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Amanecí en una cama que no era la mía, con un tío que no era mi prometido y con marcas en el cuerpo, que evidenciaban que había follado como una vulgar zorra con aquel desconocido al que en ese justo instante, le veía medio cuerpo desnudo y el resto tras una toalla cuidadosamente amarrada a la altura de su cintura mostrando un excelente torso trabajadísimo que parecía sobrehumano, además de una sombra sexi sobre su cuadrada y exquisita mandíbula, unos ojos negros que me asustaban y un húmedo cabello también negro y abundante, que aún chorreaba de la reciente ducha que se veía se había dado..
. Evidentemente mientras yo estaba fuera del aire.
Aquel hombre me observaba risueño, con las comisuras de sus labios danzando al compás de su divertida expresión y bebiendo una tasa de café humeante que me gritaba a toda voz que era de día, que no había dormido en mi casa, que mi seguridad se había esfumado, además de saberme en muchos problemas, sobre todo por el simple hecho de no saber cómo rayos había llegado hasta allí ni dóndeera que estaba, y sobre todo y lo más preocupante, no sabía quién demonios era él.
Me enderecé aguantando una sábana contra mi pecho apoyándome con la otra mano en la cama, tratando de cubrir lo innecesario ya, y haciéndole sonreír más todavía seguramente por lo absurdo de mi recato dadas las obvias circunstancias, mientras se recostaba sobre una mesa de madera oscura y estiraba las piernas para colocar finalmente un tobillo sobre el otro al final de su maniobra.
Cuando bebió tanto como quiso y dejó la tasa sobre la mesa, se apoyó con sus dos manos a los costados de sus caderas que desembocaban en una v exquisita, ví en una de sus muñecas una manilla de oro blanco, con una placa cuya inscripción desconocía y que me refractaba en la cara un naciente rayo de sol. Sin pasar desapercibido para mí,el despliegue de músculos muy bien construidos en aquel abdómen desnudo.
La habitación era la típica suite de un adinerado pijo, que probablemente usaba como su picadero y en la que evidentemente nos habíamos revolcado. Y no es que quisiera encacillarlo en esa categoría... es que se le veía por encima hasta de su desnudez. Todo en él lo decía a gritos. Era un millonario estirado barra follador experto. Si es que no había más que mirarlo para saberlo.
¡Joder!
La decoración de allí era majestuosa. Todo lujo. Hasta las cortinas que colgaban de los techos, regadas por suelo al final de su extensión y colocadas como tapasoles para dar privacidad y oscuridad a la habitación se adivinaban de alta calidad. Aunque mi anfitrión no se había molestado en nada más allá de disfrutar de mi desasosiego y desorientación. Su expresión delataba su diversión ante la mía.
Menudo par.
—Es difícil que una mujer hermosa se supere su belleza al amanecer y sin maquillaje —la voz profunda y oscura que tenía me erizó la piel, incluso bajo las sábanas y medio asustada me dejé llevar por el marfil cincelado de sus dientes —pero tu hermosura no conoce límites —me halagó impulsándose con sus caderas hacia adelante, para enderezar su postura y caminar hasta mí, que me eché un tanto hacia atrás, pelin asustada —eres de una perfección al nivel de una diosa —algo en su voz me silenciaba, me controlaba, me seducía y ya cuando llegó hasta mí, y me acarició los labios con su pulgar ansioso, tuve que inclinar la cabeza hacia arriba para poder mirarlo a los ojos de tan alto que era y tan cerca que estaba —la beldad de tu rostro impresiona y supera incluso a la misma venus —metió su dedo en mi boca y no sabría nunca decir por qué, lo chupé con pasión, adorando la oscuridad en su mirada abrasadora y callada, sin poder evitar contemplar con ardor sus ojos —y cuando te he poseído he sentido, que nadie nunca podrá superar tu arte amatorio... hermosa venus.
Cada palabra era cuidadosamente pronunciada, al compás de sus giros con aquel dedo dentro de mí boca y alrededor de mi lengua momentos antes de sacarlo y bajar hasta mí, para tomar la esquina de mi barbilla y obligarme a besar sus labios de manera fiera y lenta, como jamás había besado a nadie, y desde luego no estaba preparada para rechazar. Me sentía hipnotizada. Poseída por él y completamente obnubilada.
