Baxter siempre fue mi debilidad.
Mi madre se dió cuenta un día y trató de separarme de él, de su mundo que tan bien conoció en su momento, de la vida que esos rusos llevaban.
Amando profundamente a mi tía, Nikky...mamá intentó protegerme de su hijo, de su tesoro más preciado que era un letal asesino.
Yo siempre lo supe, él me lo había hecho saber en su día y nunca le temí a las cosas que hizo para asustarme en su momento pero cuando me puse en peligro aquella tarde en Rusia, sin saberlo claro está...yo no podía saber que aquello pasaría, cuando me puse en peligro fue él quien me salvó. Fue Baxter quién rompió sus propias reglas para salvar mi vida reclamándome como su mujer delante de los clanes más peligrosos de una mafia que entonces desconocía del todo.
Yo en su día tampoco podía saber que él querría tanto de mi...ni que yo amaría dárselo todo.
—¿Por qué me estás haciendo esto?—pregunté asustada. Enmudecida por el miedo y el deseo a la vez. Su peligrosa apariencia era mi debilidad.
Daba vueltas a mi alrededor, enjaulándome con su aliento desbocado y erizando mi piel en cada murmullo de su boca. Ruso tenía que ser...y uno de los peligrosos. Justo viviendo al límite entre el bien y el mal, los malos y los buenos. Llevándome a rastras a su mundo, haciéndome morir en su piel, perecer en esa boca, cayendo en sus trampas.
—Porque puedo —rasgaba mi ropa como si tuviera todo el derecho, en el fondo lo tenía, yo se lo daba. Me ardían las muñecas mientras cuelgaba del techo. Pero le miraba entre asustada y excitada y nada importaba, solo él, solo Baxter.