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El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
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El mundo mágico existía, desde el creador del viento que soplaba para mover las hojas a capricho propio hasta las estaciones del clima que eran creadas por poderosos espíritus naturales. Estos seres vivían exclusivamente para celebrar y alimentar el don que les había sido otorgado, cada aspecto de la naturaleza era protegido por un espíritu natural. Estos seres habían nacido exclusivamente para celebrar y alimentar el don que les había sido otorgado.
El mundo estaba en constante declive, los humanos se reproducían con rapidez mientras los recursos se agotaban. Estos seres mágicos estaban siendo afectados, los espíritus tenían que fingir que sus poderes no se debilitaban e inclusive lugares que debían su existencia solo a la magia corrían el peligro de desaparecer.
Patrick era el protector de los árboles, un espíritu natural que intentaba mantenerse alejado de la devastación que provocaban los humanos. Él nunca había intercedido en el ciclo de vida de los mortales, hasta que una serie de incendios forestales a gran escala logró afectar sus poderes.
A medida que pasó el tiempo comenzó a notar los cambios en él, creyó que no era algo para alarmar a nadie por lo que lo ocultó y en su lugar se esforzó por facilitar la reforestación. Patrick había errado, la magia que lo alimentaba no era suficiente, la falta de ella volvía al mundo cada vez más gris.
Al chico castaño le molestaba admitir que necesitaba de alguien más, usualmente podía valerse por sí mismo sin prescindir de nada ni de nadie. Sin embargo, era momento de tragarse el orgullo para pedir ayuda a los cuatro espíritus más poderosos: los creadores y protectores de las estaciones del año.
Mientras volaba las nubes parecían apartarse de él, Patrick presumido como siempre, sonreía con superioridad ante eso; surcaba el cielo empujado por el viento, al igual que una semilla buscando germinar. Evitaba acercarse a las ciudades, no quería ver los grises edificios que pavimentaban el firmamento, temía que el poder de su vuelo disminuyera debido a la falta de vegetación.
Después de mucho tiempo comenzó a divisar el palacio de Nikolai, aceleró el vuelo para que pudiera llegar al hogar del espíritu del otoño en cuestión de minutos. Solo había un pequeño detalle que sabía le dificultaría mucho las cosas: ¿cómo lograría sobrellevar el cambio estacional?
Había estado intentando entrar al palacio de Nikolai por cientos de años, claro, nunca pasó de las murallas de hojas. A Patrick siempre le pareció divertido hacer las estrategias para entrar al palacio de Nikolai, pero la reducción de luz y las bajas temperaturas lograban desequilibrarlo como espíritu de los árboles.
Mientras el joven espíritu pensaba en una nueva táctica de espionaje, Nikolai reducía sus defensas para permitir el ingreso de los creadores de las estaciones. Patrick se detuvo en seco al ver la manera en que las murallas de hojas descendían cayendo hasta desaparecer, era algo que llamaba su atención de manera casi hipnótica.
—Asombroso —dijo en un susurro, embelesado.
Voló un poco más cerca de aquellas murallas, quería tocarlas, estaba convencido de que podría tomarlas antes de desaparecer, pero un empujón lo tiró directo hacia un montículo de nieve. El golpe frío aturdió al castaño, el culpable interrumpió su vuelo por un segundo, sin embargo, no se acercó hacia el pobre tipo que había enterrado por un descuido.
Jason estaba tan ensimismado en romper su propia marca de vuelo que no pudo ver que alguien estaba flotando en medio de la nada, no era común que otros espíritus además de los grandes protectores de las estaciones visitaran a Nikolai.
—Lo siento, amigo —se escuchó la voz alegre de un chico—, pero llevo prisa.
Patrick colocó la mano en su cabeza justo en el lugar donde sentía la pequeña molestia del golpe y se frotó para suavizar el dolor, apenas pudo ver al chico que se había tropezado con él. Siguió con la mirada al espíritu de vestimenta extraña, entró al palacio de Nikolai dejando un camino de escarcha tras él y recordó la existencia de un espíritu capaz de hacer algo como eso.
En el palacio el resto de las estaciones esperaba a que el protector del invierno apareciera, finalmente, Jason llegó al gran salón con una entrada triunfal. Pascual rodó los ojos al verlo, pensó que no era necesario crear una ventisca helada al llegar.
—No llores más, Pascual. Tu querido amigo está aquí —dijo sarcásticamente.
El nombrado solo bufó en respuesta.
—Has llegado, Jason. Te estábamos esperando —saludó Nikolai.
El creador de la primavera parecía impaciente, Pascual evitó hacer una reprimenda por el retraso porque sabía que no tenía caso. Jason en su defensa siempre alegaba que la puntualidad no era algo que lo destacara, el invierno llegaba antes o después.
—Ahora que el cubo de hielo llegó, ¿puedes decirnos qué pasa? —dijo Pascual cruzándose de brazos.
El hombre se acercó al enorme globo terráqueo que mostraba el cambio en la tierra, sus ojos parecían brillar menos al posarse sobre el.
—Madre Naturaleza habló conmigo —les informó.
—¿Qué te dijo? ¿Es sobre el planeta? ¿Algo malo ha vuelto a pasar? ¿Nos acercamos a la extinción? —habló Summer a gran velocidad.
Jason parpadeó un par de veces aturdido por las palabras, preguntándose cómo era posible que estuviera acostumbrado a la velocidad en que hablaba la creadora del verano.
—Me dijo algo que nosotros hemos estado ignorando, o al menos, fingiendo que lo hacemos —dijo el misterioso hombre del otoño.
—¿De qué hablas, Nikolai? —preguntó Jason totalmente confundido.
—La magia se está acabando, nuestro poder no es capaz de interceder sobre lo que están haciendo los humanos —señaló el globo.
Se apreciaba un planeta menos verde, algunas áreas parecían en peligro y otras más desapareciendo. Todos se quedaron impresionados al notarlo, sus rostros se ensombrecían al ver frente a ellos lo que más temían y no querían aceptar.
Jason era el menos sorprendido, lo había asumido y en realidad se había vuelto a acostumbrar; las nevadas duraban menos, el granizo aparecía en ciudades en los que nunca había estado y las temperaturas cambiaban constantemente.