Octubre 2021
El verano había acabado, por la noche ya hacía algo de frío y me gustaba volver a dormir bajo mi edredón rosa cubriendo prácticamente todo mi cuerpo. El verano había sido increíblemente caluroso en todo el país y en Madrid había sido auténticamente asfixiante, durante el mes de agosto pensé que iba a morir de un golpe de calor y fue la primera vez en mucho tiempo que eché de verdad de menos el mar.
De todas formas, ahora, ya en octubre, aún había algunos días en los que parecía resucitar de nuevo el verano, sobre todo durante algunas mañanas. En esta ciudad, totalmente diferente en la que había hecho mi vida durante dos años, era normal ver a gente aún en otoño bañarse en las playas cuando aparecían estos días que yo definía como "veranos falsos y fugaces”.
Tarragona, era una especie de ciudad dormitorio, era un lugar de paso, a un lado tenía a la gran Barcelona, a tan solo una hora de trayecto, y al otro lado, a tres horas, la impresionante Valencia. A veces paseabas por la rambla y era como si se parase el mundo, hasta las hojas que caían de los árboles parecían únicamente desprenderse de las ramas por mero aburrimiento. Aquí nunca pasaba nada interesante, todo parecía seguir igual aunque fuese completamente diferente. Muchas veces me preguntaba por qué había decidido volver, y aunque realmente lo sabía, me parecía muy estúpido haber vuelto a aquella ciudad de la que un día me había marchado corriendo.
Había vuelto a principios de septiembre y no podía decir que me sentí emocionada, al contrario, dentro de mí reapareció aquel miedo irracional que hacía que siempre estuviese alerta, parecía que la medicación no funcionaba para mantenerlo dormido o casi dormido como había estado durante mucho tiempo. Estaba asustada, me asustaba la incertidumbre y el cambio, y tenía bastantes dudas que continúan después de casi dos meses. ¿Había hecho bien? ¿Era una buena idea volver después de tanto tiempo al mismo lugar que me había hecho tanto daño? Enfrentarme al pasado no era algo fácil de decidir, me había dejado prácticamente guiar por mis impulsos a mediados de agosto, sin pensarlo demasiadas veces. Sí, pensar demasiado iba en contra de mi bienestar emocional, eso era lo que me dijo mi psicoterapeuta de Madrid.
Lo más duro fue llegar sola, cuando bajé del tren me encontré confundida en aquella estación que estaba justo al lado del mar, con treinta grados de calor a las siete de la tarde y con la gente caminando sin ninguna prisa, porque esta ciudad era lenta de naturaleza y las personas no corrían para llegar a los sitios como era habitual en Madrid o Barcelona. Aquí nadie tenía nada interesante que hacer.
Siempre pensé que algún día volvería, por eso compré aquel piso pequeño en una zona cercana al centro. Trabajé muy duro e invertí casi todos mis ahorros de años allí, en aquel momento pensé que no era mala idea volver, pero con el tiempo me arrepentí. Por eso lo alquilé, así no me supondría ningún gasto y al mismo tiempo me recordaba a mi misma que no podía ir ni siquiera de vacaciones porque estaba ocupado. Y aún seguía alquilado y lo estaría un mes más, hasta que las dos estudiantes que estaban en él lo dejaran, por eso había pagado por una habitación justo enfrente de la universidad. Una amiga íntima compartía piso allí y justo una de las habitaciones había quedado libre, y me había hecho el favor de alquilarme solamente durante un mes. Además, la ubicación era perfecta, en pleno centro, sin tener que madrugar para volver a las clases y teniendo un supermercado justo al cruzar la calle. Sí, había decido retomar las clases y acabar psicología de una vez por todas. Este era uno de los motivos que me habían hecho tomar esa decisión. Otro era recuperar el local que me había dejado mi padre y que mi querido ex novio se había apropiado durante años. Muchas tenemos un ex que nos ha hecho la vida imposible durante mucho tiempo, y yo era una de esas mujeres, pero bueno eso es otra historia larga de contar.
Lo más difícil había sido coger por fin ese tren y volver a la ciudad de la que había huido hacía casi cuatro años después de terminar con el impresentable de mi ex, ser rechazada por el único hombre que había despertado interés en mí en años, siendo este otro distinto a mi ex novio, y enterarme de que la estudiante más exitosa de la universidad había muerto en extrañas circunstancias.
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Septiembre 2016
Nunca me había sentido adaptada totalmente en ninguna parte, incluso a pesar de estar en mi ciudad me costaba sentir que pertenecía a ella. A la gente le gustaba estar aquí y lloraba al tener que irse fuera a trabajar, ya que no era un sitio de grandes oportunidades laborales. Yo, en cambio, hubiera deseado marcharme en cualquier momento y más desde que papá ya no estaba. Cuando se vendió nuestra casa, mi hermana Andrea se quedó con dos tercios del dinero recogido. No la vendimos por mucho, ninguna de las dos quería volver a vivir allí y deseábamos quitárnosla de encima cuanto antes. Además, yo me quedé con el local que papá había utilizado durante años como gestoría y que tenía una ubicación perfecta, estando muy cerca de la universidad principal de la ciudad.
_ Podríamos hacer una cafetería, seguro que se llenaría de estudiantes _ dijo Dani sonriente.
_ No sé, no tengo muchos ánimos de ponerme a servir cafés después de salir de la universidad.
_Se llama trabajar _ dijo Dani cambiando el tono, nunca estaba contento con nada de lo que hacía._ Podrías dejar de ser una vaga y esta podría ser una buena oportunidad.
