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La conocí en la cárcel

La conocí en la cárcel

DMOR2196

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Capítulo

No sabía cómo había llegado a esta situación, solo le había hecho un favor a un amigo para ganarse algo de dinero y ahora estaba en este lugar. Ella solo había llevado unos papeles a una empresa y terminó siendo llevada por la policía. Él, un hombre de la ley que ayuda a los ciudadanos a estar seguros, tenía que hacer algo deshonesto para poder darle comodidad a su persona más amada. Lo haría, con tal de mantener a esa persona a su lado pero también evitando a otras que son malintencionadas. 2 personas que nunca se pensó que cruzarían sus caminos pero ahora necesitarán el uno del otro para obtener aquello que desean... Puede que incluso obtengan mucho más de lo que pudieron imaginar. Ella, una persona joven con una vida por delante, vivaz, soñadora y algo introvertida en su forma de ser, siempre habría tratado de hacer ver que su vida estaba bien. Sin embargo más allá de todo lo que había pasado en sus 30 años de vida, tuvo que vivir a la sombra de una familia bastante conservadora solamente para poder "encajar" con ellos y que no fuera la mal llamada oveja negra de la misma. Él, un hombre solo, extrovertido por muy contrario que se vea, siendo una de las personas más rudas pero amables, siempre buscará la forma de poder salir adelante dentro de su vida personal, ya que al tener tantos problemas en donde se involucra mucho su anterior relación, podría sentir que tras la presión de todo lo concerniente a la herencia y a la falta de cariño, el mundo se le viene encima. Un contrato que los une legalmente. Un contrato que puede unirlos para siempre. Un amor que comienza a nacer de ese contrato. Estaba en camino hacia la dirección que un compañero de su trabajo anterior le había dicho, que era donde debía entregar el maletín. No sabía qué había dentro y no le interesaba realmente; le habían pagado la mitad y la otra se la darían cuando entregara el maletín. No era lejos de su hogar y era un edificio realmente grande pero también se notaba que era un poco vacío ya que no transitaba mucha gente pero ella necesitaba el dinero para ayudar a su hermano. Sus medicinas eran poco accesibles y en su trabajo anterior, le habían dado por terminado su contrato, justo en el momento en que más necesitaba la renovación. Eso solo le había traído problemas en casa y más con su familia. Siempre había tratado de ser lo que ellos deseaban y nunca había podido ser ella misma, con tal de hacerlos felices. Justamente ahora, estaba en busca de un trabajo y su amigo le había dado la oportunidad. Era algo simple y no debía abrir el maletín. Había sospechado demasiado pero también necesitaba el entregar este maletín al señor Gabriel. Al llegar al edificio en cuestión, nota que no es realmente sospechoso y cuando toca el timbre, tal como lo indica un letrero, ve que hay cámaras de seguridad; lo cual era buena señal. No sabía lo que le esperaba en ese lugar, era una sorpresa nada agradable siendo una verdadera aventura para ella dentro de su vida personal quizá más rudo.

Capítulo 1 El Reconocimiento

¿Cómo es que llegué a esta situación? Solo estaba entregando algo.-

Son los pensamientos que tiene la chica sentada en la cama que había en esa pequeña cárcel en la comisaría. Solo debía entregar un maletín a alguien y eso era todo; ahora tenía problemas legales, una posible demanda encima y le habían negado su única llamada ya que estaban revisando su expediente. La cárcel era como todas las demás que había visto en algunas series pero las rejas eran color crema, las camas si eran metálicas pero los colchones estaban limpios, cosa que si la había sorprendido pero que agradece mucho ya que no quería imaginar estar cerca de una cama vomitada. También había un inodoro para ir al baño pero no tenía y nunca tendría, el valor suficiente para usarlo... A menos que fuera realmente una emergencia y viera que estaba completamente sola. Los pisos eran grises con algunas manchas negras y blancas, los focos funcionan pero si había uno que estaba apagado y necesitaba reparación.

Su nombre era Andrea Prince, tenía 32 años pero a veces decía que tenía 26 solo como broma inocente. Medía 1,65, además de cabello color vinotinto, ojos café oscuro, lentes sencillos ya que sufría miopía hereditaria y de contextura llenita pero se cuidaba como podía. Ahora sabía que estaba en problemas serios y que si su familia se enteraba de esto, le armarían el discurso repetitivo del año. Se lo sabía pero igualmente le dolía escuchar todo eso.

No había abuso físico pero el verbal también era realmente malo. las personas no son conscientes del gran daño que pueden hacer. se levanta y trata de asomarse para poder ver qué sucedía pero el lugar era silencioso, excepto por los sonidos del hombre que dormía en la otra celda, se notaba que estaba borracho ya que olía demasiado a alcohol, diría que whiskey.

