Intentaba comunicarme con Daniela, mi mejor amiga, pero era imposible. Evidentemente ha comenzado la clase y no permite el uso de celulares por lo que no me queda más que averiguar en Bedelía sobre la distribución de las aulas dado a que, como era de costumbre en cada inicio de cursada, jamás se organizaban en la disposición de los espacios.
Ni bien llegué y vi a Juan lo primero que me dijo, sin permitirme explicarle mi llegada tarde, fue que ya iba a dejar constatado la falta ya que la puntualidad era uno de los compromisos y responsabilidad que tomábamos ni bien comenzábamos la carrera, luego pasó a darme la ficha de la materia.
Lo que me extraño de la ficha, fue que en el lugar donde debía decir el nombre y el mail de la docente estaba en blanco, más no las partes de la información del normal y el blog de la materia. Le comunique mi duda al Bedel y me afirmó que hubo inconvenientes con la docente que iban a mandar desde el Ministerio de Educación por lo que tuvieron que asignar a otro, el cual aún desconocían nombre y paradero.
— ¿Entonces relativamente no llegue tarde? Porque la docente no está —le dije con la esperanza de salvar mi falta.
— Srta. Ayala, no diga chistes tan malos y mejor apúrese que va a llegar el o la nueva docente y usted está aquí todavía perdiendo y haciéndome perder el tiempo —me dice siempre tan simpático (nótese el sarcasmo).
— No es justo—. Me siento ofendida.
— Lo que no es justo que siga aquí cuando debió haber llegado hace cuarenta minutos antes. Por favor, vaya al aula —y justo cuando iba a decirle algo, alguien irrumpe en Bedelía y mis ojos se quedan hipnotizados observando tan bella creación de Dios.
— Disculpen, soy el profesor González y me asignaron como el nuevo docente de Literatura en la Educación Primaria —dice sosteniendo un maletín en su mano izquierda y yo no puedo evitar derretirme ante lo fuerte que estaba.
— Buenas tardes, un gusto, mi nombre es Juan Alberti y soy el Bedel a cargo del turno vespertino. Aguárdeme unos momentos que buscare la ficha docente para hacerle el legajo y bienvenido al ENS 3 —habla mientras se para de su lugar para ir en busca de lo que le dice, pero antes de salir del sitio donde los tres nos encontrábamos me mira y me ordena tajante. – Te dije que vayas al aula Ayala —, pero qué me importaba, el ver a ese morocho que rajaba la tierra de lo bueno que estaba poco me importaba llegar a tiempo al aula, después de todo él era el profesor.
— Bienvenido le digo conteniendo las ganas de tirarme encima suyo y hacerle de todo.
— Muchas gracias. ¿Usted es alumna o docente? —me mira directamente a los ojos y no puedo evitar excitarme al escuchar como la formalidad suena en sus labios.
— Soy alumna, de echo tendría que estar en su materia en estos momentos. Pero hasta donde sabía usted tendría que ser una mujer. Con todo el respeto lo digo, es que teníamos entendido que una mujer tomaría el cargo ¿qué pasó? —le digo curiosa obviando que hace minutos Juan me ordenó que fuera a clases,
— Si, a mí me llamaron a último momento porque la docente que iba a tomar las horas tuvo un accidente y en el listado de emergencia yo era el siguiente, por lo que me asignaron a mí el cargo —me explicó amablemente.
— Bueno, bienvenido nuevamente y mucho gusto, mi nombre es Ayala Maia ¿el suyo? – le digo toda sonriente.
— Mucho gusto Srta. Ayala, mi nombre es Gonzales Sebastián —y me estiró la mano en demostración de formalidad y respeto, la cual recibí con una amplia sonrisa en mi rostro para dejar Bedelía y subir contenta al aula.
. . .
— ¿Es necesario que lo mires así Maia? – Me dice Daniela mientras me encuentro desnudando con la mirada al profesor que se encuentra explicando cómo va a ser la cursada.
— Es que es inevitable. Mira qué fuerte que esta, lo escucho hablar y me provoca un orgasmo. – le digo por lo bajo mientras me muerdo los labios ante la sensación electrizante entre mis piernas. — ¿qué edad tendrá? — le pregunto sin prestar atención a lo que explicaba detalladamente frente a sesenta para de ojos atentos.
— Ay Maia, que asco. – me dice por lo bajo con cara de asco por el comentario del orgasmo que acababa de comentarle. —Deja de abusar al profesor con el pensamiento y presta atención que después me volvés loca con las cosas que no entiendes. – me dice conteniendo la risa.
— ¡Ay! – grito y ella me mira asustada.