Me llamo Isabella Montoya y mi vida estaba destinada a un matrimonio arreglado.
Para salvar a mi familia, me casé con Alejandro Torres, el heredero del imperio vinícola rival.
Lo que nadie sabía, ni siquiera él, era que, desde niña, yo lo amaba en secreto.
Pero Alejandro me detestaba.
Desde el primer día, me humilló frente a los demás.
En nuestra boda, me entregó una jaula vacía, diciendo que era para que recordara lo que era la libertad.
Los años que siguieron fueron un infierno silencioso.
Él no se molestaba en ocultar sus infidelidades, riéndose de mi dolor.
Incluso, encontré a su amante usando un valioso collar de diamantes de mi abuela, que él me había quitado "para protegerlo".
Luego, cuando la enfermedad me consumía, y mi rostro apenas podía ocultar el dolor, su maldad se tornó indescriptible.
Acepté el divorcio, pidiendo solo mi "libertad", pero antes le pedí que me acompañara a cumplir cinco últimas "promesas".