La noticia cayó como una helada sobre La Rioja: León "El Cicatriz" Vargas, el temido líder del cartel, quería una esposa, y su mirada se posó en la hija de mi padre.
Los rumores hablaban de un monstruo desfigurado, moribundo, cuyas siete esposas anteriores habían desaparecido o muerto en menos de un año.
Mi prometido, Javier, me juró protegerme y me propuso una boda secreta para evitar mi destino.
Acepté, mi corazón lleno de gratitud, y brindamos por nuestro futuro con una copa de vino antes de que todo se volviera negro.
Desperté encerrada, y horas después, mi padre y Javier entraron, sus rostros desprovistos de cariño, revelando la espantosa verdad: me habían drogado.