Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
Vuelve conmigo, amor mío
El regreso de la heredera adorada
La segunda oportunidad en el amor
Tener hijo con mi mejor amigo
Enamorarme de ella después del divorcio
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
¿Quién se atreve a cortejar a mi reina encantadora?
Darius miró a su alrededor en el club, y se dio cuenta, por primera vez, de la multitud de personas semidesnudas que se contorsionaban en la pista de baile. Aquella noche, Screamer’s estaba a rebosar, repleto de mujeres vestidas de cuero y hombres con aspecto de haber cometido varios crímenes violentos.
Darius y su acompañante encajaban a la perfección. Con la salvedad de que ellos eran asesinos de verdad.
—¿Realmente piensas hacer eso? —le preguntó Tohrment.
Darius dirigió su mirada hacia él. Los ojos del otro vampiro se encontraron con los suyos.
—Sí. Así es.
Tohrment bebió un sorbo de su whisky escocés. Una sonrisa lúgubre asomó a su rostro, dejando entrever, fugazmente, las puntas de sus colmillos.
—Estás loco, D.
—Tú deberías comprenderlo. Tohrment inclinó su vaso con elegancia.
—Pero estás yendo demasiado lejos. Quieres arrastrar contigo a una chica inocente, que no tiene ni idea de lo que está sucediendo, para someterla a su transición en manos de alguien como Wrath. Es una locura.
—Él no es malo…, a pesar de las apariencias. Darius terminó su cerveza.
—Y deberías mostrarle un poco de respeto.
—Lo respeto profundamente, pero no me parece buena idea.
—Lo necesito.
—¿Estás seguro de eso?
Una mujer con una minifalda diminuta, botas hasta los muslos y un top confeccionado con cadenas pasó junto a su mesa. Bajo las pestañas cargadas de rímel, sus ojos brillaron con un incitante destello, mientras se contoneaba como si sus caderas tuvieran una doble articulación.
Darius no prestó atención. No era sexo lo que tenía en mente esa noche.
—Es mi hija, Tohr.
—Es una mestiza, D. Y ya sabes lo que él piensa de los humanos.
Tohrment movió la cabeza.
—Mi tatarabuela lo era, y no me ves precisamente alardeando de eso ante él.
Darius levantó la mano para llamar a la camarera y señaló su botella vacía y el vaso de Tohrment.
—No dejaré que muera otro de mis hijos, y menos si hay una posibilidad de salvarla. De cualquier modo, ni siquiera estamos seguros de que vaya a cambiar. Podría acabar viviendo una vida feliz, sin enterarse jamás de mi condición. No sería la primera vez que sucede.
Tenía la esperanza de que su hija se librara de aquella experiencia. Porque si pasaba por la transición y sobrevivía convertida en vampiresa, la perseguirían para cazarla, como a todos ellos.
—Darius, si él se compromete a hacerlo, será porque está en deuda contigo. No porque lo desee.
—Lo convenceré.
—¿Y cómo piensas enfocar el problema? Puedes acercarte por las buenas a tu hija y decirle: «Oye, ya sé que nunca me has visto, pero soy tu padre. Ah, ¿y sabes algo más? Has ganado el premio gordo en la lotería de la evolución: eres una vampiresa. ¡Vámonos a Disneylandia!».
—En este momento te odio.
Tohrment se inclinó hacia delante, sus gruesos hombros se movieron bajo la chaqueta de cuero negro.