Roma, Italia.
Un año después:
Mi corazón late aceleradamente mientras me deslizo de un lado al otro por la sala vacía de la habitación de hotel donde me encuentro.
No podía dejar que él me encontrara.
No cuando he hecho todo lo posible porque él no me encuentre en este año que llevo huyendo de él.
Lanzo una mirada por encima de mi hombro a la cama donde yace el motivo de mi huida.
Markus es mi vida entera y si tenía que darla para que se quedara conmigo lo haría.
Yo sería capaz de absolutamente todo por mi hijo.
Deslizo la mirada por su pequeñito cuerpo arropado por las sábanas mientras él duerme pacíficamente sin saber que una amenaza nos rodea.
Una amenaza a la cual no puedo enfrentarme de lleno ya que no tengo las armas suficiente para hacerlo.
Me frustra que él me haya encontrado.
La cólera recorre cada partícula de mi cuerpo con fuerza logrando que este tiemble ligeramente.
Aprieto mis labios y me dirijo a la ventana de la habitación donde puedo ver todo a la perfección.
Su auto sigue ahí y el terror me recorre lentamente reemplazando a la cólera.
— ¿Qué está haciendo aquí? —maldigo por lo bajo para no despertar a mi bebé—. ¿Acaso va a revisar todas las habitaciones hasta encontrarme?
Cerré la boca abruptamente porque sabía que él era capaz de hacer eso y mucho más.
Maximillian es un hombre que no teme en establecer su poder.
Es capaz de todo por conseguir un objetivo y el suyo claramente es obtener a mi hijo.
-Pero no va a hacerlo -aseguro con fuerza mientras que me dirijo hasta la cama tomando a mi bebé con suavidad entre mis brazos.
Lo acuno contra mi pecho sintiendo su calor, logrando que mi corazón latiera cada vez más deprisa.
Mi niño sigue dormido contra mi pecho, tan pequeño.
Tan frágil.
Tengo que protegerlo de todas las cosas.
Debo hacerlo.
Él es mi hijo.
Nadie jamás va a quitármelo.
Ni siquiera Maximillian con todos sus millones.
Así tuviera que hacer hasta lo imposible por lograr mi cometido.
Soy capaz de dar la vida por mi hijo.
Debía aprovechar si él estaba recorriendo todas las habitaciones para encontrarme.
—Tengo que irme de aquí -es el pensamiento que me hace tomar el bolso donde llevo todas las cosas de Markus.
Lo coloco con dificultad en mi hombro y comienzo a caminar hasta la puerta pero justo antes de llegar a esta se abre con estrépito mostrándome el rostro que hace unos minutos había visto logrando asustarme.
El mismo rostro en el que no he dejado de pensar durante todo este tiempo tontamente.
Él tiene el ceño fruncido y sus ojos me miran con una frialdad que se clava en mis entrañas dejándome sin aliento por un instante hasta que desliza su mirada al pequeño bulto entre mis brazos el cual observa con fingida ternura.
Una emoción que cambia al volver su mirada a mí después que oigo como llama a mi hijo su -heredero-.
La palabra me hace estremecer porque sé que significa y no hablo del significado de la palabra.
Eso va más a allá de todo.
Maximillian nunca había podido tener hijos con su esposa y ya que esta había tenido un hijo propio que murió de pequeño, Maximillian asumió que él no podía tener hijos.
Ahora está aquí, mirándome fríamente seguramente para que le entregue a mi hijo.