Katy pensaba que Lord Esteban estaba demente una vez que le planteó un compromiso falso, este no era lo más positivo o conveniente para ella, más que todo, por malas experiencias del pasado, junto con las habladurías que podía ocasionar. Sus motivos eran loables aunque su lógica no tanto, no obstante, su curiosidad por la irreverencia y audacia del Lord, le transforman en una tentación demasiado llamativa, un riesgo que Katy no sabe si estaría dispuesta a admitir. Lord Esteban ha vuelto a Londres luego de 10 años de ausencia con la exclusiva finalidad de consumar el quiero de su abuelo. Katy, su elección final, será una dama que le sorprenderá hasta hacerle romper cada una de las normas. Marshalls, el mejor amigo de Katy, es esperado por cada una de las féminas por su llamativo y belleza, aquellos que no le conocen le definen como mujeriego, superficial, ordinario y engreído. Una vez que Baltur surge en la vida de Katy, Marshalls velará por ella de la exclusiva forma que sabe, inclusive, cuando en su camino se cruce un impulsivo, inteligente y mordaz irlandés que le odiará a muerte.
Katy miró a Esteban intentando mantener una expresión neutra. Por nada del mundo quería que se diese cuenta del hecho de haberla dejado sin palabras por lo que estaba diciéndole. Sintió que le temblaba la barbilla y sus manos sudaban, se encontraba inquieta y nerviosa.
-Si comprendí bien, ¿quiere que me comprometa con usted durante un año y después rompa el compromiso, cierto?
Lord Esteban se inclinó en su asiento lo suficiente para que la distancia entre ambos fuera casi nula. Katy tragó saliva despacio. Aquel hombre dominaba en todos los sentidos. Su pelo castaño, ligeramente ondulado, más largo de lo que dictaba la moda, le brindaba un aspecto imponente, acentuaba sus ojos gris humo, intensos, penetrantes e hipnotizadores. Y había algo más, algo oscuro y recóndito que parecía rodearle, cosa que atraía a los demás hacia su persona como una tela de araña seduce a una mosca. Katy intentó concentrarse en otras partes de su anatomía para tranquilizarse, pero, aquello definitivamente fue peor para su salud mental. Su rostro, parecía ser hecho por la mismísima Afrodita, era tremendamente atractivo, la cicatriz que poseía la cual le cruzaba desde la barbilla hasta el pómulo izquierdo, en vez de afear su apariencia, acentuaba aún más su marcada masculinidad.
Katy supo desde ese instante que las historias que había escuchado sobre él entre chismes y habladurías en los bailes de sociedad, debían de ser ciertas. Estando ante él no le quedaba más que reconocer que el conde de Esteban era distinto.
-Exacto, ha resumido muy bien y entendido a la perfección. -respondió el conde, aparentemente complacido.
Katy interrumpió sus pensamientos y miró a Esteban a los ojos. Este esbozó una pequeña y peligrosa sonrisa. Una que hizo que los vellos de la nuca se le erizaran.
-No puede hablar en serio, no me conoce de nada. ¿Por qué yo? y, ¿por qué cree que accedería a algo así? -dijo Katy expresando de forma que no dejaba lugar a dudas de lo que pensaba sobre aquella absurda propuesta.
Esteban la miró fijamente a los ojos, cuando aquella mañana decidió llevar a cabo su plan, no imaginó que se encontraría con la mujer que tenía delante. Lady Katy Phill, hija del vizconde de Trivein, no era como había esperado. Sus grandes ojos azules que le miraban de forma inquisitiva, suscitaban su intriga. Para un inexperto, pasaría inadvertida la celosa barrera que la señorita Phill intentaba interponer entre sus verdaderas emociones y lo que realmente sentía y pensaba, pero él podía ver que había más, mucho más detrás de aquella pose.
Solo llevaba de vuelta en Londres un mes, después de diez largos años de ausencia. Su hombre de confianza en la ciudad le había pasado una larga y variada lista de las damas que pudieran ajustarse a lo que él necesitaba, y Katy había sido la que más le llamó la atención, a pesar de no ser ni mucho menos, de entre todas ellas, la que tenía más posibilidades de aceptar su proposición. Sin embargo, con lo que no había contado era con el ímpetu y el orgullo que podía ver claramente en su mirada.
-Tiene todo el derecho a saber cuáles son mis motivos y le haré partícipe de ellos si me da su palabra de no revelarle a absolutamente nadie esta conversación, si finalmente no accede a mi proposición. No es que dude de su discreción - continuó Baltur, antes que la protesta de Katy por sus últimas palabras saliera de sus labios- pero es de vital importancia para mí que esto quede entre usted y yo.
Katy lo observó como si estuviese ebrio.
