Ella se despertó. Inmediatamente después de despertar, se vio envuelta en un miedo fuerte, envolvente y previamente desconocido, que la hizo temblar violentamente. El sudor estalló en su cuerpo, y su corazón latía tan fuerte que parecía como si estuviera a punto de detenerse o estallaría por completo, dejando como resultado enormes manchas de sangre que permanecerían para siempre en un cuerpo entumecido y sin alma. Tenía un fuerte sabor a orina en la boca. Los labios estaban destrozados y las comisuras estaban muy desgarradas.
El temor la encadenó tanto que le daba miedo incluso levantar los párpados y tragar saliva. Se había acumulado tanta que parecía imposible tragar tal cantidad de líquido.
Además, ni siquiera había fuerzas para esta acción, sin mencionar el sonido que acompañaría este proceso, y con un rugido ensordecedor se reflejaría por toda su cabeza. Temor. Destruye el alma. Necesitaba recuperarse.
La sed la vencía cada vez más. A pesar del exceso de saliva, la boca todavía se sentía seca, como en el desierto, y el corazón no dejaba de latir con fuerza. Necesitaba calmarse.