Cuando sus labios domaron los míos e impusieron una armoniosa danza, se me cayó la sábana a la que me aferraba y trepé por su cuerpo sin vergüenza alguna. Me puse de rodillas en la cama aferrándome a sus antebrazos, encontrándome a medio camino de su inclinación hacia mí para quemarme en aquel beso. Me atrapó por las dos franjas dorsales y sentí que gimió en el mismo beso en que yo jadeé.
Si bien mi mente estaba vacía de recuerdos, y cabía la pobre posibilidad de que incluso me hubiese secuestrado, podría jurar en aquel único instante, que sufría de síndrome de Estocolmo porque aquel hombre me fascinaba y eso era dañino para ambos. ¡Yo tenía un peligroso dueño!
Con una última mordida a mi lengua y una separación brusca por parte de ambos decretó:
—Es una pena que a pesar de todo eso hayas sido solamente el objeto del deseo de un diablo como yo...
Esas fueron las últimas palabras que aquel hombre me diría. Casi un insulto si las analizaba bien, pero la promesa escondida dentro de mi mente, presumiendo un posible y futuro recuerdo de aquel tórrido encuentro sexual, no me dejaba analizar más allá de qué demonios había pasado la noche anterior.
Dejándome igual de callada, privándome con su supremacía de todo acto de raciocinio, me quedé observando perpleja como se alejaba sin mirar atrás, avanzando justo a un costado de mi izquierda, bordeando mi ubicación aún de rodillas en la cama y llegando al final de un corto espacio en aquella habitación, que lo llevó hasta una puerta disimulada entre las formas de la pared y cuando la abrió con habilidad insultante, debido al mensaje implícito que había detrás de aquella acción, que efectivamente ratificaba mi anterior apunte referente a un posible picadero por su tendencia pija al sexo sin compromiso, dijo:
—Cierra la puerta cuando te marches y en el baúl están tus cosas, la habitación está pagada, puedes recuperarte de mí a solas, si así lo deseas...por cierto —me señaló idiota —hermosos pechos y con un sabor exquisito.
Su manera casi despótica de referirse a mí me envaró. Me sentí insultada y usada a pesar de que yo solita le había permitido la mitad de lo que había hecho y todavía, ahora que tenía la posibilidad de encararlo e indagar sobre lo de anoche, simplemente había decidido volver a dejarme llevar por la seducción de aquel hombre que se veía muy bien entrenado en ese deporte... si se me permite la metáfora.
—Eres el tío más patán que alguna vez me he follado, pedazo de estúpido.
Detrás de mi intempestivo grito de agresión verbal, movido por su desfachatez y crudo machismo rozando la misoginia, me cubrí con las sábanas de nuevo y soporté su asquerosa risa, llena de una autosuficiencia que era para golpearlo. Estaba de un cabreo que iba en aumento.
—Cuando recuerdes lo que ha sido follar conmigo... volveremos a tener esta conversación, venus.
—¡Vete a la mierda, cabronazo!...
Le lancé un zapato que encontré sobre el cabezal de la cama. No quería ni pensar como había sido de brutal nuestra batalla en aquella cama, para que mi zapato estuviera allí. Tenía que haberme reclamado de manera épica y encima me había dejado lagunas mentales. O más bien, océanos mentales porque no recordaba una mierda.
Se fue riendo a mandíbula batiente y me dejó gruñendo improperios y a punto de darme de hostias a mí misma por haber sido tan gilipollas como para meterme a la cama de un capullo como él, y encima ni acordarme de haberlo hecho. Menuda subnormal...
... Efectivamente había encontrado en el baúl, todas mis cosas.
Mi ropa. Mis putas bragas rotas y los ligueros hechos pedazos. El jodido vestido hecho un amasijo de tela inservible que se veía que aquella bestia había roto. Y mi móvil, como única cosa funcional.
Ni rastro de mis pastillas, y el maldito preservativo sin usar en mi bolso.
¡Joder,joder y joder!
¡¿Me había acostado con él sin protección?!, maldita sea. No lo podía creer.
¡Me cago en todo mis muertos!
Las pastillas para fertilizarme no estaban en su estuche y joder, si me las había tomado estaría perdida.
Definitivamente me había lucido. Si mi padre y David se enteraban que había accedido a tomarme las pastillas, montarían la de Dios y estaría bien jodida.
Puto alcohol y puto francés.
Justamente por haberme puesto tan jodidamente molesta debido a la reunión con aquel hombre (el francés) había acabado en aquella desastrosa situación.
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