(JHAZLYM ESCOBAR)
La respiración de Jhazlym se aceleró al ver la habitación en completamente en blanco, sin puertas, ventanas, muebles, estaba completamente vacío, no había un lugar a donde ir y su corazón comenzó agitarse bruscamente, como si fuese que en cualquier momento tendría una muerte segura. «¿Quién me va encontrar aquí si algo me pasa?», se preguntó y fue una muy mala idea porque su corazón se agitó todavía más. Un perfume particular pudo percibir, en las últimas semanas la había acompañado diariamente, ya no esporádicamente como había sido en tiempos anteriores; como siempre se sintió alterada porque su corazón seguía latiendo despiadado mientras que sus ojos miraban alrededor en busca de alguna puerta que la saque de donde se está porque sea donde sea que mirará no salía del color blanco.
—¡Ayuda! —gritó varias veces sintiendo gran impotencia porque no era escuchada por absolutamente nadie—. Por favor, ayuda.
—Las paredes.
Esa voz no salió de su cabeza, al menos de eso estaba segura porque lo sintió como si estuviese al lado de ella, aunque a su lado no había absolutamente nadie. Inquieta volteo a todos lados para buscar el dueño de la voz, porque sí, era hombre, pero no encontró absolutamente a nadie y la respiración se le aceleró. ¿A dónde podía volverse a mirar está vez? Cerró los párpados sintiendo como su corazón se agitaba de maneras inesperadas, pero termino acercándose hacia un extremo, en busca de un final y para su buena fortuna lo encontró. ¿Qué se suponía que encontrar? No tenía una idea, pero busco un final, un comienzo, deseando que de esta manera pudiera estar a salvo, pero ni de cerca pudo ser así porque no tenía la mínima idea de cómo volverlo realidad, pero tampoco es que dijo algo, se mantuvo en completo silencio, buscando algo que la saque de ahí. Un golpe escuchó del otro lado y por un momento se asustó porque no tenía idea que pudiese existir un otro lado en ese... ¿Cómo llamarlo? Porque ni se puede considerar que es una habitación, aunque tiene una pared.
—¿Hola? ¿Alguien está aquí?
—¡Estoy aquí!
La voz, esa es la voz que hace un momento había escuchado. Cerrando los párpados se llevó las manos directamente a su cuerpo, sintiendo como su corazón se estaba agitando de sobremanera porque sabía que había escuchado esa voz, aunque no tenía la más mínima idea de dónde provenía. Solo podía asumir que venía del otro lado de la pared que hace un momento había tocado, pero más allá no podía ver, era incapaz de ver más allá de lo que ya en ese momento había conseguido. Se sentía muy nerviosa, pero no podía hacer más que intentar, aunque no tenía idea de que tenía que intentar.
—¿Sigues ahí? ¿Hola?
Los golpes los siguió escuchando así que salió de su sorpresa para poder tocar la pared que tiene frente de ella. Llevo la oreja, dando un brinco hacia atrás cuando volvió a golpear el hombre del otro lado y una maldición escapó de los labios de ella.
—¿Me estás escuchando? Porfavor, di algo.
—Estoy aquí, lo siento. ¿Cómo salimos de aquí?
—No lo sé, acabo de despertar cuando escuché tus gritos, ahí supe que había un otro lado, pero no sé más. ¿Dónde estás?
—¿Qué es lo que ves?
—Todo blanco, ¿tú?
—También, veo todo blanco.
«¿Cómo puede ser posible que ambos veamos lo mismo?», se preguntó Jhazlym aún con las manos en la pared, intentando buscar un inicio, un final, lo que sea. Intentar buscar una lógica no era posible porque sabía que no iba funcionar de ninguna manera así que siguió ahí, completamente quieta, observando la pared blanca en busca de una línea.
—¿Qué es lo que ves?
Jhazlym esbozo una sonrisa al escuchar la risa del otro extremo y aunque odio escucharlo reír, asintió lentamente, asumiendo el error que había cometido: hacer una pregunta demasiado obvia. Realmente no debió de ser tan obvia, no debió de hacer una pregunta como sea.
—¿Es enserio?
—Me refiero a si ves alguna línea, lo que sea puede funcionar para saber qué hacer, ¿te pusiste a pensar en eso?
—Ah, no.
«Este chico va mucho a la defensiva». Jhazlym exhaló un suave suspiro, sintiendo que estaba compartiendo con un idiota; ella no suele juzgar con tanta facilidad, o tal vez sí, pero se sentía muy incómoda con la reacción de él, se estaba comportando como un tonto ante una pregunta que solo podía responderla o dejarlo estar.
—¿Puedes buscar una?
—Lo estoy haciendo desde hace rato porque se supone que debe existir una forma de salir de aquí.
—¿Y si no la hay?
Escuchó un bufido a lo que ella alzó la mirada como si supiera que este chico fuese alto, aunque no tenía la más mínima idea de cómo es que era él.
—¿Qué te hace pensar en eso? Sé que hay una.
—¿Cómo estás tan seguro?
—¿Y tú por qué dudas? En lugar de tanto cuestionamiento, ayúdame a encontrar la puerta.
Otro golpe, seguido de otro comenzó a escuchar, pero eso no fue lo que la invito a distanciarse de esa pared, sino que retumbo como si fuese a caerse porque podía jurar que vio como polvo se estaba esparciendo en su rostro.
—¿Qué estás haciendo?
—Algo que tú no, ayúdame.