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Criada por la mafia

Criada por la mafia

Elizabeth SSM

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Capítulo

Chiara fue criada en el seno de una de las mafias más peligrosas, y poderosas, hasta los seis años de edad, pero pese a ello, su infancia fue maravillosa, al menos hasta que un traumático suceso hace que su madre tome la radical desición de mudarse junto a ella y su hermana gemela, hasta Estados Unidos. Ella siempre considero su padre a un hombre que la amó como tal, pero que no compartían línea sanguínea, pero el tiempo y otras razones lo alejaron de su Pequeña Chiara, dejándole un vacío que perduró en su corazón. Hoy, dieciséis años después, presa de la presión de ser hija de una de las mejores cirujanas del país, decide volver a su tierra natal, no solo para terminar su educación como cirujana interna, sino que también, con el fin de encontrar a su verdadero progenitor. Pero la mafia no olvida. Por otro lado, el pequeño amigo de la infancia ya no es un chico escuálido y de anteojos. Ahora es un hombre enorme, sensualmente peligroso y la mano derecha del padre que la crió. ¿Podrá Pequeña Chiara encontrar la verdad? ¿Su verdad? Su amigo de la infancia la distrae, su internado la mantiene agotada y el padre que la crió, solo desea la oportunidad de redimirse. A veces la verdad no siempre es lo que nos gustaría que fuera. **Podéis encontrarme en mis redes como escritora.elizabethssm**

Capítulo 1 El comienzo

Pese a lo que la mayoría de la gente cree, cuando le cuento que vengo de uno de los barrios más bajos de Italia, los recuerdos de mi niñez eran sumamente felices, tuve una infancia maravillosa, incluso cuando mi hermana y yo no teníamos padre biológico, no lo necesitábamos, siempre tuvimos a Santiago, el amigo de mamá, siempre atento, siempre fuerte, nuestro "Pappa", así lo llamábamos en secreto con mi hermana o cuando estábamos solo los cuatro, mamá decía que no podíamos llamarlo así en público, porque en realidad, no era nuestro padre biológico, ni perteneciamos a la familia.

Aquello fue algo que nos costó creer y cuando ella lo dijo, pese a mi mente infantil, estaba segura de que había visto el descontento en los ojos de Pappa ante las palabras de mi madre.

Nunca los habíamos visto besarse, o tomarse de la mano, pero nosotras teníamos absolutamente claro cuanto Pappa adoraba a mamá. Por eso, cuando espiamos aquella noche, desde los primeros escalones de la escalera junto a Anna, entendí que aquel, fue el día en que mi niñez perfecta, llegaba a su fin.

Mamá y Pappa estaban en la sala, todas las luces estaban apagadas, solo quedaba encendida una suave lámpara de luz baja, en la sala, nosotras estábamos en silencio, escondidas en la oscuridad de la escalera, justo afuera por la sala, escuchando. Ellos nunca discutían, no así, habían tenido alguno que otro enojo, pero todo se arreglaba de forma automática cuando Pappa llegaba con un libro y un ramo de flores para mamá. Así de sencillo. Ahora, sabía que ni siquiera todas las flores del enorme jardín de Pappa podría arreglar la situación, reconocía ese tono en mamá, era aquel que usaba con nosotras cuando anunciaba que no habría televisión, o que no podría salir en los próximos días a jugar con Dante. Ambas sabíamos, a ciencia cierta, que una vez que ella lo empleaba, no había vuelta atrás.

Y era mi culpa. Todo era mi culpa.

—¡No puedes simplemente llevarte a las bambinas! — exigió pappa, su tono era tajante, absoluto, nunca le había escuchado hablar así, se detuvo un momento y creímos que podría haberse acercado a mamá — No volverá a pasar, te lo juro, Cuore mío… No puedes …. No lo hagas…

—Santiago…— La voz de mamá sonaba extraña, como si le doliera la panza. — Gracias al cielo, esta vez no pasó absolutamente nada, pero ambos sabemos que fue solo suerte, esta es la vida aquí, yo lo sé.

