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El Rey de Mi Barrio

El Rey de Mi Barrio

c.ramos

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Capítulo

Dos jóvenes, dos destinos diferentes. Él siempre la quiso. Ella nunca lo pondría en sus planes. Hijos de familias que nunca pudieron involucrarse, Randal y Diana son los protagonistas de los desafíos que pueden romper las reglas de Pontes e dos Reis.

Capítulo 1 El presente

Pies descalzos caminaban por el suelo limpio y frío. Se dirigían hacia la ventana principal. Demasiado tenso, el hombre pellizcó la nariz del diminuto payaso de juguete que sostenía en su mano izquierda, haciéndolo parpadear. No recordaba cuándo empezó a usar ese objeto para aliviar la tensión, pero nunca olvidaría cuándo lo consiguió.

Cuando se detuvo frente a la ventana central, enfocó la calle que le gustaba disfrutar desde niño, donde se sentaba en el alféizar para poder ver la casa blanca, con sus paredes bajas. Perdía horas del día "viéndola" jugar en el patio sola o en compañía de sus hermanas. Tenía solo cinco años cuando esa casa se convirtió en el centro de su atención.

Fue mientras regresaba de un paseo con su madre, las dos se dirigían a su casa y ella quería dar otro paseo por otra calle, cuando de repente se detuvo frente al muro bajo de una residencia. Su expresión era tan intensa que llamó la atención del chico.

"¡Bájate de ahí, hijo!"

La hermosa joven le preguntó al niño que comenzó a escalar el muro bajo.

"¡Yo también quiero verlo!" Insistió, siguió subiendo hasta llegar a la cima y se sentó.

Lo primero que vio fue a uma niña unos años menor que jugaba em medio del patio. Llevaba trenzas y um vestido rosa com ositos de peluche de colores. Al verlo, el niño corrió hacia él y le tendió la manita com el juguete.

"¡Annie vuelve aquí!"

Um hombre com uma expresión severa apareció em la puerta de la casa.

El sonido de um arma amartillando lo devolvió a la realidad. Se volvió hacia el intruso de su casa que ahora apuntaba su revólver em su dirección. Observó el rostro enfadado y unos años mayor que aquellos recuerdos.

- ¿Dónde está mi hija, bastardo?

Diana Pontes.

Aprobó primero em medicina federal a los 20 años. El primero de la familia em ir a la universidad. Su padre, Benedito Pontes, conocido em todo Roseiral como Tío Dito, había estado em el servicio público durante 12 años como conductor de ambulancia para la unidad de emergencia de la ciudad. Leila, su esposa, trabajaba desde hacía um tiempo como cajera em el mercado del barrio. De alguna manera la familia Pontes tenía cierta estabilidad, y las dificultades no eran tan pesadas. Cuando Diana llegó primero a la universidad, fue como si la familia hubiera ganado la lotería.

El padre lloró mucho.

Bebió mucho también.

Ditto no estaba acostumbrado a emborracharse, a pesar de beber su cerveza de vez em cuando, y cuando se enteró de la conquista de su hija, literalmente pateó el balde.

Fue um comienzo divertido para el día em el patio trasero de la casa Pontes. Algunos amigos cercanos participaron em la celebración.

Diana conocía a todos, sin ser muy cercana, pero esse día fue especial no solo para ella, por lo que fue amiga de los amigos de sus padres.

Y yo estaba feliz

Ella también lloró mucho.

Esse logro iba a cambiar su vida.

No le importó el baño de harina de colores que prepararon Josy, su amiga de la infancia, Jessica, su hermana mediana, y Luana, su hermana menor.

La celebración fue perfecta hasta que...

Um auto estacionado frente a su casa.

Um coche blanco, muy limpio.

Y aparentemente nuevo. Debería serlo, estaba envuelto em um lazo rojo gigante, como um regalo.

La calle se detuvo.

De repente, el frente de la casa Pontes se vio rodeado de vecinos.

Diana se congeló.

Todos paralizados.

Emocionada, se tapó la boca volviéndose hacia su padre.

Ditto la miró sorprendido.

-No, no fui yo, hija...- dijo él, tan perdida como ella.

Um joven conocido se bajó del auto.

