Amores míos, bienvenidos sean todos a esta nueva historia.
Quiero aclarar que está historia es con fines de entretenimiento y sin ánimos de ofender a ningún creyente.
Gracias por la oportunidad que le dan a esta nueva historia.
*******************
—¡Mierd4, mierd4!— gemía frustrada Ámbar mientras salía corriendo de la estación del metro—¡Otra vez tarde, Ámbar!...¡Mi vida es un asco!—corrió desesperada evitando los transeúntes matutinos—¡Maldici*n!—exclamó al llegar frente al semáforo y ver qué tardaba una eternidad en cambiar para darle paso—¡Vamos!— en cuánto la luz cambio, salió corriendo, cruzó la calle y entró al edificio, no se detuvo a saludar a nadie, fue directa al ascensor, dónde marco el décimo piso y rogó porque el mismo se apresurara.
—¡Llegas tarde de nuevo, Ámbar!— le dijo la recepcionista de piso, ella corrió hasta el lector de huella y registró su entrada.
—¡Lo sé!—gimió frustrada al observar que el lector de huellas indicaba su hora de acceso a las ocho y un cuarto ¡demonios!, corrió a su escritorio, rogando por no tener problemas. Sus compañeros en los escritorios vecinos le miraron negando. ¡Desgraciados!, era fácil juzgarla sin comprender la vida miserable que estaba llevando.
—¡Ámbar, el jefe ha venido preguntando por ti!— le susurró Amy su amiga y compañera ubicada en el escritorio a la derecha.
—¡No puede ser!, ¡maldit4 suerte la mía!
—Parecía enfadado, ha dicho que en cuanto llegaras debías presentarte en su oficina.
—¡Estoy en problemas!
—Así parece, amiga. Lo siento. — la mirada de Amy era triste.
—No te preocupes, Amy— sus hombros se hundieron en gesto de derrota. Se puso en pie y pasando las manos por sus cabellos castaños, y alisando su falda se encaminó en dirección a la oficina de su jefe. Al llegar, elevó la mano empuñada y tocó un par de veces.
—¡Adelante!— fué lo que escuchó decir, rogando por un poco de suerte a su favor.
—Buen día, señor Smith—fue el saludo que dió al ingresar.
—Adelante señorita Hobbs, cierre la puerta tras usted. —obedeció y se acercó al escritorio. ¿Debía esperar a que él iniciara o debía arriesgarse a dar el primer paso disculpándose?— De nuevo llega usted tarde.
—Lo siento señor, realmente lo siento es solo que el transporte este día...
—Este día, y los anteriores, al menos dos veces por semana—la interrumpió de mala gana.
—Lo siento, es difícil para mí, ya sabe que vivo al otro lado de la ciudad y...
—No seguiré aceptando esa excusa, ya le he dicho que debía mudarse más cerca, si quería seguir trabajando en la firma.
—Lo haría, si el salario me lo permitiera... lo siento, es solo que tengo algunos gastos extras y... no puedo permitirme pagar un lugar cerca de aquí, sería muy costoso y excedería por mucho mi presupuesto.
—¿Entiende que aceptar sus constantes llegadas tardes es exponerme a qué todos hagan lo mismo?
—Lo comprendo, estoy ahorrando para comprar un vehículo y...
—¡Está despedida, señorita Hobbs, recoja sus cosas y salga de las instalaciones!
—¡¿QUÉ?!—lo miró con ojos enormes—No, no, un momento señor Smith, permítame...