Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Destinada a mi gran cuñado
Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Demasiado tarde para arrepentirse: La heredera genio brilla
Novia del Señor Millonario
Una esposa para mi hermano
Mi esposo millonario: Felices para siempre
La heredera fantasma: renacer en la sombra
No me dejes, mi pareja
Elena Rossetti pensaba que ya conocía el dolor.Perder a sus padres a los dieciséis.Sobrevivir a base de becas y trabajos.Y después...Aidan Becker.Su refugio.Su sonrisa entre el caos.El hombre que creyó que la amaba.
Hasta ese viernes por la noche.
- ¿Qué dijiste? -preguntó Elena, con la voz temblando.
No porque no lo hubiera oído, sino porque su mente no quería creerlo.
-Solo será por un tiempo -repitió Aidan, sin mirarla.Se acomodó el reloj, como si fuera más importante que ella en ese instante-.Está de acuerdo, Elena. Tú vas con él y yo mantengo la empresa a flote.No es tan grave como...
-¡¡No es tan grave!? -explotó.Dio un paso atrás.Él era un extraño en ese momento-.¿Me vendes?¿A ese CEO mafioso del que todos murmuran y nadie se atreve a nombrar?
Aidan bajó la cabeza.Sus ojos grises estaban llenos de culpa.Cobarde.
-No lo entiendes, Elena... Liam Blackthorne no es un monstruo. Es... un hombre de negocios.Y yo estaba acorralado.La junta, los inversores, mi padre...Si no aceptaba, todo lo que construimos...
"Lo que construimos."Qué forma más irónica de decirlo.Elena había trabajado con él. Día y noche.Le dio amor. Lealtad. Todo.Y él... la nosotros como una ficha.
-Y yo qué soy para ti? ¿Una propiedad? ¿Alguna firma que podías transferir?
El silencio de Aidan fue su respuesta.
La oficina, decorada con su propio esfuerzo, ahora parecía una prisión.
- ¿Dónde está? -preguntó ella, apenas audible.
-En el vestíbulo... Vino por ti.
Giró sobre sus talones.Abró la puerta con furia, lista para gritarle a ese tal Liam...
Pero lo que vio le robó el aliento.
Liam Blackthorne.
Traje oscuro.Manos en los bolsillos.Ojos grises, fríos como el acero.Su sola presencia imponía.No necesitaba hablar. Mandaba.
- ¿Terminaste de despedirte? -preguntó con voz baja. Tranquila.Demasiado tranquilo.
Elena alzó la barbilla.
-No iré contigo. No soy una mercancía maldita.
Liam ladeó la cabeza, analizándola.Su mirada descendió con lentitud desde su rostro hasta su postura tensa.
-No lo eres -admitió-.Pero él te intentó como a una.Yo solo cumplo mi parte del trato.
¿Y cuál es? ¿Tenerme como trofeo?
Él irrita. Una curva sin calidez.
-Prefiero decir: compañía.Durante el tiempo que considere necesario.
-Estás enfermo.
-Talvez. Pero tú ya no perteneces a este lugar. Vamos.
A su espalda, un hombre con rostro de sombra se acercó.Silas. Guardaespaldas. Músculo. Silencio.
Aidan no dijo nada.Nada.
El dolor de Elena se volvió rabia.
La limusina negra esperaba como un ataque de lujo.Por dentro: cuero, luces suaves, privacidad.Pero para ella... solo una prisión.