-¿Ahora cómo saldré de esta situación? Si no llego a casa y no aviso, me matarán mañana.- Decide tocar la reja con el puño cerrado y hacer ruido pero no excesivo.

-¿Hola? ¿Alguien podría venir? Llevo aquí más de 3 horas.-

Luego de ese llamado que había hecho, se abre la puerta de la oficina, que conectaba con las celdas de la estación de policía.

-¿Quién está haciendo tanto ruido? ¡Cállense!-

El grito había venido de uno de los hombres que custodiaba el lugar ya que el día de hoy tenían el turno nocturno pero a juzgar por la manera en que había gritado, era obvio que estaba de mal humor. Andrea decide sentarse y esperar solo media hora más, antes de llamar de nuevo.

Uno de los policías comenzaba a hacer el recorrido por las 3 celdas del lugar y se detiene en la que tenía a una chica dentro. -Buenas noches, señorita, ¿cómo le va?-

-Amm... Estoy bien pero ¿Por qué dice buenas noches? Aún es de día ¿verdad?-

Esperaba que no fuera ya de noche porque entonces sí estarían celebrando su funeral mañana. No había avisado dónde estaba y realmente no deseaba hacerlo, no estaba lista. El hombre que le hablaba, era unos 10 centímetros más alto que ella, contextura delgada, cabello negro como la noche y una barba bien cuidada. Se notaba que le gustaba tener su uniforme limpio, no como la mayoría de los policías que tenían barrigas grandes. Además de tener lentes, como ella y en sus manos tenía una carpeta color marrón oscura, en la cual seguramente estaba su expediente.

-Sí, es de noche. ¿Por qué la pregunta? ¿Acaso no sabe el tipo de acción que usted cometió? - Preguntó bastante molesto el jefe de guardia que se encontraba con el archivo en la mano bastante molesto. Esperaba que le respondiera la chica de manera muy paciente para poder llegar a acuerdos buenos.

-No puede ser. Ahora si estoy en problemas definitivamente pero no me dejaron llamar.-

Se queda perdida en sus pensamientos pero deja de hacerlo al escuchar una tos ligera y se queda sentada ya que el hombre en serio se veía de mal humor. -Yo no hice nada malo, solo fui a entregar un maletín, sin saber lo que tenía. Era una mensajera, nada más.-

-Esa es la excusa más tonta que he escuchado y eso que soy policía desde hace más de 4 años.-

Era un hombre bastante dócil pero a la vez con mucho carácter dentro de su sitio de trabajo. -¿Me vas a responder?-

-Acabo de decirle la verdad, señor. Aún no puedo hacer mi llamada? Nadie sabe que estoy aquí.-

Y en realidad no quería avisarle a su familia pero su mejor amiga podría venir a buscarla y así la usaría como escudo para medio salvarse, odiaba hacerlo pero su familia la conocía desde hace años y no tenían problemas con ella. No debió haber hecho ese favor pero nadie se negaría a ganarse 50,000$ dólares por llevar un maletín a una empresa. Grave error.

-Sí, obvio. En realidad puedes y debes hacerlo porque es deber y derecho del recluso para poder llevar todo en orden. ¿A quién le va a hacer la llamada en cuestión?-

-Eso no es lo que me dijeron cuando me trajeron aquí pero gracias. Mi teléfono lo tienen ustedes, ahí está el nú úmero de la persona, se llama Yulieth Salazar.-

También esperaba que ella no estuviera tan ocupada con su actual esposo pero era un buen hombre y seguramente vendría con ella. Además de que esperaba que los policías no le hubieran quitado el dinero que le habían pagado. Esa mitad la necesitaba pero prefirió no mencionarla en realidad.

-Acompáñeme, por favor. Hagamos su llamada.- Abre la celda y posteriormente procede a colocar las esposas en manos y pies, sin poder evitar oler el perfume que emanaba la señorita Andrea, un aroma sin duda alguna seductor y celestial pero a la vez inocente.

-¿Las esposas son necesarias? Realmente no voy a escaparme, eso es tonto.-

Lo sigue mientras va observando el lugar y evita mirar a los otros agentes que estaban cerca. El lugar era bastante espacioso y no tan pequeño como lo había visto al llegar. Aunque la habían metido rápidamente y por eso no había podido verlo bien. Habían 6 escritorios en la amplia sala y cada uno de ellos tenía un agente sentado y solo uno de esos escritorios estaba vacío. Seguramente era del hombre que la llevaba a hacer la llamada. Había también una pequeña cocina que tenía 2 cafeteras y varios vasos al lado para llenarlos de café, aunque si estaba algo sucio el lugar, el café olía delicioso pero le gustaba más con leche y no negro. Habían alacenas grandes, que seguramente contenían el café molido, azúcar y también crema. Lo que era obvio es que habían 3 cajas llenas de donas y eso no era una sorpresa ya que la mayoría de los policías las amaban e incluso a ella le gustaban.

