Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Destinada a mi gran cuñado
Demasiado tarde para arrepentirse: La heredera genio brilla
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Novia del Señor Millonario
Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón
Una esposa para mi hermano
Mi esposo millonario: Felices para siempre
No me dejes, mi pareja
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
Era una tranquila tarde en el hospital de Santa Eva en Collinstown. La fecha marcaba 8 de junio de 1983, eran alrededor de las tres de la tarde y el pequeño Troy Collins de seis años ya se encontraba frente al vidrio de la sala de maternidad, listo para que le presentaran a su hermanito, al cual cuidaría y protegería con su vida.
En ese momento llego su padre, el gran Charles Jean "CJ" Collins, líder y fundador de su propio club de motocicletas "Los Jinetes de la Muerte" quienes controlan la ciudad con negocios lucrativos aunque no siempre legales; aun así, Troy siempre ha sentido una gran admiración por su padre.
–El hombre se acercó por el pasillo hacia su hijo y cargándolo en sus brazos le preguntó– ¿listo para conocer a tu hermano?
– ¡Sí! –le respondió Troy con ánimo.
– De acuerdo –dijo y se acercó al vidrio de la sala de maternidad, desde donde se podían ver a todos los bebes que habían nacido ese día. En este caso habían nacido cinco niñas y un solo bebé varón: Dean Thomas Collins, el hermano menor de Troy, y segundo hijo de CJ Collins, quién es conocido por la comunidad cómo "El rey de Collinstown"
– Dile "hola" a tu hermanito, Troy –le dijo CJ a su hijo.
– Hola, "Dee" –dijo Troy saludando al pequeño bebé mientras movía su mano a través del cristal.
Sin embargo, el tierno momento se vio interrumpido cuando un hombre, parte del club de CJ, Paul Tolleman, mejor conocido como "Chip", lo llamó desde el final del pasillo. Al parecer el "rey" tenía asuntos que atender en su "reino"
– Okey, "T" –dijo poniendo a su hijo nuevamente en el suelo y utilizando el fraterno apodo que le dio cuando este dijo que "algún día quería ser parte del club de su papá"– nuestros hermanos necesitan mi ayuda, por lo que yo necesito que te quedes aquí y cuides de tu hermano menor, ¿okey?
– Sí, señor –dijo el pequeño muy seguro.
– Eso es –dijo su padre y se levantó para darle un beso en la coronilla– mi pequeño soldado –revolvió su cabello y se fue.
Una vez que CJ desapareció por el pasillo, Troy trató de alcanzar el borde de la vidriera para ver una vez más a su hermano, pero aún era muy pequeño para llegar. Lo Intentó varias veces más, hasta que vio a una enfermera pelirroja pasar a su lado y meterse a la sala de maternidad, no sin antes darle una tierna sonrisa, a la cual Troy correspondió.
El niño finalmente decidió rendirse y recostarse a la pared del otro lado del pasillo para esperar allí a su padre. Dejó que su cuerpo se deslizara por esta hasta que sus pompis tocaron el suelo. Pero no pudo tranquilizarse, ya que en ese momento escuchó un alboroto proveniente de la sala de maternidad. No estaba seguro pero casi podía decir que era como si se estuviesen peleando. El llanto de los bebes se escuchaba hasta el pasillo y también escuchaba que varias cosas se caían y rompían. Se tensó en su lugar esperando que algo más pasara o que alguien viniera o saliera de ahí, pero luego de unos minutos el silencio volvió.
Cuando eso pasó, Troy se armó de valor y se acercó nuevamente a la vidriera, esta vez un poco más inseguro, para intentar una vez más ver a través de ella. Al acercarse vio a la enfermera pelirroja de antes salir de la sala, solo que esta vez llevaba una de las incubadoras con ella, la única con un bebé varón.
Troy, quien para tener solo seis años es bastante rápido y avispado, logró unir las piezas del rompecabezas rápidamente: el niño en la incubadora es su hermano Dean y esa mujer planeaba llevárselo, así que salió corriendo de ahí gritando y buscando por cada pasillo del hospital a su padre, al cual encontró minutos después en la planta baja del edificio, hablando con sus hermanos del club.
– ¡Papá, es Dean! ¡tienes que venir! –gritaba Troy mientras bajaba las escaleras a gran velocidad.
– ¡Troy! –gritó su padre al verlo bajar las escaleras y él, junto con los demás que lo rodeaban, fueron corriendo hasta el niño– ¡¿qué pasa?! ¡¿qué tienes?! –preguntó CJ al acercarse y tomar a su hijo por los hombros.
– ¡Se van a llevar a Dean! –gritó el pequeño y apuntó hacia arriba de las escaleras.
– ¿Qué? ¿quiénes? –le preguntó CJ.
– ¡Una enfermera! ¡se lo va a llevar! –gritó el niño a todo pulmón.
– ¡Troy! Cálmate –le dijo su padre poniendo una mano frente al pequeño – de seguro solo le van a hacer una revisión…
– ¡No! –le insistió el pequeño y lo tomó del brazo para empezar a jalarlo escaleras arriba– ¡se lo van a llevar! ¡tienes que venir!
