Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
El réquiem de un corazón roto
Destinada a mi gran cuñado
Justo cuando pensaba que el día no podía ir peor, vi al tipo muerto de pie junto a mi taquilla. Kayla hablaba sin parar con su habitual cháchara y ni siquiera se percató de su presencia. Al principio. De hecho, ahora que lo pienso, nadie más se fijó en él hasta que habló, lo cual es, por desgracia, una prueba más de mi extraña incapacidad para encajar.
—No, de verdad Zoey, te juro por Dios que Heath no estaba tan borracho después del partido. En serio, no deberías ser tan dura con él.
—Ya —contesté de forma distraída—. Claro. —Entonces tosí. De nuevo. Me sentía como la mierda. Debía estar cayendo bajo lo que el señor Wise, mi «más que un poco loco» profesor de biología avanzada llamaba la Plaga Adolescente.
Si moría, ¿me libraría eso del examen de geometría de mañana? Solo quedaba esa esperanza.
—Zoey, por favor. ¿Acaso me estás escuchando? Creo que sólo se tomó unas cuatro, no sé, quizá seis cervezas y tal vez unos tres chupitos. Pero en realidad eso no importa. Es probable que no hubiera tomado casi nada si tus estúpidos padres no te hubiesen obligado a volver a casa después del partido.
Compartimos una mirada de resignación, en total acuerdo sobre la última injusticia cometida contra mí por mi madre y el perdedor con el que se había casado hacía tres largos años. Luego, tras una pausa de apenas un suspiro, K siguió con su parloteo.
—Además, estaba celebrándolo. ¡Me refiero a la victoria sobre los de Union! —K me sacudió el hombro y acercó su cara a la mía—. ¡Hola! Tu novio…
—Mi casi novio —corregí, haciendo todo lo posible por no toser en su cara.
—Lo que sea. Heath es nuestro quarterback, así que es normal que lo celebre.
Hacía como un millón de años que BrokenArrow no ganaba a Union.
—Dieciséis. —Soy lo peor en mates, pero los problemas de K con los números hacen que yo parezca un genio.
—Vale, lo que sea. El caso es que estaba contento. Deberías dejar al chico en paz. —El caso es que estaba hasta el culo por quinta vez al menos esta semana. Lo siento, pero no quiero salir con un tío cuyo principal objetivo en la vida ha cambiado de querer jugar al fútbol universitario a intentar engullir un pack de seis birras sin vomitar. Por no hablar del hecho de que se va a poner gordo con tanta cerveza. — Tuve que parar para toser. Me sentía un poco mareada y me obligué a respirar lenta y profundamente cuando pasó el ataque de tos. K, con su parloteo, ni se dio cuenta.
—¡Aj! ¡Heath gordo! No es algo que una quiera ver.
Me las arreglé para evitar nuevas ganas de toser.
—Y besarle es como chupar pies empapados en alcohol.
K arrugó el gesto.
—Vale, enferma. Qué pena que esté tan bueno.
Puse los ojos en blanco, sin molestarme en intentar ocultar mi enfado ante su típica superficialidad.
—Siempre estás de mal humor cuando te pones enferma. Da igual, no tienes ni idea de la cara de perrito abandonado que Heath tenía cuando le ignoraste en la comida. Ni siquiera pudo…
Entonces le vi. El tío muerto. Vale, me di cuenta enseguida de que no estaba técnicamente «muerto». Era un no muerto. O un no humano. Lo que fuera. Los científicos decían una cosa, la gente decía otra, pero al final el resultado era el mismo. No había confusión sobre qué era él, e incluso aunque no hubiera sentido el poder y la oscuridad que emanaban de él, no había maldita forma de que me pasase desapercibida su marca, una luna creciente de color azul zafiro en la frente, además del tatuaje de nudos entrelazados que enmarcaba sus ojos igualmente azules. Era un vampiro. Era algo peor, un rastreador.