-Voy a entregarle su celular para que encuentre el número de su "amiga" y espero que no haga nada de lo que me arrepienta más adelante, ¿Ok?-

-No haré nada extraño, puede ver cómo lo busco usted mismo.-

-Por cierto, mi nombre es Jesús Rincón, yo seré su custodio de aquí en más usted esté dentro de la celda.-

Escucha su nombre y asiente, tomando el celular que le entrega y lo saca de la bolsa, donde estaban el resto de sus cosas, notando que su monedero seguía cerrado y se notaba que el dinero seguía ahí, cosa que la alivió y bajó la mirada para buscar el número, tenía 5 llamadas perdidas de su madre y se tensó pero sacudió ligeramente la cabeza y buscó en sus contactos.

-Es este. ¿Tiene un teléfono local? No tengo saldo para llamarla desde mi celular.- Se lo muestra y llama para que vea como la llamada es negada por falta de fondos.

-Si, señorita.- Le entrega el teléfono para los reclusos, el cuál era un teléfono local. -Ahora, marque el número mientras pido su uniforme.

-Gracias. Espere... ¿Qué? ¿Uniforme? ¿Por qué tendría que usarlo? Me dijeron que me quedaría un día aquí.- Ahora se puso más nerviosa.

-Sí, aunque yo no sé quién le habrá dicho eso. Su delito tiene un tiempo establecido de condena y debe cumplirla, por ende, tendrá mancha en sus antecedentes penales.-

-Yo... Yo solo... Solo fui a llevar un maletín, solo eso.- Se sujeta del escritorio al sentirse mareada pero toma el teléfono local para poder marcar el número. Espera y se siente feliz al escucharla.

-¿Hola? ¿Yulieth?-

-¿Hola, quién me habla?- Yulieth era una chica de 29 años muy bella, la cual era su amiga desde hace casi 15 años. Tenía pelo rizado, piel morena suave y pecas en su cara pero al ser bella y llamativa, también era dulce y amable. Aunque su carácter si era fuerte algunas veces y eso no era malo en realidad, era muy bueno. Medía 1,74 y tenía como pasatiempo correr, lo que realmente le daba a su cuerpo la horma atractiva que tenía.

-Soy Andrea. Estoy en la estación de policía y... Necesito ayuda. Podrías venir... Espera. ¿Señor Jesús? ¿Ella puede venir a verme?-

-Hey, aquí a esta hora no hay visitas. Es más, ¿Qué estás planeando? No me hagas que me comporte como un policía malo contigo.-

-Yo no planeo nada, creí que ella podría venir a verme y así le explicaba todo.- Sigue nerviosa al saber que tendría que pasar la noche en ese lugar pero asiente y escucha a su amiga.

-Pues no. Los horarios de visita son a las 12 del mediodía. A esa hora, con gusto se le agendará una cita para que puedan verse en la ventanilla.-

-¿Aló? ¿Andrea? ¿Cómo que en la estación de policía? ¿Todo está bien?- Escucha lo que sucede y sabe que es realmente serio o ella no la llamaría a esta hora de la noche, generalmente se comunican por mensajes y emojis.

-Si, si. Disculpa, Yuli. ¿Podrías venir a verme a la estación mañana a las 12pm? Necesito tu ayuda y creo que necesitaré un abogado.- Se quita los lentes para frotarse los ojos.

-¡Sí amiga! Claro que voy a ir, estoy asustada por ti.- Se mantiene a la expectativa de lo que dirá el oficial.

-Ya por favor, estamos pasados de tiempo, vamos a apurar la llamada.- El policía la espera de forma paciente pero sin descuidarla y apurando el paso para terminar la llamada.

-Te veré mañana, Yuli. Lamento molestarte con esto.- Cuelga y revisa sus mensajes rápidamente, viendo que tenía varios de su amiga de México también pero ya hablaría con ella luego. Solo le puso "Estoy bien". Era su amiga desde hace más de 7 años y siempre la apoyaba y la consolaba cuando las situaciones en su familia se salían de control y la hacían sentirse más que menos.

-¿Hey, qué haces?- Le quita el celular. -Vámonos ya mismo.-

Luego de la llamada que Andrea realizó a su amiga, Jesús vuelve a esposarla nuevamente para trasladarla a su celda y posteriormente tener que dejarla en la misma para luego estar pendiente de la comida que le iban a servir de cena, de la cual Andrea tenía un poco de temor ya que al ver tantas películas de policías, sabía que lo que servían en las mismas, no era nada delicioso o similar; era más bien algo estándar y desabrido.

Ve que el policía llamado Jesús llega con una bolsa y en ella podía distinguirse un uniforme de color naranja y sabe que tiene que ponérselo. Se queda sentada ya que realmente no quería ponérselo pero tampoco quería ser obligada, así que, a regañadientes se levanta.