Hijo de Seu Formiga, dueño del bar de la esquina.

Hijo perdido em el reino del crimen.

Vitinho...

Él todo sonrisas fue a la puerta.

- Tu Ditto, Doña Leila...

Se puso todo ceremonioso.

- Tu alegría se extendió por nuestro Rosedal y cautivó a nuestro hermano y colaborador.

"colaborador"

El adjetivo más sutil para el narcotraficante más grande de la ciudad.

- Para felicitar el logro de su hija, Diana, ahora futura médica de nuestro barrio, que reciba este regalo que le envía com todo cariño Randal Reis, su gran admirador...

Vitinho atravesó la reja de la puerta com la llave del auto.

El gesto provocó uma protesta general.

- ¡Nuestro! ¡Um carro! – Jessica trató de ir a la puerta, pero Leila la agarró del brazo.

- Ni siquiera pienses em ir allí. – ordenó la madre.

Y Diana...

Bueno, ella fue la primera em darse la vuelta y entrar a la casa sin decir uma palabra.

Com uma expresión satisfecha, Ditto hizo el mismo gesto.

- Terminemos de celebrar ahí muchachos, hay mucha pizza y dos cajas de cerveza por vaciar.

Más tarde, después de la celebración, la mayoría de los invitados ya se habían ido. Ditto estaba em compañía de su viejo amigo Jorge. Los dos hombres estaban sentados a la mesa de la cocina.

- ¿Crees que debería hablar com este tipo? Necesita saber que lo mataría si se atreviera a acercarse a mi hija.

Ditto comentó antes de tomar um sorbo de su cerveza.

- Sabes quién morirá si peleas com el Rey, ¿no? Entonces, ¿quién se quedará aquí para cuidar de tu familia? ¿Quién garantiza que ellos, su esposa e hijas estarán a salvo?

Las palabras de Jorge, su amigo y esposo de Vera, hicieron temblar a Dito.

- Diana se va a estudiar a la ciudad, no tendrá ningún contacto com el Rey... Y outra, sabe que no tiene la menor posibilidad com ella, la chica es um juego duro, nadie em esta calle tiene la más mínima oportunidad com ella.

Terminó Jorge y los dos se rieron.

- Que atrevida...

Dijo Vera, sentándose em el sofá de la sala.

Leila colocó la bandeja de jugo em la mesa frente a ella. La familia Pontes no há tomado refrescos desde que Diana hizo su monografía de octavo grado sobre los males de la comida. Solo Benedito se quedaba com su birra los fines de semana.

- Menos mal que mi hija sale para el centro de la ciudad tan pronto como se registra. – Leila también estaba tensa.

- ¿Y ídem? Pensé que iba a perder la línea.

- Yo también lo creía, Vera, pero se lo está pasando bien hablando com Jorge em la cocina.

- Leila, amiga mía, ¿por qué el Rey le daría um auto a Diana? ¡Prácticamente no sale de su habitación! ¿De dónde la conoce este chico?

La pregunta de su amiga la hizo suspirar. Vera y su familia hacía mucho tiempo que no vivían em Roseiral. Cuando João Reis todavía "reinaba" em el barrio.

- Su padre lo matriculó en la misma escuela que Di, solo tuvieron contacto en el último año de secundaria... Ahí comenzó nuestro infierno.

- ¿Pero no es mayor?

- Apenas dos años, había dejado la escuela para competir afuera en judo y se perdió algunos años de estudios, cuando volvió se cayó en la misma habitación que ella.

- A pesar de que vivía fuera de aquí, sabía que... Pensé que no seguiría el mismo camino que su padre, ya que es medallista. – se lamentó Vera – Dicen que tenía un futuro prometedor.

- ¡Pues ahora él se encarga de todo!

- ¡Sí! - Vera la miró bien - Leila, no quiero ni imaginar lo que puede pasar.

Su comentario cubrió una sombra en el rostro de su amiga.

- Yo también, nunca ocultó que quiere a mi hija... Y empezó a demostrarlo cuando un perturbado desprevenido la golpeó en la escuela.

Unos años antes...

Diana siempre fue una chica trabajadora y dedicada en sus estudios, y también era una estratega de supervivencia en el aula. Me senté en el primer pupitre, frente al pizarrón y al lado del profesor. Allí nunca nadie la molestó.