Para complacer a su hijo, CJ y sus compañeros se dirigieron al segundo piso, al pasillo de maternidad siendo guiados por el pequeño, quién iba lo más rápido posible. Pero cuando el niño le mostró a su padre la vidriera, el presidente y su grupo abrieron los ojos de par en par y decidieron actuar, solo que ya era muy tarde. En la sala de maternidad, a través del enorme vidrio: vieron a la enfermera encargada de los bebes en el piso muerta y a su alrededor un desastre. Las cinco niñas se encontraban ahí, pero no el pequeño Dean.
– ¡Dean! –CJ quiso entrar a revisar, pero era obvio que el pequeño ya no se encontraba allí, por lo que su mano derecha lo apartó de la puerta y le dijo.
– ¡Abajo! ¡en el estacionamiento! –y así, el grupo de cinco hombres bajaron por la escalera de incendios hasta el estacionamiento siguiendo a su líder.
Troy solo pudo quedarse ahí, estático, preguntándose: ¿qué había pasado? Y ¿cómo pudo permitir eso? Las lágrimas salían solas de sus ojos mientras se agachaba en el suelo a llorar y se preguntaba: ¿su papá lograría rescatar a Dee?
…25 años después…
– Entonces, ¿quieren anotar a su hijo en el sistema cómo un niño que fue robado? –preguntó la agente encargada del Departamento de Servicios Humanos.
– Sí –respondió la pareja al unísono.
– Muy bien –dijo y tecleó algo rápido en su computador– voy a necesitar la historia completa de lo que pasó, ¿bien?
– Sí/claro –dijo la pareja nuevamente.
– Muy bien. Empecemos por sus nombres ¿Cómo se llaman?
– Jeffrey y Samanta Colt –respondió Jeffrey.
– ¿Colt? ¿cómo la pistola? –preguntó la señora con algo de sorpresa mientras lo anotaba en su computadora.
–La pareja río un poco– sí, como la pistola –dijo Samanta.
– Lo cual es irónico porque estoy en contra de las armas –dijo Jeffrey riendo.
– ¿El nombre del niño en cuestión?
– Thomas Colt, –respondió Jeffrey otra vez– pero le dimos nuestro apellido luego de adoptarlo, quizás en el sistema aparezca con otro.
– No es probable pero lo verificare, ¿tienen algún otro hijo además de Thomas?
– Sí –respondieron al unísono otra vez– un hijo biológico. Su nombre es Clayton –dijo Samanta.
– Okey, ¿Desde cuándo tienen al niño? –preguntó la agente.
– Desde hace unos… doce, ¿doce?… –preguntó Samanta haciendo memoria mientras miraba a su esposo.
– Doce años, sí –corroboró Jeffrey.
– Muy bien –dijo y anotó eso en la computadora– ¿qué edad tiene el joven ahora?
– 25 años –dijo Samanta.
– ¿Qué edad tenía él cuando lo encontraron?
– 13 años –dijo Jeff.
– Y ¿Cómo lo encontraron?
– De hecho nosotros no lo encontramos, fue nuestro Clay quién lo hizo –respondió Sam.
– ¿Cómo?
– Ellos iban juntos a la escuela y Tom lo invitaba a su casa a jugar. La mujer que lo crío hasta ese momento, Juliette o Julia, siempre intentaba inventar excusas para que Clay se alejara o solo no dejarlo pasar a la casa; incluso fue a nuestra casa y habló con nosotros sobre eso –explicó Jeff.
– ¿Qué les dijo?
– Nos dijo que… –dijeron ambos al unísono pero Jeff le cedió la palabra a su esposa– nos dijo que su hijo, Tom, estaba muy enfermo y que probablemente moriría, así que no quería que ningún niño le diera esperanzas de vivir ya que, según, su diagnóstico era terminal.
– ¿Y ustedes le creyeron? –preguntó la agente de Servicios Humanos.
–Ambos vacilaron al principió pero finalmente Jeff dijo– quedamos pasmados con lo que dijo. Nos preguntamos: "¿qué clase de madre no quiere que su hijo tenga esperanza? Y en caso de que fuera una enfermedad terminal, ¿Por qué no darle algo de alegría al niño?"
– E-en resumen, tuvimos nuestras dudas en el momento pero, ¿qué podíamos hacer? Pensábamos que en realidad era su madre –dijo Sam.
– ¿Cuándo descubrieron que ella no era su madre?
– De hecho, Clay nos lo dijo muchas veces –admitió Sam.
– Él siempre llegaba a casa diciendo que esa mujer estaba loca –dijo Jeff– y que Tom no era suyo por la forma en que lo trataba.
– ¿Y cómo lo trataba?
– La verdad, no sabemos a qué grado llegaba el maltrato –respondió Sam.
– ¿Ustedes jamás vieron a esa mujer pegarle o gritarle?
– No jamás/no –respondieron ambos.
– Pero Thomas andaba en silla de ruedas cuando lo conocimos –dijo Sam– según su madre tenía un déficit en las piernas, pero hoy en día camina con total normalidad.
– ¿Cuándo empezó a caminar con normalidad?
– Quince días, quizás un mes luego de que nosotros lo acogiéramos –respondió Jeff.
– ¿Creen que haya sido... victimizado por su madre?
– Sin duda –dijo Sam.