-¿Esto es... Lo que debo usar?- Se frota un brazo, todavía luciendo nerviosa.

-Sí señorita, es estrictamente necesario para poder estar dentro de la celda por parte de los reclusos que están pagando la pena. Obviamente, sin embargo, no lo vea todo mal, ahí también traje su cena, algo humilde pero bien divina, la hice yo mismo.-

-¿Ustedes hacen la cena de los reclusos de esta estación?- Eso era extraño pero no iba a quejarse de nada si la cena era buena.

-Regularmente el cocinero pero está libre el día de hoy y obviamente yo debo responder por los reclusos que están a mi cargo y para sorpresa mía, estoy a cargo de la división femenina y solo estás tú.

-Y el señor que está...- Ve no está ahí ya que seguramente se fue cuando estaba afuera haciendo su llamada.

-Bueno, es obvio que ya se fue. Gracias por la cena entonces. ¿Podría cambiarme en algún baño y usarlo?-

Lo que menos quería, era cambiarse delante de alguien que no conocía y menos usar el baño de la celda pero igualmente tomó la bolsa, la abrió y sacó la ropa. Era el uniforme que usaban las personas que estaban presas y ahora ella misma era una reclusa.

-No debí haber aceptado ese trabajo pero lo hice por él. Para sus medicamentos.-

Se queda perdida en sus pensamientos de nuevo pero sale de ellos al escuchar ruidos y ve que el señor Jesús trae una bandeja con comida. No tenía hambre pero si debía comer algo para tener fuerzas para lo que vendría. Se veía que no era un policía malo y corrupto pero igualmente no se confiaría. Mañana hablaría con Yulieth para ver qué podrían hacer sobre esta situación.

-El baño de la celda está bien cuidado, no tengas miedo de usarlo. Entra y verás que bonito es por dentro.-

Andrea lo duda pero cambia de opinión y accede a usar el baño de la celda, el cual no había visto que estaba tras una de las paredes del lugar y en realidad si vió que era bastante cómodo para lo que ella se encontraba acostumbrada. Con lo cual, se quedó mucho más tranquila que de costumbre y poco a poco se relajaba pero no demasiado.

-Ya vuelvo.- Le dice a Jesús, el cual la espera con la bandeja tapada para que la comida no se quedara fría por ningún motivo, ya eran pasadas las 9 de la noche.

Al regresar, se siente mejor ya que no la habían visto cambiarse. Se sienta en la cama del lugar y se quita los lentes para frotarse la cara. Se los coloca y alza la mirada, viendo la bandeja pero sin realmente comer algo, ahora si tenía problemas serios y esperaba no ir a una cárcel de mujeres. No sobreviviría ahí.

-Qué bueno que ya has vuelto, es bueno que estés más relajada después de cambiarte. Sin embargo, necesitas contarme todo al pie de la letra de qué fue lo que te trajo aquí. Según dijiste en un principio, en realidad esto del dinero fue por un trabajo que conseguiste y que era para ayudar a... ¿Tu familia?-

-Así es pero no diré nada sin que tenga un abogado al lado.- No iba a hablar para que luego esa información fuera malinterpretada y usada en su contra.

-Pues te recomiendo que hables, créeme que será más provechoso para ti dado que no será necesario que tengas un abogado, a menos que empieces a resistirte. ¿Qué fue lo que sucedió?-

Sigue la insistencia por parte de Jesús, al tratar de sacarle la información para poder apoyarla en que no pase tan mal rato en la celda, veía que ya estaba asustada.

Ella no sabía si podía confiar realmente en él, así que solo le contaría lo básico mientras su memoria fue recordando lo que había pasado realmente en ese lugar.

********** FLASH BACK **********

Andrea estaba llegando a la empresa para entregar el maletín y ve que es un lugar decente y no un edificio que fuera de mala muerte como se había imaginado. Toca el timbre y espera, notando que habían cámaras de seguridad en el lugar, lo cual era también una buena señal. Entra cuando escucha el click y ve que es un lugar amplio, pisos blancos, luces blancas también y guardias de seguridad. Además de ascensores con recepcionistas dentro para presionar los botones ya que vió una cuando el ascensor se abrió.

Pasa directamente a la recepción y nota que hay una chica esperando pero también sujeta el maletín más cerca de ella. Estaba vestida de negro, con camisa blanca, un gafete es el lado izquierdo de su pecho que indicaba su nombre, un moño alto y tacones bajos.

-Buenos días, estoy aquí para ver al señor Max y entregarle un maletín de parte del señor Gabriel.-

-Hola buenas, ¿Quién busca al señor Max? Es un hombre muy ocupado.-

-Me llamo Andrea y es urgente que le entregue el maletín en persona, fue lo que me pidieron que hiciera.- Esperaba que la atendieran rápido, tener el resto de su dinero e ir a la farmacia para buscar los medicamentos de su hermano.

