Novia del Señor Millonario
Cariño, déjalo y ven conmigo
El regreso de la esposa no deseada
Yo soy tuya y tú eres mío
Tesoro de CEO
La segunda oportunidad en el amor
Mi encuentro con un misterioso magnate
Mimada por el despiadado jefe clandestino
La venganza de la heredera genio oculta bajo la máscara
No me dejes, mi querida mentirosa
En el País Z había un hotel de cinco estrellas llamado Península Internacional, en él, junto a la ventana de la habitación 2208, se encontraba una mujer usando un suéter de estilo cárdigan en tono vino. La habitación estaba en el piso 22, era una suite presidencial. Su cabello estaba recogido por un prendedor en la parte superior de su cabeza, y sostenía en su mano una copa de vino, de una botella recién abierta.
La mujer era linda, con largas y rizadas pestañas que brillaban bajo el sol. La punta de su nariz era ligeramente respingada, y un lápiz labial color carmín adornaba sus herméticos labios fruncidos.
Un par de finas gafas con armazón negro se balanceaban delicadamente en el puente de su nariz, otorgándole un aspecto elegante y profesional.
Varias nubes negras comenzaron a avecinarse sobre el cielo aún azul.
Ese oscuro escenario le recordó la misma fecha exactamente de un año y medio atrás.
Los rayos comenzaron a iluminar el extenso horizonte, y de inmediato la mujer supo que llovería en cualquier momento.
La mujer recordó aquel desdichado día, durante su condena en la prisión de mujeres al oeste del País A.
El custodio entró a la celda escoltado por dos policías mujeres. Una de las policías gritó: "¡Reclusa número 296, puede irse!"
La prisionera de inmediato soltó el bordado en el que estaba trabajando, y este cayó al piso.
Durante el último año y medio, ella había escuchado esas palabras tantas veces. Cada vez, esperaba que la policía mencionara su número de reclusa. Sin embargo, nunca lo nombró, no lo hizo, hasta el día de hoy.
"Se puede ir." Claramente, entendió lo que quería decir.
Había recuperado su libertad. Después de todo lo que había sufrido en prisión, podía irse a casa.
Poco después, el enorme portón de la entrada de la prisión se abrió lentamente. Una chica vestida con ropa de tono verde oscuro, caminó a través de la puerta. Su antigua figura robusta desapareció, después de haber estado condenada un año y medio prisión, perdió algo más que la libertad, su cuerpo ahora era más delgado.
Por otro lado, su rostro se conservaba redondo a pesar de su gran pérdida de peso.
Cerca de la puerta, se encontraba una pareja sosteniendo un paraguas. El hombre tenía un aspecto majestuoso, y la mujer era simplemente elegante. Se podía apreciar que ambos eran de mediana edad, sin embargo, no se notaba en ellos el paso del tiempo.
La mujer mayor se acercó a la chica al verla salir. "¡Oh, cariño mío, no puedo creer cuánto has sufrido!"
Suavemente acarició con su mano el rostro de la chica. Su rostro siempre fue redondo, un poco regordete, sin embargo, ya había perdido esa forma, ahora era delgado.
Las sencillas y acogedoras palabras que escuchó Sofía Lo fueron como un vaso de agua en medio del desierto.
"Tía, (forma china de mostrar cortesía y educación, no hay parentesco), usted fue quien pudo sacarme de aquí". La mujer mayor inclinó la cabeza, afirmando su comentario.
El hombre no quiso quedarse atrás y se acercó a ellas. Y junto a él, un asistente que sostenía para ellos el paraguas.
Wendy movió la cabeza: "Fue tu tío (forma china de mostrar cortesía y educación, no hay parentesco). Él fue quien encontró el contacto para ti."
Sofía asintió, dio un paso atrás e hizo una gran reverencia. "Tío, tía, en verdad se los agradezco. Nunca olvidaré lo hicieron por mí."
"Ni lo menciones cariño, no fue nada. ¡Es hora de irnos!" Wendy se acercó al auto de la familia Li y le abrió la puerta a Sofía antes de subirse.
Cuando llegaron a la casa de los Li, Wendy llevó a Sofía a una enorme recámara, donde pudo tomar un baño relajante como antes, y al terminar, se vistió con la ropa que Wendy le había entregado momentos antes.
La ropa le quedaba un poco holgada.
Wendy compró ropa de talla grande pensando que le quedaría a Sofía.
Ya que ella solía tener un cuerpo muy corpulento. Ella medía 163 cm de altura, no obstante, llegó a pesar más de 70 kilos.
En el momento que Sofía terminó de arreglarse, el mayordomo la guió al comedor.
La mesa lucía elegante al igual que la comida, la cual había sido preparada prácticamente para deleite de ella; cuatro platillos además de la sopa.
El mayordomo le ofreció un tazón de arroz, Sofía asintió educadamente y dijo: "Muchas gracias."
"Por nada, es un placer señorita Lo. Tenga cuidado, por favor. ¡Está un poco caliente!"
La atención que mostró el mayordomo de los Li conmovió profundamente a Sofía.