía que alguien como yo, podría tener.
A lo lejos, lo veo. Al chico misterioso.
¡Está demasiado bueno!