-Pase que el señor Max es un hombre ocupado, no le haga perder el tiempo y deje los dramas-. La mujer le voltea los ojos y empieza a teclear en el edificio esperando que ella entre en la oficina de forma callada y rápida.

Se notaba que la secretaria estaba de mal humor pero siguió tranquila al ascensor y esperó a que le marcaran el piso. Siente que se mueve y al estar en el lugar correcto, ve que es el piso 10 y termina de bajarse. Habían personas trabajando, notando también que habían varios escritorios y las personas estaban viendo sus computadoras, las cuales eran de la marca Mac de Apple. Incluso usaban auriculares con micrófono y la mayoría vestían con el mismo uniforme pero las mujeres usaban falda por debajo de la rodilla. Sigue caminando y va a la oficina que tenía el nombre "Max - Vicepresidente".

Toca la puerta y cuando le dan la autorización, entra y ve que detrás del escritorio, está un hombre de edad mayor, no tan canoso. Se notaba que podría tener unos 46 años pero era mala adivinando la edad de las personas, jis color negro y el ceño fruncido. Vestía un traje color gris oscuro, camisa negra y corbata negra pero que tenía toques plateados. Además de zapatos brillosos y de marca. Decide no fijarse demasiado en eso y llega hasta él.

-Buenos días, señor Max. Vine a entregarle esto de parte del señor Gabriel.-

-Eres la chica que él mencionó, ¿cierto? Dame el maletín. Te daré el resto cuando verifique que todo está aquí.- Se lo quita y se apresura a abrirlo.

Ella se aleja para que pueda verlo mientras sigue viendo la oficina, no deseando saber lo que había en el maletín, aunque sí tenía curiosidad.

-Al menos el papeleo está completo.- Lo saca y va leyendo todo, riendo ligeramente al ver que todo estaba correcto.

-¿Todo está bien? ¿Ya me puedo ir?- Pero no se iría sin su dinero claro.

-Si, si, claro. Te daré el resto del dinero y...-

La puerta es abierta de improviso y entra un hombre de unos 30 años ya que le habían avisado que había llegado una chica con un maletín sospechoso y que era ajena a la empresa. Tená un traje de color azul oscuro, camisa blanca y corbata negra. Además de cabello color marrón chocolate oscuro, ojos café claro y buena forma física. Era el Presidente de la empresa, cuyo nombre era Bruce Parker.

-¿Qué es lo que está pasando aquí? ¿Quién es la chica y por qué la dejaste entrar? Tenemos mensajeros que pueden traer cosas.- Se cruza de brazos.

-Yo... No es nada, Bruce. Solo vino a traer mi maletín, lo dejé en casa. Es mi sirvienta personal, es nueva.¿No ves la ropa que tiene?-

Andrea se siente algo ofendida pero evita decir algo y solo baja la mirada ligeramente mientras espera a que el otro hombre se vaya y así salir de aquí pero ve que se acerca hacia Max y se aparta de su camino.

-Quiero ver lo que trajo. No sé realmente si está aquí por ti o es que trata de hacer algo más.-

Llega hasta el escritorio pero ve que Max se aleja con los documentos. Siempre había sospechado de uno de los socios de su padre, ya que esta empresa la fundó él y sabía que había anhelado estar en la cima pero como él era su hijo mayor y el único, la empresa era su herencia. Ahora sabía que sus sospechas tenían fundamento.

-Son solo facturas que me hacían falta, nada más. Ya vete de aquí, niña. Ya todo está listo.- Le daría el dinero más tarde y esperaba que entendiera la indirecta.

-Yo me iré después de...-

-No irás a ningún lado, niña. Quiero ver esos documentos, Max. He sospechado que tratas de hacer algo turbio y esta empresa me la dejó mi padre antes de morir.- Le quita uno de los papeles y a medida que lo lee, se sorprende.

-¿Qué es esto? ¿Por qué dice que te dejo la empresa a ti en su totalidad y de forma voluntaria? No me hagan daño, por favor.-

Ella se sorprende al escucharlo también y retrocede pero ve que habían guardias de seguridad en la puerta y se queda dentro.

-No me gusta como están sucediendo las cosas, se va a poner mal.- Es lo que va pensando pero también quería irse de ese lugar.

-¡Porque es así! ¡Yo soy el que merece tener esta compañía! El estúpido de tu padre tendría que habérmela dejado a mi y no a un mocoso que no sabe manejar este lugar. ¡Esta empresa debía ser mía!-

-Es obvio que no iba a ser tuya, es una herencia de mi padre para mi y ha estado creciendo desde que la dirijo hace más de 3 años.-

Se cruza de brazos, ya harto de tener que lidiar con los antiguos socios de su padre, solo viejos que querían quedarse con todo y despedir a la gente para así no tener que pagar nada más excesivo.

