Llevaba cinco años casada con Ricardo, un exitoso empresario textil. Mi vida parecía un cuento de hadas: lujos, viajes, y un esposo guapo que me idolatraba. Creía que él era mi alma gemela, que nuestro amor era perfecto. Pero esa noche, en la subasta de moda más prestigiosa de la Ciudad de México, mi cuento se convirtió en la peor pesadilla. El presentador anunció el regreso de mi hermana, Elena, una diseñadora de joyas de renombre mundial. Miré a Ricardo, buscando su complicidad, y lo que vi en su rostro me heló la sangre: no era sorpresa, era una obsesión cruda. Sus ojos, fijos en Elena en el escenario, jamás me habían mirado así. Luego, un documental mostró fotos de una Elena adolescente y, a su lado, un joven Ricardo, mirándola con la misma avidez perturbadora. Una voz en off leyó su letra: "Elena, eres la única estrella en mi cielo. Algún día, serás mía. Te lo juro". La última foto, la mía el día de nuestra boda, superpuesta con una de Elena de mi misma edad, con un vestido inquietantemente similar. Fui un reemplazo. Una copia. Un sustituto. Cinco años de matrimonio, de amor, de una mentira perfectamente construida. Ricardo no me amaba a mí, amaba a la mujer que yo le recordaba. Mi mundo se desmoronó, ¿cómo pude ser tan ciega? ¿Fui solo la sombra que le permitía vivir su fantasía con mi propia hermana? El dolor era insoportable, pero necesitaba un golpe final. Tenía que ver lo que su obsesión ocultaba. Mi venganza estaba por comenzar.
Llevaba cinco años casada con Ricardo, un exitoso empresario textil.
Mi vida parecía un cuento de hadas: lujos, viajes, y un esposo guapo que me idolatraba.
Creía que él era mi alma gemela, que nuestro amor era perfecto.
Pero esa noche, en la subasta de moda más prestigiosa de la Ciudad de México, mi cuento se convirtió en la peor pesadilla.
El presentador anunció el regreso de mi hermana, Elena, una diseñadora de joyas de renombre mundial.
Miré a Ricardo, buscando su complicidad, y lo que vi en su rostro me heló la sangre: no era sorpresa, era una obsesión cruda.
Sus ojos, fijos en Elena en el escenario, jamás me habían mirado así.
Luego, un documental mostró fotos de una Elena adolescente y, a su lado, un joven Ricardo, mirándola con la misma avidez perturbadora.
Una voz en off leyó su letra: "Elena, eres la única estrella en mi cielo. Algún día, serás mía. Te lo juro".
La última foto, la mía el día de nuestra boda, superpuesta con una de Elena de mi misma edad, con un vestido inquietantemente similar.
Fui un reemplazo. Una copia. Un sustituto.
Cinco años de matrimonio, de amor, de una mentira perfectamente construida.
Ricardo no me amaba a mí, amaba a la mujer que yo le recordaba.
Mi mundo se desmoronó, ¿cómo pude ser tan ciega?
¿Fui solo la sombra que le permitía vivir su fantasía con mi propia hermana?
El dolor era insoportable, pero necesitaba un golpe final.
Tenía que ver lo que su obsesión ocultaba.
Mi venganza estaba por comenzar.
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