La noche es fresca y el ambiente de la fiesta un poco aburrido, Frank, como es normal se está pasando de copas y está tornándose un poco pesado.
Inhala, exhala, inhala, exhala
Repito mi mantra una y otra vez, hasta calmarme.
—Cariño, creo que ya bebiste suficiente por hoy —le comento con una sonrisa, alejando la copa que planeaba beber.
—Tú no eres nadie, para decirme lo que puedo o no puedo hacer —responde alzando la voz, provocando que todos giren hacia nosotros.
Aquí vamos otra vez, maldito borracho.
Mi subconsciente no le tiene mucho cariño a mi esposo.
— No te estoy mandando, solo creo que ya fue suficiente por hoy, que te parece si nos vamos y continuamos en la casa.
Justo antes de que diga algo lo interrumpe su secretario y su hermano.
—ministro, deténgase antes de haga una escena, acuérdese que estamos en etapa de votaciones, no le conviene.
—Frank por amor de dios, no vallas a arruinar todo el trabajo y el tiempo invertido en tu campaña electoral, te juro por dios que si lo haces te mató y no me importa que seas mi hermano —luego Jake, deposita sus ojos en mí o mejor dicho en el escote de mi vestido y luego de par de segundos que le toma reaccionar, se dirige a mí con una voz más cariñosa. —Hela cariño, creo que mejor se retiren, vamos los acompañó afuera.
Realiza un ademán de colocar su mano en mi espalda y Frank se la detiene en el aire.
-No toques a mi mujer. —gruñe
Me toma del brazo y me lleva fuera a la recepción del Hotel, Mientras esperábamos que Tobías fuera por nuestro coche.
—Te dije que no me gusta que te vistas así —señala mi vestido — pareces una maldita ramera, no una esposa de un ministro.