Es seguro que tendrá mala suerte en su último año de escuela secundaria.

Y su nombre era Pedro.

El niño venía de otra escuela para cursar su último año en la Escola Maria Cecília.

Diana era una chica hermosa, pero fuera de la norma para las bellezas de la escuela secundaria. En ese sentido, Jessica, su hermana un año menor, fue uno de los atractivos. La belleza de Diana siempre fue discreta, usaba anteojos, playeras, jeans, sin maquillaje, cabello en moños. A diferencia de Jessica, que amaba un atuendo más llamativo y un maquillaje bien marcado. La manera introvertida de Diana fue lo primero que llamó la atención del nuevo estudiante. Lo que no sabía es que durante años esa forma suya también fue objeto de la atención de otro compañero de clase, Randal Reis, hijo de João Reis. El rey de la rosaleda. Y no fue por el apellido. Pero el joven Pedro no lo sabía, por lo que Diana resultó ser una de las chicas que le interesaban.

Siempre llevaba un libro con ella durante los descansos, por lo que casi nunca hablaba con nadie. Me senté en un rincón libre y allí pasó sus veinte minutos de almuerzo. - Oye. Diana tardó unos segundos en desconectarse de su historia y mirar al novato. Pedro era un joven guapo fácilmente popular, pero a Diana no le gustaba su aspecto, demasiado altivo. - Oye. - respondió sin entusiasmo. - Te gusta leer, ¡eh! - se quejó el chico con una mueca. Arqueó las cejas y volvió los ojos a su lectura. -¡Dame esto! - Pedro le quitó bruscamente el libro de las manos. - ¡Desde que me uní a esta escuela no dejas estos libros y ni siquiera tienen fotos!

Diana sintió que sus mejillas ardían de ira.

-¡Devuélveme mi libro! – preguntó poniéndose de pie.

- ¡Vem por él!

Pedro la estrechó antes de desaparecer de su vista.

Dio um paso, pero se detuvo. Eso era lo que él quería, que ella perdiera el control.

- ¡Chico raro!

Ella resopló com molestia, finalmente no dándole lo que quería. Lo había visto meterse com otras chicas y su atención lo divertía.

Diana era de pocas palabras y también inaccesible cuando no quería socializar. Tal vez Pedro tomó esto como um desafío, por lo que al día siguiente, su enfoque fue más agresivo, la empujó a sentarse em su lugar. Diana se tambaleó y miró su rostro burlón. Había pocas personas em la habitación. Indignada, respiró hondo y fue a sentarse lo más lejos posible, eligiendo uma de las sillas libres al final de la fila.

Poco a poco, la sala se llenó com la llegada del resto de los estudiantes. Randal Reis era uno de ellos y se sentó em la parte de atrás. Se sorprendió al ver a Diana allí, luciendo molesta al lado de su escritorio.

Ella nunca há estado tan cerca.

Mirándola fijamente, confundido, solo entonces notó su atención hacia el nuevo estudiante que estaba sentado em su silla. También lo había notado allí, su billetera fue lo primero que miró cuando entró a la habitación, por lo que pensó que se había perdido, pero Diana estaba allí a su lado, visiblemente enojada y sin siquiera notarlo.

- Oye...

La llamó mientras se sentaba y ella tardó tanto em responder que pensó que no lo había escuchado. Luego, Diana apartó lentamente la cara y Randal pudo ver su expresión llena de ira.

- ¿Esta todo bien? Preguntó sorprendido.

Diana estaba aún más molesta al darse cuenta de que estaba sentada al lado del chico que su padre le había pedido que evitara desde que se transfirió allí em quinto grado y ella estaba em tercer grado. Se suponía que se había graduado, pero abandonó la escuela em su último año de secundaria y ahora había estado em su clase durante casi seis meses.

Por primera vez cerca de él, podía ver claramente su rostro, pero no podía recordar su nombre.

"No te hagas amigo de esse, su padre apesta".

Su padre le advertía cuando de vez em cuando esse niño pasaba por su calle.

- Sí. – Respondió finalmente girando su rostro hacia adelante sin saber que su estado perturbaría a su compañero de clase por el resto del día.