-Guardias, llamen a la policía para que vengan por ellos. Es obvio que es un complot para hacerme daño y también contra la empresa.-

-¡No tendrías ninguna empresa si no fuera por mi, niño malcriado!- Se acerca para golpearlo pero uno de los guardias lo detiene.

-¡Esta empresa la he levantado de la quiebra! ¡Ustedes son los que casi la llevan a la ruina!- Se controla y también hace que sus guardias detengan a la chica para que no se vaya.

-Espere, yo no hice nada. Solo vine a traer este maletín.-

La situación actual estaba empeorando y sólo quería irse de ahí para poder regresar a su casa. Al menos tenía la mitad del dinero y eso era algo pero uno de los guardias la detiene y se queda quieta. Al cabo de unos 10 minutos, la policía se presentó en el lugar.

-¿Qué problema tiene en este lugar? Llamaron por un atentado y fraude de documentos.- Era un policía uniformado, armado y venía con un compañero también.

-Señores oficiales, ¿Qué hacen aquí? Aquí todo está bien en nuestra empresa.

.- Es lo que Max trata de hacerles creer pero Bruce sigue hablando.

-Llévenselos por fraude, extorsión e intento contra mi vida. Mis guardias son testigos y las pruebas están aquí.- Les entrega los papeles.

Andrea es sacada con esposas de ese lugar y mantuvo la mirada baja ya que ella no había querido que nada de esto sucediera, solo le había hecho un favor a un amigo y ahora estaba dentro del coche de patrulla, en camino a la estación de policía. Agradece no estar en el mismo auto que Max ya que se notaba que estaba gritando dentro de el y se removía con ganas.

-Solo hice un favor y terminé así. No lo puedo creer.- Es lo último que piensa al ir en camino hacia su destino.

********** FIN FLASHBACK **********

Sale de sus recuerdos para no seguir pensando en lo que ocurrió en ese lugar y más ahora, que por culpa de ese hombre llamado Max, estaba en este lugar. Ahora mismo deseaba estar en su casa y ver alguna película con su hermano.

-Y es así cómo caíste presa y en mis manos... Jajajajaja.- El oficial se ríe de manera irónica pero tratando de romper el hielo con ella ya que le agradaba mucho. -¿Vas a comer?-

-No, no tengo hambre. Tal vez más tarde.-

Se acuesta en la cama y le da la espalda mientras está en posición fetal y trata de no pensar demasiado en la situación pero también se había ofendido cuando se había reído. Ahora solo quería dormir y olvidarse de todo esto unas horas.

-Oh, bueno vale... Seguramente estás cansada, te dejaré sola pero antes de retirarme, te dejaré algo por acá -. Se acerca sutilmente a la cama y le deja la bandeja a un lado pero le saca la rosa que le había traído en la misma.

Andrea solo cierra sus ojos para evitar verlo ya que se sentía molesta pero también nerviosa de seguir en una cárcel, aunque fuera pequeña. Lo escucha moverse dentro de la celda y abraza la almohada, negándose a verlo.

-Buenas noches. Mañana vendré por ti.-

-Desearía estar en mi casa y no aquí. No hice nada malo.

Cuando apenas se había ido Jesús, deja salir sus lágrimas pero esconde su cabeza debajo de la almohada para no ser escuchada, aunque nunca hacía ruido. Estaba acostumbrada a llorar en silencio y lo único que la delataba, eran sus ojos ya que amanecían hinchados. De resto, no admitía que había llorado ni nada, solo decía que era por culpa de la falta de sueño.

A la mañana siguiente, Jesús se prepara para su guardia y luego de estar ya completamente preparado para iniciar su recorrido, no dudó un segundo en pasar primero por la celda de la reclusa Prince, quien lo había cautivado por su forma de ser.

-Buenos días, señorita Andrea Prince, le traje el desayuno. Vengo a retirarle la bandeja de la cena de anoche.-

Se despierta al escuchar que la llaman pero se queda acostada todavía ya que no había dormido bien en toda la noche, teniendo 2 pesadillas de cómo acababa en la cárcel de mujeres y que era abandonada por todos.

-No tengo hambre. Estoy bien. Gracias.- Quería tratar de dormir un poco, nada más.

-Pues déjeme decirle que pronto debe comer algo, porque en primer lugar hay día de salir al patio a estirar las piernas y tener un poco de esparcimiento. ¿O es que acaso va a seguir renuente por lo que sucede? Yo se que no es tu culpa que estés aquí pero no deberías de tratarme de esta forma, solo intento ayudarte. Pero bueno, al menos creo que estoy intentando que estés tranquila con mi presencia, lástima que no lo he conseguido, aún.-

Ella se extraña cuando le dice eso y suspira, hoy vendría Yulieth a verla y eso le daba cierto alivio realmente ya que necesitaba verla para sentirse algo mejor. Se sienta y se frota la cara, sus lentes estaban en el piso y los toma para colocárselos.