—No puedo simplemente marcharme…— Dijo él con el mismo tono, ambos debían de haber comido algo en mal estado. —Este es mi mundo también, Cuore …

Ella suspiró

— pero no el de ellas, merecen algo mejor.—continuo— No puedo ir a trabajar tranquila porque estoy todo el maldito día pensando en si ellas estarán a salvo…

—Nada las volverá a tocar, ellas son mías también … — Pidió él, — Te prometo…

—No lo hagas.— le interrumpió él — No me prometas aquello que no puedes cumplir, Santiago, has sido muchas cosas para mí, cada una más importante que la anterior, pero no me engañes, te lo suplico.

Se hizo un silencio por varios minutos, nos preguntamos si estarían dándose consuelo, o si estarían discutiendo más bajo, tal vez nos habían descubierto.

—¿Cuándo?…—Preguntó finalmente él.

—Mañana.— Dijo ella y al escuchar los pasos por el pasillo, nos tomamos de la mano y corrimos escaleras arriba. De vuelta a nuestro cuarto.

Dos días antes.

Todo el jardín estaba en completo silencio, miré a través del pequeño espacio que me permitían las ramas y hojas del arbusto, él no se veía por ningún lado, tampoco lo escuchaba, llevaba escondida varios minutos, o al menos así se sentía, ¡no podía dejar que siguiera ganándome!. Cuando jugaba con Anna siempre ganaba, tal vez se debía a que ella solía desconcentrarse con cualquier cosa y encontrarla era bastante sencillo.

Salí con cuidado del follaje, tenía que encontrarlo, Dante era bueno, muy, pero muy bueno, jugando al escondite. Seguramente era gracias a los duros entrenamientos que le daba su padre, él siempre decía que estaba bien, que algún día protegería a Pappa, no estaba segura de porque Pappa necesitaría protección, a mi parecer era lo suficiente grande y fuerte, ¡nos podía tomar a mi hermana y a mí, en sus enormes hombros! ¡Al mismo tiempo!

Pero había varias cosas que Dante no me decía, que nadie me decía en general. Mamá decía que lo sabríamos cuando tuviéramos edad suficiente. Dante era solo tres años mayor y parecía saber todo lo que a nosotras nos escondían.

No creía que estuviera escondido entre los arbustos, tal vez debería ir a buscarlo en…

—¡Ahhh!— Caímos al suelo, rodando por el césped de la pequeña colina dónde solíamos jugar, rodamos algunos segundos más hasta que finalmente nos detuvimos, abrí los ojos y empujé el abdomen de Dante que estaba arriba mio debido a que me había abrazado mientras caíamos. Él, entre risas, se alejó y puso ambas manos a los lados de mi cabeza.

—Te pillé.— dijo finalmente, su sonrisa era enorme, levantó una mano para acomodar sus anteojos que se le habían deslizado un poco hacia abajo. Dante era el chico más lindo que hubiera conocido nunca, su sonrisa siempre era alegre y sus ojos eran tan verdes como los del gato que merodeaba por los jardines de Pappa. Era más alto que yo, y su cabello lacio siempre le cubría parte de sus ojos, o sus gafas.

—¡Eres un bruto!— Me quejé y volví a empujarlo para que saliera de encima, él continuó riendo y se recostó boca abajo a mi lado, yo giré sobre mi cuerpo para quedar de la misma forma— No entiendo cómo es posible que sigas ganando.

—Es porque eres pequeña — Dijo él.

—¡No lo soy! ¡En pocos meses tendré diez!— Me quejé llena de indignación, ¡Odiaba cuando hacía eso!, Podía ser mayor que yo, pero eso no me hacía una niña pequeña.

—Sigues siendo una niña pequeña. — Dijo él y sentí el calor de la rabia, teñir mis mejillas.

—Solo eres mayor por tres años.— dije lo más burlesca que pude. Estaba cabreada, nunca había sido buena para controlar mi temperamento.

—Pero soy un soldado de Pappa, eso me hace casi adulto de forma automática. — Dijo él con una sonrisa que marcaba sus dos hoyuelos, era un niño muy engreído.

A los pocos metros vimos como el portón lateral de la enorme propiedad donde vivíamos se abría, los hombres descargaban cajas que trasladaban rápidamente hacia la parte trasera de la finca, nunca me pregunté realmente que traían, estaba demasiado acostumbrada a ello. Todos los hombres se marcharon y el portón quedó abierto.