-Aunque quisiera subirme a la torre de Londres y proclamarlo a los cuatro vientos, no lo haría, por la única y sencilla razón de que su proposición es tan ridícula que difícilmente puede creerse. Yo misma no doy crédito y, sinceramente, aún estoy a la espera que me diga que es una broma. Pero, claro, ¿por qué querría hacerme ese tipo de broma si no nos conocemos? Podría ser una apuesta, muy de moda en la actualidad, sin embargo, los días en los que yo era popular por cierto hecho de mi pasado, del que estoy segura está al corriente y que seguramente será la razón por la que ha considerado seriamente mi candidatura a prometida del año, han quedado atrás. Así que no creo que esa sea la razón, aunque no puedo descartarla del todo. Otra posibilidad que ha ido ganando fuerza según iba transcurriendo esta entrevista es la de que usted esté completamente desquiciado. -Dijo esto último con un gesto circular con los dedos de su mano izquierda a la altura de la sien, lo que otorgaba mayor énfasis a sus palabras-. Si nos dejamos llevar por los rumores que han circulado sobre usted durante estos últimos años, el único nieto del duque de Armisl, que con solo dieciocho años toma la herencia y el título de su abuelo materno, el conde de Esteban, y desaparece de Londres para viajar por el mundo, puedo estar segura de que la inmensa mayoría de la gente apoyaría esa teoría. De hecho, ya hay muchos que le tachan exactamente de no encontrarse muy cuerdo mentalmente, pero, por su mirada, su comportamiento y su forma de expresarse, lo de estar loco se me antoja demasiado ambiguo. Yo diría que es más bien excéntrico. Así que, volviendo a su pregunta, creo que por el bien de los dos guardaré discreción sobre lo que sea que está haciendo, porque, aunque me ha quedado clara su proposición, lo que me tiene perdida es su intención. Además, de no guardar silencio bien podrían internarme en un sanatorio mental junto a usted -continuó Katy sin detenerse ni un segundo-. Pero hay una excepción, mi hermano.
Baltur estaba realmente impresionado con la diatriba de lady Katy Phill. Ella no había dudado, no había apartado los ojos de los suyos, y sin ninguna sutileza, pero sí con mucha clase y una energía arrolladora le había lanzado el discurso más directo, punzante y, por qué no decirlo, elegante, que había escuchado en su vida, más por parte de una chica. Y todo eso sin que él pudiese dar testimonio de haberla visto tomar aire ni una sola vez entre frase y frase. Había sido un vapuleo verbal de primer nivel, cosa que a Baltur le fascinó. Decididamente, quería a lady Katy Phill como prometida.
-Perdone por lo que voy a decir, quizás crea que estoy desprovisto de un mínimo de delicadeza, de la que, dicho sea de paso y siguiendo con su ejemplo de sinceridad, carezco completamente, pero por lo que sé, pensaba que su hermano había muerto hace unos años. No sabía que tenía otro hermano.
La cara de Katy se ensombreció en cuanto escuchó esas palabras, sin embargo, aunque el dolor seguía vivo en su interior como si su hermano Lankin hubiese fallecido el día anterior y no cinco años atrás, su capacidad de reacción fue casi instantánea. Después de todo lo que había pasado, era una experta en camuflar sus sentimientos y reacciones. Recompuso sus gestos en cuestión de segundos, pero su tristeza no pasó inadvertida para Baltur.
-Es verdad que mi hermano Lankin murió, pero conozco a lord Juanford Plattid desde que tengo memoria y siempre fue un hermano tanto para Lankin como para mí -dijo Katy mientras tomaba el pequeño plato de pastas que había sobre la mesa que los separaba y se lo ofrecía a Baltur-. Lord Esteban, ni siquiera voy a plantearme lo que sea que me esté ofreciendo, no sé ni cómo definirlo, si no consiente en que sea completamente sincera al respecto con Lord Plattid. Él debe saberlo, no solo porque me niego a mentirle, sino porque Juanford me conoce mejor que nadie en el mundo y créame que en cuanto empiece esta pantomima, él sabría con solo mirarme que no es real. No soy tan buena actriz. Tanto mis padres como mi hermano ya no están, así que, Plattid, junto con mi querida abuela, Amy, con la que vivo, son la única familia que me queda después de todo.
Baltur tomó una pasta de limón con forma de luna y se la llevó a la boca. Estaba deliciosa. Por lo que había podido comprobar a la entrada, tanto Katy como su tía abuela se encontraban en una situación financiera bastante delicada. Solo había visto a una mujer del servicio, la que le había abierto la puerta, y, después de avisar de su visita a lady Katy Phill, le había acompañado a aquella pequeña estancia en la que ahora estaban tomando el té con pastas. Por lo que había podido apreciar y en base a que llevaba un delantal manchado de lo que parecía mermelada de grosella, además de la ama de llaves, era también la cocinera. La mancha de harina que llevaba Katy pegada en la mejilla derecha y de la que parecía no ser consciente, sin duda era producto de haber ayudado también en la elaboración de la merienda de la que ahora disfrutaban. Eso le había hecho encajar al informe que el señor Withman le había redactado en cuanto a la situación económica de lady Katy, que aunque no alarmante, a largo plazo podría generarle muchos problemas. Definitivamente, le gustaba aquella mujer. A pesar de que el trato que le proponía era ventajoso para ella, esta no dudaba en rechazarlo si no obtenía de él aquella promesa. Eso indicaba varias cosas. Seguridad, principios, lealtad y orgullo.
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