Su hermana tenía cinco años de casada, exactamente, la misma cantidad de tiempo en que no le veía la cara.
—Me voy a casar, Isa—anunció un día, llamándola por el diminutivo que siempre utilizaba.
—¿Casarte? Pero ni siquiera sabía que tenías novio—no pudo evitar sorprenderse, ¿de cuándo acá su hermana andaba de amores?
—Lo sé, es un poco inesperado, pero ya está decidido.
—¿Y cómo es que tomas una decisión tan importante de la nada?
Helena era la mayor, pero en ocasiones solía comportarse como una chiquilla enamoradiza. Sus pensamientos eran incomprendido, o, al menos, Eloísa no lograba seguir el hilo de aquellos irracionales sueños que se trazaba.
—Lo conocí en el hotel. Mientras acomodaba su habitación, él entró, nos miramos, fue amor a primera vista.
—¡Por Dios, Helena, estás loca!
—Regresa esta semana a su país, Isa. Y, me pidió que me fuera con él, ¿puedes creerlo?
La menor negó repetidamente, sin poder creerse todas las locuras que su hermana estaba diciendo. Claro, aquella no era la primera vez que Helena se enamoraba de manera fugaz, ¿pero casarse? Eso sí era demasiado extremo.
—Helena, por favor, toma asiento—la invito a sentarse en la esquina de su cama. La mujer se mostraba feliz, tenía una sonrisa boba en su cara—. Puede que creas que estás enamorada, pero es solamente algo pasajero. Ese hombre que dices amar es un desconocido, no puedes pensar en matrimonio simplemente porque si, ¿entiendes?
—¡Claro que puedo! Él me lo pidió, Isa. Me dijo que estaba buscando una esposa, y que yo parecía completar perfectamente el perfil.
—¿Te estás escuchando? Ese hombre no te hablo de sentimientos en ningún momento, más bien parecía que te estaba contratando para un puesto.
—¡No, Isa, estás equivocada!
Helena se levantó de la cama, sintiéndose ligeramente atacada. ¿Por qué su hermana no lograba entender que se habían enamorado? ¿Era tan difícil creerlo?
—Helena, escúchame, no puedes ser tan ciega, por favor…—pidió yendo detrás de ella.