Cuando sonó la campana de descanso, Diana se apresuró a la salida bajo la mirada perpleja de Randal. Notó que Pedro también la seguía com la mirada y frunció el ceño tratando de imaginar lo que le habría hecho a Diana.

-Esse tipo se está volviendo loco provocando a Aninha, avisa al tío Dito.

El colega detrás de él, también comentó Marcão, atento al movimiento.

- ¿Qué paso?

- No estuviste aquí ayer, el idiota tomó su libro em el recreo y ahora no la deja sentarse em su asiento... Conoces esa vieja táctica de quinto grado para llamar la atención.

Los ojos de Randal brillaron em la forma em que su colega sabía bien.

El descanso.

Frente al espejo del baño de chicas, Diana miró fijamente su rostro preocupado, tratando de averiguar por qué el chico nuevo estaba tan quisquilloso con ella.

- Y ahí...

Jessica apareció y notó su angustia.

"Hola..." Diana se puso los anteojos con nerviosismo.

- ¿Estás bien? ¿Obtuviste una calificación baja? Solo te veo raro así cuando ganas menos de diez.

Diana miró a su hermana. Jessica rara vez no se refería a ella con ironía o burla.

- Es solo un dolor de cabeza...

"Quien se llamaba Pedro"

- Entonces apúrate a tu habitación, ya sonó el timbre... - Jessica fue al baño.

Diana saltó, después de haber pasado todo el descanso en el baño, apenas escuchó la campana. Salió a toda prisa y se topó con alguien camino al pasillo de habitaciones.

-Lo siento...

Estaba electrificada al ver con quién chocaba.

Pedro!

- ¿Estás huyendo?

- ¡Cielos!

- Cálmate...

Diana sintió que su corazón se aceleraba con desesperación cuando él la tomó por los hombros y la colocó contra la pared.

El horror se apoderó de él cuando se dio cuenta de su intención.

- No...

Su protesta fue amortiguada por los duros labios que aplastaron los de ella, un beso insistente que duró hasta que Diana se liberó de los brazos de Pedro y salió corriendo mientras él se reía.

- ¿Quién dijo que nadie podía besar a esta chica?

Incluso lo escuchó gritar entre las risas de sus compañeros.

Enfrascado en una conversación entre amigos, Randal vio la entrada desesperada de Diana en la habitación. Fue a su escritorio, agarró sus cosas y salió corriendo, toda llorando. Atónito, la siguió hasta el pasillo y Marcao hizo lo mismo. Los dos se detuvieron cuando la vieron esquivar con un grito de "déjame en paz" ante la provocación de Pedro que venía por el pasillo.

-La vacilación...- Marcao estaba a punto de avanzar hacia el chico, pero una mano en su pecho lo detuvo. El joven miró el frío perfil de Randal. Vio que sus ojos brillaban como dos esferas enloquecidas y apretó la mandíbula al ver a Pedro entrar en la habitación riendo, como si acabara de ganar un premio.

Diana no le contó a nadie lo que pasó ese día y durante la noche fue perseguida por las apariciones de Peter rodeándola dondequiera que ella corriera. A veces su rostro cambiaba a uno que no podía identificar. Nunca en toda su vida había sentido tanto odio hacia alguien. Y por una vez, tampoco quería ir a la escuela al día siguiente. No tuvo el coraje de enfrentar la humillación de ser besada a la fuerza por un chico insoportable que se creía el mejor.

Pero a ella tampoco le gustaba estar ausente. Y al día siguiente estaba allí, de pie frente a la María Cecília mientras entraban los demás. Todos los que pasaban, al menos nadie se reía de ella. Se sentía como un día normal.

Ni rastro de Pedro.

Aliviada, Diana se echó la mochila a la espalda y entró.

En la sala, la mayoría ya había ocupado sus asientos, el suyo estaba allí, vacío.

¿Pedro la había extrañado o llegaría más tarde para molestarla aún más?

Pensó con ansiedad y respiró hondo antes de sentarse en su escritorio. Aquí estaba su lugar, si ese chico se le acercaba de nuevo, se quejaría con la directora.

Su descanso duró sólo cinco minutos.

Pedro apareció en la puerta.

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