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Corrí. Corrí con todas mis fuerzas, los pies apenas tocando el suelo, pero él estaba más cerca a cada segundo. El sonido de sus pasos resonaba en el callejón estrecho, y el miedo apretaba mi pecho como un lazo que se cierra. Entonces, me alcanzó. Un tirón violento me lanzó al suelo sucio, y antes de que pudiera reaccionar, sentí el peso de su cuerpo sobre el mío, pesado, opresor, como una bestia hambrienta.
Su aliento, con olor a whisky barato, invadió mis fosas nasales cuando me giró bruscamente, sus ojos brillando con un deseo enfermizo.
-He esperado mucho por este momento -susurró, los dientes apretados en una sonrisa perversa mientras sus manos sucias recorrían mi cuerpo con prisa, ávidas. Levantó mi ropa, desgarrándola como si fuera papel. El sonido del cierre de su pantalón resonó en el callejón oscuro, y mi corazón se desbocó. Sabía lo que estaba por venir, pero no podía aceptarlo. Me debatía, pero sus manos eran fuertes, sus dedos se hundían en mi carne.
-¡Por favor, no! -mi voz salió desesperada, ronca de pánico.
-Siempre quise probar esa conchita virgen -gruñó, su voz gruesa y cargada de odio, como si yo no fuera más que un juguete en sus manos-. Desde que apareciste en nuestra casa, supe que ibas a ser mía.
Luché, mis brazos se movían desesperadamente, pero era como si estuviera peleando contra una pared. Era demasiado fuerte, demasiado pesado, y el terror me asfixiaba. Mis manos tanteaban el suelo sucio, buscando algo, cualquier cosa que pudiera salvarme.
Fue entonces cuando sentí que el tejido de mi ropa interior se rompía, brutalmente arrancado. Estaba a su merced, y un grito de pavor estalló en mi garganta. Mis dedos rozaron el suelo otra vez, y esta vez encontré algo. Una pluma. Débil. Insignificante. Pero era todo lo que tenía.
Sin pensar, levanté la mano y la hundí con fuerza en su cuello, el único lugar que mi mente en pánico me indicó. El metal perforó su carne, y vi cómo sus ojos se abrieron de par en par, la incredulidad apoderándose de su rostro. Tosió, una tos ahogada, el sonido mezclándose con el burbujeo de la sangre.
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