_¿Es ser vaga empezar una carrera de psicología y entrar con todo cubierto por haber sacado una matrícula en el instituto?
_Bueno, la gente trabaja, todas mis amigas siempre han trabajado y estudiado, esos son los verdaderos estudiantes. Sinceramente, es normal que saques la máxima puntuación... si te tiras todo el puto día estudiando, eso también lo hago yo_ esta vez se dirigió a mí con un tono más tranquilo y después de unos segundos resopló frustrado._ No eres nada especial ¿Sabes? Madura de verdad, ya es hora.
Dani me giró la cara, se dio la vuelta, cogió las llaves y salió por la puerta, pegando un portazo sin decir nada. Llevaba mucho tiempo haciendo lo mismo, cuando había una discusión se largaba dejándome con la palabra en la boca.
Mostraba una gran seguridad en si mismo y parecía dominar cualquier tema, y creo que eso fue lo que me atrajo de él. Era muy sociable y gustaba a todo el mundo, todo lo contrario a lo que me sucedía a mí, eso también me encantó de él cuando lo conocí. La primera vez que lo vi, me pareció muy guapo y simpático; era alto, delgado y atlético, con una sonrisa muy bonita, y el pelo castaño, casi rubio, y con ojos marrones oscuros y luminosos.
Al principio pensé que eramos la complementación perfecta, cada uno tenía lo que él otro no tenía... más bien pensé que Dani me complementaba a mí, porque yo siempre me había sentido vacía. Y tengo que decir que no recuerdo cuándo cambió o cuándo realmente mostró cómo realmente era. Un día sin más dejó de hablar conmigo y de tratarme con respeto, simplemente me ignoraba y cuando no lo hacía era para desaprobar cualquier interés profesional o académico que tuviese, tanto en privado como en público. No sé porqué tardé tanto en dejarlo... bueno, sí, lo sé... me sentía sola y creía que era mejor estar con él, aunque dejarlo fue toda una liberación. Pero aún tardé un poco en tomar esa decisión, yo era la chica de las dudas. No, no es broma, la duda era constante dentro de mi cabeza.
En poco tiempo estuvo montada la cafetería, no sé muy bien cómo me vi envuelta en aquello, digamos que Dani sabía muy bien manipular la situación y era un momento en el que yo me sentía vulnerable, sola y tratada como una mierda por mi novio, quien debía realmente ayudarme y estar a mi lado mientras intentaba superar la perdida de mi padre.
Obviamente no podía ayudar demasiado, ya que las clases y los trabajos en grupo me quitaban gran parte de mi tiempo, y como no la madre de Dani apareció en escena para ayudarle después de su empleo a levantar el pequeño negocio y de paso para hablar mal de mí, que era su especialidad. Le encantaba tapar los defectos de su hijo criticándome, hasta incluso por centrarme en mis estudios, según ella "demasiado".
Durante aquel otoño por fin congenié y me sentí parte de un grupo de amigas y la verdad que era exactamente lo que necesitaba, necesitaba poder desahogarme y distraerme un poco de mi penosa vida.
_ ¿Queréis ir a tomar algo después de la última clase? _ preguntó Valentina.
_Por mi bien _ dije yo, cualquier excusa era buena para volver a casa y ver lo mínimo a mi maravilloso novio.
_Yo iba a irme a dormir, levantarme a las seis de la mañana para coger el bus me pasa factura _ dijo Almudena. Vivía en un pueblo cercano y las combinaciones de los autobuses eran horribles, así que tenía que estar en pie a esa hora para llegar a las primeras clases de las ocho.
_Vamos deja de ser una abuela, tienes diecinueve años _ la atacó Claudia.
_¿Eso que tiene que ver para estar cansada? Tú vives aquí al lado y encima vienes con el coche que te han comprado, levántate a la hora que me levanto yo y verás que feliz estás a partir de las doce del medio día. Yo llego a las siete de la tarde y siento que ya no soy persona y, ahora, son ya las ocho _ dijo Almudena enfadada. Algo que me gustaba de ella era que decía todo muy claro, a mi me costaba a veces defenderme o decir lo que pensaba tan directamente.
_ ¿Entonces no vas a venir a tomarte una cerveza para celebrar que hemos terminado esta mierda de trabajo ? _ preguntó Claudia claramente insistiéndole.
Las dos siempre estaban lanzándose indirectas mutuamente o discutiendo, aunque en verdad se llevaban muy bien. Cuando salíamos y se hacía tarde a veces se quedaba a dormir en casa de ella. Se ofrecía Claudia, porque cuando se hacía tarde ya no pasaban autobuses de vuelta.
Yo por esos entonces vivía en un piso de alquiler con Dani, era grande, tenía tres habitaciones pero antiguo y con muebles cutres. Estaba en un barrio que era más bien de los peores y estábamos allí porque gran parte de su familia vivía en esa zona y se pagaban cuatro duros. Las mañanas que entraba algo más tarde a las clases me llevaba con el coche a la universidad y él abría la cafetería, y así todos los días, en muchas ocasiones hacía tiempo después de las clases estudiando en la biblioteca y cogía uno de los últimos autobuses para llegar tarde.
_ ¿Por qué no vamos a la playa? _ sugirió Claudia.
_ A la playa, ¿Ahora? Es tarde y enseguida se hará oscuro _ dije yo, las tardes ya eran algo frías y no entendía que tenía de divertido ir hasta allí a aquellas horas.
_ Quiero enseñaros algo. Os gustará. Venga vamos confiar en mí.