Novia del Señor Millonario
Los Mellizos del CEO
Yo soy tuya y tú eres mío
Mi encuentro con un misterioso magnate
El regreso de la esposa no deseada
El dulce premio del caudillo
Extraño, cásate con mi mamá
Ya no te amo, Sr. Exesposo
Cariño, déjalo y ven conmigo
El gran regreso de la heredera despechada
- Serenety, no vuelvas tarde... si ya sé que eres mayor de edad y todas esas cosas. Pero aún así no me gusta que andes sola por el bosque a altas horas de la madrugada.- dice mi abuela desde su mecedora.
Es tan graciosa, la verdad es que está mayor pero no tanto para parecer una abuelita como la Caperucita, y bueno lo del lobo no es incierto del todo ya que aquí las dos somos mujeres lobo.
- Abuela no estas tan mayor, vale que tienes casi 300 años pero todavía te falta mucho por vivir, no se a que viene lo de la mecedora y por cierto yo no he dicho nada- respondo sonriendo a mi abuela.
Mi abuela no contesta, solo me dedica una sonrisa y continua tejiendo. No sé que mosca le habrá picado si a ella nunca le han gustado hacer este tipo de cosas.
Me dirijo hacia la consulta del doctor, hoy es mi último día de prácticas, hoy por fin seré una enfermera de verdad.
Paso a la consulta y saludo a la señora Jones ella es una habitual, todos los días viene con una misión. Yo creo que se siente sola y aquí pasa la mañana. Es tan tierna, desde que llevo aquí no ha dejado ni un solo día de traer café y bollos.
Termino mi jornada, hoy el día ha estado muy tranquilo apenas unos cortes y alguna escayola. Cojo mis cosas y me dispongo a salir.
- Serenety espera un momento- dice el doctor a mi espalda, me volteo y espero a que hable.
- Siento no poder ofrecerte un puesto de trabajo en estos momentos, sabes que ahora no hay mucho trabajo y no podría pagar tus honorarios, pero en cuanto llegue el verano de seguro que podré contratarte- dice el doctor Smith apenado.
- No se preocupe estoy muy agradecida por la oportunidad que me ha dado, me las apañaré muchas gracias no se aflija- respondo un tanto triste, sabía de sobra que estoy pasaría aún así no estaba preparada.
Salgo de la clínica y echo un último vistazo, esto no es un adiós sino un hasta luego. Camino hasta la cafetería, en diez minutos comienza mi turno y ando un poco apurada.
Llegó y saludo rápidamente a Catherine, ella es la jefa, voy a mi taquilla y me pongo el uniforme me esperan ocho horas de servir cafés y platos combinados.
No es el mejor de los trabajos pero nos da de comer. Con la pequeña asignación que recibe la abuela de viuda por parte de la Manada, apenas si nos llega. Supongo que si ella viviera sola tendría de sobra pero estando las dos no es posible.
Son las diez, al fin la hora de cierre. Termino de recoger las mesas y limpio el local. Las diez y media cuando al fin termino. Si me doy prisa llegaré a casa antes de las doce. Antes de irme me acerco a Catherine y le pido poder echar más turnos, ya que ahora las mañanas las tengo desocupadas. Ella lo siente y me explica que en la mañana apenas llega gente y que ella y la otra chica se apañan bien.
Bueno no es lo que esperaba escuchar pero en fin al menos tengo trabajo.
Camino de regreso a casa, la noche es fría y el cielo está despejado, el firmamento está bañado de estrellas y una luna llena lo adorna.
Mi loba me pide a gritos que la deje salir, pero este no es buen momento. Tendría que dejar mi ropa y mi bolso aquí y no es lo que deseo hacer ahora mismo. Cuando llegué a casa la dejaré salir a correr un rato. Solo espero que no sé de un festín con algún conejo.