En Ezeiza.
Esta es otra de tantas madrugadas, donde el frío me cala los huesos.
Por una pequeña ventana con reja, puedo ver que está a punto de amanecer.
Hoy es mi última noche de casi, siete años, tres meses, veinte horas con veinticuatro minutos.
Pensé que este día, jamás llegaría
Me encuentro, sentada en mi camastro de una cárcel de mujeres.
Un lugar sombrío y lúgubre donde encontré las fuerzas, que necesitaré.
Para enfrentar una sociedad hipócrita
Sí, me condenaron por matar, a mi esposo.
Un hombre, que jamás me amó.
Solo, por conveniencia, se casó conmigo.
El tenía un apellido, de alcurnia en la gran sociedad.
Dilapidó la fortuna de su familia, en juergas, mujeres, juegos clandestinos, drogas y alcohol.
Terminó debiendo, una vela a cada, santo.
Para mí, mala suerte, mi familia, teníamos dinero. No, así un apellido ilustre.
Jamás pudieron, codearse con la alta sociedad.
Solo éramos pareas.
Si recurrían a mi padre para que los ayudara, con sus problemas económicos.
Siendo un prestamista, respetado y confiable.
El terror que el divulgará, quienes recurrían a el.
Era un detalle, que nadie quería, sacar a la luz.
Sí, ellos creen que el apellido, es todo y sin dinero, es como morir en vida.
Gracias al dinero, de mi padre, fui criada como cualquier chica de la alta sociedad.
Las mejores, escuelas, la mejor ropa, joyas y vacaciones de ensueño.
Mis supuestos amigos, me daban el lugar que mis padres añoraban tener.
Y yo fui tan incrédula, que caí en esa trampa.
Solo había una familia, que no nos jugaba.
Siendo los que siempre, nos trataban como iguales.
Su hijo, aunque era menor que yo.
Siempre, me ayudaba y estaba, para mí.
Franchesco Giacometti Praga, fue quien me hacía de chaperón, en todas las fiestas a las que era invitada.
Su madre, era la mejor amiga de mi madre.
Crecimos juntos, aunque le llevó, cinco años.
Era un niño dulce, gentil y muy ocurrente.
En su adolescencia, fue llevado a un internado militar.
Para forjar su carácter.
Mi vida concurrió, sin ningún sobresalto.
Mi padrino, padre de este era quien me protegía, ante cualquier a adversidad.
En la universidad, preferí ir a la pública.
El prestigio de la misma, daba mayores oportunidades.
Estudiaba arquitectura, me faltaban dos años de la misma.
Como sorpresa, el primer día de mi quinto año de la carrera.
Mientras estaba en la cafetería, de el subsuelo de la universidad.
Alguien con mucha osadía, mientras corregía mis apunte.
Tapo mis ojo, preguntándome, - ¿quien soy?
Esa voz, la reconocería donde fuera.
Mi corazón, saltaba de alegría.
Al nombrar su nombre, me giro hacia el.
Encontrándonos frente a frente.
Me abrazo, con tanta dulzura. Su aroma, me dejo sin respiración.
Se había trasformado, en todo un hombre.
Mientras me hablaba, mi mente volaba.
Solo logre escuchar, que estudiaría arquitectura.
Días y meses fueron pasando.
Buscando pretextos, me buscaba dentro de la universidad.
Muy pronto, empezó a concurrir a mi casa, aludiendo que no entendía algún tema.
Me, siguió, haciendo de chaperón en algunas fiestas de la sociedad.
Nuestra amistad siguió creciendo.
Una noche después de una fiesta, mientras me llevaba de regreso a casa.
Era, una hermosa noche, estrellada y silenciosa.
Paró su auto, aún costado del camino, sacando de la guantera una cajita.
Dentro de ella, unas hermosas cadenas, donde había un dije en forma de corazón.
La cual parte, pidiéndome fuera su novia.
Mi corazón latía a mil, la sorpresa me paralizo.
Me tapé la boca, él con sus manos toma las mías, mirándome con dulzura.
Solo, atiné a sentir a tal petición.
Mi garganta, no me respondía por la emoción, solo logré decir un débil, si aceptó.
Con delicadeza, me colocó el medio corazón. Y el otro medio, me lo puso en mis manos.
Dándome un cálido beso, en mis labios, ese fue mi primer beso.
Debo admitir, que me sentía torpe.
Con torpeza logré, poner le, la medalla en su cuello.
Unidos, se podía leer TU / YO.
Fue muy bonito, cada momento que vivimos juntos.
Compartimos, cada día, con un amor puro.
Dos hermosos años, donde creí que el amor era para mí.