Mi Marido Despiadado, Mi Amor Renacido

Mi Marido Despiadado, Mi Amor Renacido

Gavin

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Capítulo

Hoy era nuestro aniversario y mi marido, Roy, me ignoraba por completo, absorto en su obsesión por Lina Trebor mientras yo me consumía en silencio por una enfermedad terminal. De repente, Roy entró en la habitación y su mirada fría me perforó: "No toses cerca de Lina; no quiero que le pegues nada". Cuando le dije que mi enfermedad era terminal, se burló, acusándome de manipularlo, y luego me informó que su venganza destruiría a mi familia por el pasado de mi abuelo. Mi enfermedad empeoró, Roy confiscó mis medicinas, mi cuñado perdió su puesto, mi hermana Annabel sufrió un aborto tras una paliza y, para colmo, Lina instigó a Roy a agredirme. Mi abuelo murió humillado, y mi hermana, mi último consuelo, falleció en mis brazos por la brutalidad de su marido. ¿Cómo era posible que mis sacrificios, mis súplicas y mi amor no significaran nada ante la cruel obsesión de Roy? ¿Por qué me condenaba a tal tormento, viéndolo todo desmoronarse por una venganza que no entendía completamente? Desesperada y sin nada más que perder, decidí terminar con mi vida, pero al despertar, me encontré en el día de mi boda con Roy, dándome cuenta de que ambos habíamos renacido.

Introducción

Hoy era nuestro aniversario y mi marido, Roy, me ignoraba por completo, absorto en su obsesión por Lina Trebor mientras yo me consumía en silencio por una enfermedad terminal.

De repente, Roy entró en la habitación y su mirada fría me perforó: "No toses cerca de Lina; no quiero que le pegues nada". Cuando le dije que mi enfermedad era terminal, se burló, acusándome de manipularlo, y luego me informó que su venganza destruiría a mi familia por el pasado de mi abuelo.

Mi enfermedad empeoró, Roy confiscó mis medicinas, mi cuñado perdió su puesto, mi hermana Annabel sufrió un aborto tras una paliza y, para colmo, Lina instigó a Roy a agredirme. Mi abuelo murió humillado, y mi hermana, mi último consuelo, falleció en mis brazos por la brutalidad de su marido.

¿Cómo era posible que mis sacrificios, mis súplicas y mi amor no significaran nada ante la cruel obsesión de Roy? ¿Por qué me condenaba a tal tormento, viéndolo todo desmoronarse por una venganza que no entendía completamente?

Desesperada y sin nada más que perder, decidí terminar con mi vida, pero al despertar, me encontré en el día de mi boda con Roy, dándome cuenta de que ambos habíamos renacido.

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El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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