-Saldré entonces a estirar las piernas. ¿Puedo ir al baño primero?-

Se coloca los zapatos también pero aún seguía renuente a verlo porque no estaba de humor y cuando no quería hablar con alguien, podía ignorar a esa persona por varias horas.

-Obvio que sí, deberías de arreglarte de nuevo como estabas, porque bonita ya eres. Espero que me llames para poder venir a buscarte. Disculpa.- Jesús nota la rosa en el piso de la celda y la levanta con cuidado, hace un ruido de desacuerdo con la boca, la toma fuerte y se la lleva.

-O es que es dura de conquistar o de verdad algo no le gusta de mí, qué rabia- Sale contrariado de la celda y suspirando.

-Odio cuando la gente es sarcástica.- Es lo que piensa cuando se levanta y va hacia el baño, pasando al lado de la bandeja pero la evita mientras se quita los lentes de nuevo para lavarse la cara. Al acabar, se seca de forma suave y ve que ojos si están hinchados pero lo ignora y sale para sentarse de nuevo en la cama y bostezar.

-¿Señor Jesús? Ya estoy lista.-

Se levanta de nuevo y espera a que abra la celda para que le coloque las esposas.

-Dígame, reclusa-. Se le nota un poco más serio al oficial, sin embargo, no podía dejar de mirarla con ojos de ternura. -Vamos, debe disfrutar del tiempo que sea posible para que esté más relajada, en par de horas viene su amiga.-

Ya estando en el patio, deja que ella camine para que disfrute un poco más del aire fresco que estaba haciendo. Había un clima agradable dentro de donde estaba ubicada la prisión, no sin antes de indicarle qué podía hacer, señalándole los balones de fútbol, básquet, las pesas y caminadora que se encontraban en el patio para los presos.

-Ah si... Ella vendrá.- Ve que el patio es enorme y hacía un viento agradable pero solo camina por el lugar, sentándose de nuevo en una banca y disfrutando únicamente del aire que hacía aquí.

-Un viento agradable que se puede disfrutar al menos.- Susurraba para sí misma mientras cierra sus ojos ya que los sentía un poco pesados pero era debido a la hinchazón.

-Definitivamente ya ni sé qué estoy haciendo mal.-

Habla en voz alta Jesús mientras patea el balón de fútbol caminando y vigilando de cerca a Andrea, a quien no había dejado de contemplar por lo imponentemente bonita que era pero se hacía la interesante para no prestarle ninguna atención a él de algún tipo.

Escucha una pelota y se tensa al abrir sus ojos pero ve que solo era el señor Jesús y se queda sentada todavía, ya estando un poco mejor y de mejor humor pero aún quería dormir unas pocas horas y sin pesadillas. Escucha a su estómago gruñir y sabe que debe comer algo, aunque fuera ligero pero realmente sentía un nudo en el estómago por lo que pudiera pasarle.

Suena un silbato, dando fin a la hora de estiramiento de los reclusos. Ella no era la única que estaba ahí pero los hombres estaban del otro lado de una red metálica y siendo vigilados por otros policías.

-Vamos de vuelta. Hora de la celda de nuevo-. Va y sutilmente la toma de la muñeca, cerca de su mano y la conduce nuevamente hasta el sitio donde ella estaba quedándose por la investigación. Posteriormente al llegar ve que le colocan una TV y encima de la cama hay otras rosas y una carta en una hoja mediana

Andrea se deja llevar y bosteza ligeramente, sin hacer ruido. Entra en la celda pero ve que hay una TV fuera de la celda pero que aún podía ver a través de los barrotes y ve las noticias. Aunque las rosa en la cama la deja confundida y la toma con cuidado.

-¿Y esto de dónde salió?- Aunque si era preciosa. Ve la carta y se sienta mientras la toma y la abre un poco para ver qué dice exactamente.

La carta decía lo siguiente:

Lo siento, a lo mejor te diste cuenta de cosas muy feas en tu camino hasta acá. Sé que no eres de confiar mucho en la gente de forma ciega pero no pienso rendirme para tratar de llegar a tu conquista. Y sí, es raro pero es algo que me llamó la atención de ti. No sé si fue tu forma de ser, o tus ojos, o tus manos o todo junto pero dentro de tu temor y dentro de las cosas que he visto al exterior, además de lo que me contaste, sé que eres una chica especial.

Disculpa si te molesto y no lo haré más si no te gusta, no soy así con alguien que de verdad no me llame la atención así como lo hiciste tú.

Un beso.

JR.

-¿Por qué me escribió esto?- No podía pensar bien en todo eso, debido a que la situación era muy delicada y más al enfrentar una posible demanda por fraude de documentos ilegítimos.

