-Hoy has dormido mucho, demasiado diría yo.
Noah abrió sus ojos de par en par.
-¡Las seis en punto! - dio un gruñido y parpadeó
somnoliento mirando a Emily. -Ahora vuelve a la cama. -Una luz
pálida entraba por la ventana del dormitorio. -Ven aquí. -susurró
con urgencia.
-¡Qué malcriado estás! -Ella sonrió y se inclinó sobre su
torso. Deslizó un dedo por su boca, tirando del labio inferior
ligeramente hacia abajo. Un brillo surcó rápidamente por sus ojos y
ambas manos se aferraron con fuerza las caderas de Emily.
-Eres una mamacita muy sexy, créeme, bien lo sé.
-De eso no me cabe duda. -Suavemente y con intención de
llegar a más, Emily le acarició la camiseta y pasó las yemas de
sus dedos por su torso. Sus delgados dedos se deslizaron más hacia
abajo, llegando hasta el dobladillo de sus calzoncillos.
-¡Para, mujer, basta! -dijo Noah un instante después, con la
respiración un poco entrecortada. -¿Quieres que Bea se despierte?
-Se apoyó en el codo. -Vamos, amor, haznos un desayuno de esos
bien deliciosos que nos llene de verdad. -Tras estas palabras se
produjo un incómodo silencio.
Luego Noah respiró profundamente con fuerza mientras le temblaba
el labio superior. Se acarició la barbilla, y se perdió en sus
pensamientos.
Ofendida, Emily se levantó y clavó los ojos en él. «Cielos,
¿por qué sonreía ahora?» Descalza, se dirigió al armario, y lo
revolvió un poco con ambas manos tratando de encontrar algo que
ponerse. Siempre le pasaba lo mismo, era incapaz de decidirse.
Pasaron los segundos y los minutos.
-¿Te has quedado dormida frente al closet? -le preguntó Noah
sin quitarle los ojos de encima. -No estás dormida, ¿verdad?
¿Estás dormida?
Sacudiendo la cabeza, Emily sacó algo. Se puso una blusa y cogió
sus grandes gafas negras cuadradas. Luego se metió en sus pantalones
de tiro alto acampanados, aunque le apretaban un poco, y examinó su
reflejo frente al espejo por todos los ángulos.
-Mira Noah.
-¿Qué? -le preguntó él bostezando.
-Estoy segura de que voy a hacer todo un show con este pantalón.
-dijo, girando su barriga con una sonrisa traviesa en los ojos.
-Te ves bien, amor. -le dijo Noah tiernamente.
-¡Estoy gorda! -Emily pegó un gruñido chillón y afectuoso
como de niña pequeña.
Noah le lanzó una ojeada, entonces su feroz rugido estomacal le
hizo romper el silencio. -Acaba de ir a la panadería. -murmuró,
pasando su mano suavemente por su abultado vientre.
-Gracias por echarme en cara que estoy gorda. -le dijo Emily y
salió.
Qué calor hacía. La brisa caliente rozaba sin compasión su piel
ligeramente bronceada. «Será mejor que vayamos a pasarnos el día
en la playa con este clima tan asfixiante. Relajados, tomando algo
refrescante en una tumbona con vista al mar.»
Siguió caminando con buen humor por una calle estrecha y larga,
tarareando una de sus canciones favoritas y se metió entre las
florestas de lavanda en flor pasando por delante de una pista de
tenis vacía. Allí, un vecino saludó amistosamente, con una amplia
sonrisa en el rostro y una alegre inclinación de cabeza. Continuó
subiendo por calles angostas, prestando atención a las hermosas
vista de la ciudad cada vez que doblaba una esquina.
Ya casi sin aliento, por fin llegó a la panadería que para su
sorpresa había sido remodelada y amueblada con cosas nuevas y
modernas. Aquí venía siempre porque podía encontrar muchas
delicias y elegir los dulces más increíbles.
-¡¡¡Vamos!!!-Con esfuerzo, Emily empujó la puerta de
entrada.
Inmediatamente, un olor celestial la envolvió. El olor del dulce
aroma despertó en ella recuerdos de la infancia y también se le
llenó la boca de saliva, estaba muy hambrienta.
Qué emocionante era en aquel entonces, cuando no podías esperar
a sacar por fin los dulces de la bolsa. Dicen por ahí, que, si una
mujer embarazada come muchas cosas dulces, tendrá una niña. Así
que, en este momento, con ese pensamiento aumentaron más sus ganas
de dulces y seguro que tendría otra dulce princesa.
Emily esperó en la fila, lo que le pareció una eternidad y luego