Lucía se detuvo frente al edificio de oficinas de Raúl Castillo, el CEO de Castillo Corp., con la mirada fija en las puertas de vidrio que se abrían automáticamente al paso de los empleados. El lugar era impresionante, moderno, elegante, un reflejo del poder y la opulencia que había llegado a asociar con el mundo corporativo. A pesar de los nervios que comenzaban a apoderarse de ella, Lucía no podía evitar sentirse emocionada.
Este trabajo representaba mucho más que un simple empleo; era una oportunidad para demostrarle a sí misma que podía más, mucho más de lo que su vida hasta ahora le había permitido. Era su oportunidad de empezar de nuevo.
Después de una serie de trabajos temporales que nunca la llenaron, y de un par de años intentando, y fallando, con la universidad, Lucía había decidido tomar una decisión drástica. La vida no la esperaba, y ella tenía que dejar de esperar. Necesitaba un cambio, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para conseguirlo.
Respiró hondo, ajustó su bolso sobre su hombro y entró al edificio. El lobby era amplio, con una fuente en el centro y una recepción que parecía sacada de una película. No era su primer trabajo en una oficina, pero la magnitud de este lugar la hacía sentirse como una pez fuera del agua. Sin embargo, no tenía tiempo para dudas ni inseguridades. Este era su momento.
La secretaria en la recepción, una mujer de rostro impecable y gesto frío, la miró desde el otro lado del escritorio sin decir una palabra. Lucía no sabía si la mujer la estaba evaluando o si simplemente estaba demasiado acostumbrada a ver personas como ella todos los días. Con una sonrisa nerviosa, Lucía le entregó la carta de presentación que había recibido para la entrevista.
-Aquí está, disculpe -dijo con un tono firme que intentó sonar más seguro de lo que realmente se sentía.
La secretaria asintió sin palabras y se dio la vuelta para hacer una llamada rápida. Mientras Lucía esperaba, su mente no paraba de correr. ¿Y si no le gustaba? ¿Y si no tenía suficiente experiencia? ¿Y si todo el mundo en ese lugar era demasiado perfecto para ella?
De repente, la secretaria volvió a su lugar y la miró con algo que podría haber sido una sonrisa. Aunque Lucía no estaba segura de si la expresión era genuina o simplemente educada, sintió un leve alivio.
-Pase, la están esperando -dijo, señalando una puerta de vidrio en el fondo de la oficina.
Lucía asintió con agradecimiento y caminó hacia la puerta, que se abrió con suavidad al acercarse. Al entrar, el sonido de la ciudad desapareció por completo, como si hubiera cruzado una barrera entre dos mundos. La oficina de Raúl Castillo era impresionante, tal como se esperaba de alguien de su rango. Los muebles eran de madera oscura, las paredes adornadas con arte moderno que reflejaba su éxito y, en el centro, el escritorio. Un escritorio grande, de un solo color, con varias pantallas de ordenador, una lámpara de diseño minimalista y, sobre todo, un aire de autoridad que llenaba el espacio.
Sentado detrás de ese escritorio estaba él. Raúl Castillo. Aunque Lucía lo había visto en varias entrevistas y reportajes, nunca había imaginado que fuera tan... imponente. Era aún más alto de lo que parecía en las fotos, con un porte serio, casi intimidante. Su rostro era perfecto, cincelado, y sus ojos, oscuros como la noche, se fijaron en ella al instante. No había sonrisas, no había calidez en su mirada. Era el tipo de hombre que imponía respeto con solo estar presente.
-Lucía Martínez, ¿cierto? -preguntó, su voz grave y controlada.
Lucía asintió, incapaz de articular palabra por un momento. Había practicado mil veces lo que diría, pero ahora que estaba frente a él, todo parecía desvanecerse.
-Sí, señor. Lucía Martínez.
Raúl se levantó lentamente de su silla, y por un momento, Lucía sintió que la sala se llenaba de su presencia. Él caminó hacia una de las ventanas panorámicas, mirando hacia la ciudad mientras cruzaba los brazos sobre el pecho. Un gesto tan casual y tan, al mismo tiempo, lleno de poder, que Lucía no pudo evitar sentirse pequeña en su presencia.
-Dime, Lucía, ¿por qué quieres trabajar aquí? -su voz era profunda, pero había algo en ella que la hizo temblar ligeramente.