Alza la mirada para ver las noticias y ve que está hablando el hombre llamado Bruce Parker sobre lo que había sucedido ayer. -Al menos no hay ninguna foto mía.-

Decide desayunar lo que había en la bandeja pero deja la rosa y la carta cerca de la almohada para que no les pasara nada. No era un mal desayuno y tener jugo de naranja ya era ganancia en realidad. Cuando termina, se acuesta de nuevo pero se queda boca arriba y con las manos en su estómago para descansar los ojos.

-¿Todo bien por acá?- Pregunta Jesús haciendo caminata.

-¿Mm?- Lo escucha y abre sus ojos ligeramente pero vuelve a cerrarlos ya que le picaban un poco.

-Estoy bien. Solo espero que sean las 12pm y descanso mi vista, seguramente me entró polvo en los ojos.-

-Oh bueno, entiendo, igual ya faltan 30 minutos. Te avisaré en lo que tu amiga llegue entonces. Disculpa las molestias-.

Pasada la media hora, Yulieth se encuentra dentro de la estación de policía, preguntando por su mejor amiga, quien se encontraba aún en la celda.

-Buenos días, señorita ¿Quién es usted?-

-Soy Yulieth Salazar, estoy aquí para ver a mi amiga Andrea Prince.- Si ella había pasado la noche aquí, es que la situación era realmente delicada.

-No se preocupe, nuestro oficial al cargo del cuartel femenino, está buscándola en este preciso momento.- Le avisa la recepcionista.

-Andrea, levántate. Llegó tu amiga.-

-¿Llegó? Que bueno.- Sonríe al saber que está aquí y se levanta pero deja la almohada encima de la rosa y la carta para que no se dañen.

Yulieth espera en una sala privada con 2 sillas ya que ahí era dónde podría ver a Andrea y seguramente serían vigiladas y grabadas pero al menos podrían verse. Ve que ella entra esposada y acompañada de un policía pero espera y se acerca al ver que está libre de las esposas y la abraza.

-Me da gusto y alivio verte aquí. En serio.- La abraza fuerte y llora un poco con solo tenerla ahí a su lado y que podía contar con su apoyo.

-Amiga, qué sucede, ¿qué te pasó? ¿Cuánto te dieron de condena?

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¿La Palabra con E?

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Romance

5.0

Un hombre completamente reacio a un momento único, momentos que había dejado pasar a lo largo de su vida con apenas 40 años de edad y sí a esa edad todavía no había podido terminar de descifrar aquella palabra que tanto le estaba formando problemas a lo largo de su vida y que no, no precisamente podría ser una palabra mala sino una palabra que podía generarle miedo y muchas confusiones puesto que él no se habría tomado la molestia de abrir un poco más sus expectativas para poder hacer ver que no era más que una simple palabra en un diccionario y que lo haría feliz. Gerardo Pinilla, un hombre de 40 años de edad, de tez clara y que se había recibido de Periodista en Tenerife, había podido terminar de estudiar su carrera tan ansiada y llegar a establecerse a lo largo de su vida en un país que, no tan desconocido para él ya que tenía raíces españolas, pero teniendo la certeza de que su manera de hablar provenía de su país de nacimiento, el tricolor de Venezuela, siendo el que lo acogió durante más de 30 años de su vida hasta que tomó la difícil decisión de emigrar. Problemas familiares, muertes tempranas tomadas en consideración que cambiaron mucho la manera de vivir de su persona, habían hecho que él, Gerardo Pinilla fuese una persona mucho más cerrada de lo común, con un círculo demasiado cerrado en cuanto a amistades se refiere, abocado a su trabajo y que no había hecho más que vivir una vida solitaria, tenía una rutina tan lineal que muchas veces varios de sus conocidos tenían que sacarlo de su zona de confort para poder verlo así fuese con una pequeña sonrisa en el rostro y que pudiese ser un poco más libre. Siendo una palabra para él digamos un poco más fuerte de lo común, de cierta manera al saber que existe, él no quiere dejar que sea parte de su vocabulario y en parte es por lo cerrada que es su personalidad y porque todavía no había llegado a su vida aquel empujón que todavía faltaba para poder tener la posibilidad de salir de la pequeña caja en donde él estaba inmerso y que no lo dejaba ser con la personalidad real que tendría que haber tenido a lo largo de su más de un tercio de vida natural. Siendo ya un hombre de 40 años, empieza su vida en la retrospectiva universitaria donde todo este tipo de problemas se agravan muchísimo más y donde esa, la palabra con E, empieza a hacer demasiados estragos en su vida siendo que se mantiene siendo una persona de las más confiables y sinceras en la vida. Sin embargo, a falta de un motivo verdadero de felicidad que tarde o temprano podría llegar a tocar a su puerta más pronto de lo que él mismo pudo haber esperado en algún momento de forma clara.

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