No sé por qué lo hice en aquel entonces. Años después y con la madurez, me di cuenta de que lo más probable era que quisiera impresionar a ese chico, en mi mente infantil, me sentía tan humillada por ser menor, que necesitaba impresionarlo. Tal vez si no lo hubiera hecho no habríamos dejado Italia, tal vez Dante y yo hubiéramos seguido siendo amigos, crecido juntos, tal vez nos habríamos gustado…

Nunca lo sabría porque la pequeña yo de aquel entonces, tenía otras ideas.

—Yo no soy un soldado —Dije finalmente —Y aun así, puedo hacer lo que quiera.

Dije a Dante poniéndome de pie y comenzando a caminar lo más rápido posible hacia el portal abierto.

—¿Qué haces?— Lo escuché en mi espalda, se puso de pie rápidamente — ¡No podemos salir!

Su mano detuvo la mía.

—¡Chiara! —Jaló de mí, pero planté los pies en el suelo como si fuera un enorme ancla— ¡Tenemos que volver!

Dante era fuerte, pero yo siempre fui muy testaruda, Pappa decía que lo había heredado de mamá. Me solté de un tirón.

—Yo no soy un soldado, no tengo que cumplir sus órdenes, “semi-adulto”— Me burlé y él me miró molesto, giré sobre mis talones y corrí afuera, antes de que pudiera detenerme, en medio de risas de triunfo, recuerdo que fue la primera vez que sentí la adrenalina de hacer algo que no debía, algo prohibido. Corrí calle abajo, Dante había llegado a mi lado rápidamente, tomó mi mano en cuanto me alcanzó y entre risas seguimos corriendo, embriagados con la adrenalina rugiendo por nuestras venas. Cada vez que pienso en aquel recuerdo, me siento profundamente feliz, la mano de Dante era cálida y me hacía sentir segura.

Lamentablemente, ese tipo de travesuras no dura mucho, y el glorioso triunfo infantil, rápidamente se convirtió en una pesadilla.

Corrimos casi tres cuadras, calle abajo, pero no alcanzamos a llegar a la cuarta, un coche se detuvo justo enfrente de nosotros, justo cuando estábamos por cruzar. Tres hombres se bajaron del coche más rápido de lo que pudimos reaccionar, Dante giró sobre sus talones, tiró de mí, su mano estaba sumamente firme sobre la mía.

—¡Atrápenlos! — Gritó uno, Dante me hizo correr en la dirección contraria más rápido de lo que mis piernas se podían permitir, no logramos ir muy lejos.

A solo un par de metros fuimos sujetados por aquellos mismos hombres, la mano de Dante soltó la mía mientras peleaba, pataleaba por soltarse, por llegar a mi, el hombre que se suponía que tenía que sujetarlo, estaba teniendo grandes dificultades para lograr su cometido, yo traté de hacer lo mismo, pero por supuesto, el hombre que me sujetaba por las muñecas era mucho más fuerte que yo, eso no detenía nuestros intentos.

Pero el arma sí lo hizo.

—¡Quieto! —Ordenó el hombre detrás de mí, Dante se detuvo de forma inmediata. — Mucho mejor.

Todavía, a pesar de los casi dieciséis años que han pasado desde ese entonces, todavía recuerdo el metal frío contra mi sien, el “clic” que hizo el arma cuando le quitó el seguro y los ojos llenos de ira, frustración y desesperación de Dante.

—¡Tómalos de una puta vez y vámonos! — Gritó el hombre que había permanecido en el coche, el chófer.

Ambos hombres nos empujaron de vuelta al vehículo. Recuerdo que estaba aterrada, pero por algún motivo era incapaz de hablar o llorar, como si la desesperación y el pánico me hubieran enjaulado muy dentro de mí. Recuerdo haber seguido las órdenes de Dante como un autómata. Cuando subimos al coche, recuerdo también, aferrarme a su mano como si mi vida dependiera de ello, probablemente lo hacía. Era muy joven, muy inmadura para saberlo.

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