Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Destinada a mi gran cuñado
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Extraño, cásate con mi mamá
“—¿Has visto alguna vez una estrella fugaz?
—¡Si! Y he pedido muchos deseos, pero ninguno ha sido cumplido, o al menos no que yo sepa.
—Serás tonto… las estrellas fugaces cumplen deseos cuando consiguen volver a brillar.
—¿Volver a brillar? ¿De qué demonios hablas?
—¿No has oído a nuestro abuelo? Él me ha contado que las estrellas fugaces son esas que pierden su brillo con el paso de los años y comienzan a vagar por el espacio sin poder recuperarse. Algunas corren la suerte de entrar a la atmósfera y tomar la forma de humanos. Se les da la oportunidad de recuperar su brillo en un corto período de tiempo, pero si no lo logran simplemente… mueren.
—Espera, eso no es un poco… ¿siniestro? Ver a una estrella morir frente a tus ojos debe ser algo que no todos quieren presenciar.
—Silencio que aún no he terminado. Se dice que hay personas que corren con el privilegio de conseguir a uno de estos especímenes y hacerlos sus amigos. ¡Incluso están algunos que les han secuestrado para que cumplan sus deseos tan pronto como comienzan a brillar!
—Eso es raro y muy malvado. ¡Si me consiguiera una estrella fugaz definitivamente intentaría ayudarle a volver a su lugar! Que pueda brillar y ser feliz nuevamente.
—Los humanos se dejan llevar por la avaricia. No obstante el abuelo conoce una historia en particular de una estrella cuya vida en la tierra no fue para nada agradable, sin embargo alguien fue capaz de iluminar su vida. Pero no recuerdo muy bien cómo va. Mejor vayamos con él y que sea su misma memoria quien te lo relate.
—Acabas de picarme la curiosidad. Vamos con el abuelo.”
***
Un cielo oscuro impregnado de pequeño puntos brillantes reconocidos fácilmente como estrellas. ¿No era nuestro protagonista una de ellas? En ese momento no deseaba serlo ya que se encontraba de pie frente a aquella persona que le había demostrado su apoyo, amor y aceptación incondicional en toda su trayectoria de vida. Agony le miraba acariciando su cabello castaño, analizando cada detalle de su rostro de la manera en la que siempre lo hacía, con esos ojos voraces, capaces de desvestir al chico con tan solo observarlo.
—¿Es verdad todo lo que me has dicho? —susurró este sin dejar de mirarle a los ojos—. ¿Ciertamente se acerca el momento de decir adiós? No puedo pensar en vivir sin ti…
—Agony, no tienes idea de lo mucho que has significado para mí y pensar en tener que marcharme para siempre simplemente me genera malestar —el castaño se expresaba con dolor. Estaba claro que nadie en todo el mundo le había demostrado tanto como este chico desde el mismo momento que se habían visto por primera vez—. Me duele saber que se aproxima el adiós.
—No quiero que te vayas. Extrañaré tu sonrisa, tu forma de ser, tu trabajo… e incluso tus gemidos —la estrella abrió los ojos sorprendido ante tal cosa sintiendo como los colores se le subían al rostro—. Es broma —expresó rápidamente Agony acariciando la mejilla del castaño—. Aunque, en el fondo no es broma. En fin, sea como sea estoy seguro de que acostumbrarme nuevamente a que no estés no será para nada sencillo.
—De verdad lo siento… pero no podemos estar juntos por mucho tiempo más —Isaac se permitió acercar su rostro al del chico sellando un suave y delicado beso mientras el contrario le envolvía en un abrazo. Porque eso eran ambos, dos seres enamorados cuyos destinos diferentes les indicaban que había llegado el momento en que cada uno regresara a su rumbo—. Nunca olvidaré todo lo que hiciste por mí.
—Jo… pero aún no es el momento —Agony sonrió con picardía—. Aún nos queda una noche. ¿Podemos disfrutar de ella como la primera que nos conocimos?
—No veo por qué no…
***
El fuerte sonido de los vehículos y el repugnante olor a dióxido de carbono que expelían cada uno de los autos en movimiento era algo completamente desconocido para el jovencito que intentaba comprender donde estaba. Recordaba haber transcurrido sus primeros meses de vida como ser humano en uno de los pueblos cercanos a la gran utopía que todos reconocían como la ciudad principal… y era cierto. Desde allí era capaz de observar las imponentes edificaciones que se perdían entre las nubes, haciéndolas cada vez más impresionantes. Autos moviéndose de aquí para allá los cuales simplemente le resultaban molestos y muy olorosos.
Se trataba de un chico cuya apariencia física era la de uno de veinte, de cabello castaño con algunos reflejos morados que solo se dejaban ver cuando la luz del sol golpeaba cada uno de sus delgados filamentos. Era delgado y de estatura promedio. Sus preciosos ojos celestes recorrían cada pequeño rincón del lugar en el cual se encontraba. Se había denominado a sí mismo con el nombre Isaac.
Soltó un suspiro y por fin comenzó a caminar con su pequeño bolsito a cuestas. Una minúscula maletita en la cual traía consigo toda su corta vida. No era alguien que exactamente hubiese tenido maravillosos recuerdos o grandes obsequios, por lo que no existían muchas cosas que para él fuesen importantes; simplemente deseaba conseguir un lugar para descansar.
El chico sabía que necesitaba conseguir un lugar para vivir dentro de esta enorme utopía, pero con la cantidad de dinero que tenía solo podría aspirar a pagar a cambio de permanecer en el lugar de menos recursos de la ciudad. Se adentró por fin entre los callejones de las personas que demostraban ser de bajas posibilidades y, luego de recorrer algunos callejones consiguió una habitación con el cartel “en alquiler”. Sonrió y de inmediato vio a la dueña aparecer.